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Periodistas, crisis y calidad de la información
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Periodistas, crisis y calidad de la información

Los periodistas son titulares de derechos singulares que tienen como objeto el derecho de los ciudadanos a la información veraz. Cabe suponer que nadie pone en

Los periodistas son titulares de derechos singulares que tienen como objeto el derecho de los ciudadanos a la información veraz. Cabe suponer que nadie pone en duda el ejercicio de estos derechos, pero vayamos con cuidado. En ocasiones, la realidad acaba cuestionando la retórica de las leyes, aunque se trate de derechos amparados por la ley de leyes, la Constitución. La crisis económica y financiera no se para en detalles y se lleva por delante, en primer lugar, un modelo de crecimiento que hizo su agosto con la construcción de viviendas y que ahora suma parados con la misma facilidad que antes creaba empleo precario, y en segundo lugar, los puestos de trabajo de empresas y sectores, entre los que se encuentra la industria de la comunicación, que ha visto como aumenta el paro, a la vez que baja la calidad de la información.

 

Y entre otros damnificados de este progresivo empeoramiento de la situación económica y de las empresas de comunicación, los periodistas, quizás poco acostumbrados a las demandas colectivas desde su condición de asalariados y con frecuencia, ajenos al hecho sindical. Grandes y pequeños medios de comunicación en todos los soportes reducen plantillas y adelgazan su estructura de negocio -siempre hay honrosas excepciones- para enfrentar la crisis que, en el ámbito de la comunicación, tiene nombre propio: publicidad. La acusada y sostenida caída de los ingresos comerciales, sobre todo de los publicitarios, empuja a los medios de comunicación a reajustar la producción vía costes laborales, como cualquier empresa del metal. Ya nadie se acuerda de aquel oficio de culto, siempre respetado, a menudo endiosado y que, incluso cuando perdía el empleo, lo hacía con certificado de distinción. Se acabó la fiesta: en el segundo semestre de 2008, los informadores registrados en los Servicios Públicos de Empleo se acercaban a los 7.500, y en estos dos primeros meses de 2009, la cifra no ha hecho más que crecer.

Menos empleo, peor periodismo

 

Algunas asociaciones profesionales hablan de parar “esta sangría destructiva”. Y justo es reconocer este cambio de prioridades en su agenda de trabajo, que puede y debe propiciar la convergencia de la acción sindical y profesional. Comparto la denuncia de quienes vinculan la notable pérdida de empleo en la industria de la comunicación a la progresiva devaluación de la calidad de la información. Pero es que además, algunos grupos empresariales, de larga tradición y solera, no dudan en acudir a todo tipo de artimañas y atajos para salir del atolladero de la peor manera posible. Cuando arrecia el temporal de la crisis, ponen su punto de mira en el capital humano, al que someten a una doble agresión: el despido y la precariedad. Para “sanear” la cuenta de resultados reducen plantilla y si más tarde necesitan responder a la demanda informativa de la realidad, incrementan la precariedad de la contratación. Los periodistas y la calidad de la información, son sus víctimas. Y como la tentación siempre viene del dios dinero, gestores y accionistas de los grandes grupos mediáticos prefieren repartir dividendos y salir corriendo, incluso en tiempos de beneficios a la baja y economía en recesión, que invertir en la viabilidad futura de sus empresas, en el mantenimiento del empleo y en preservar una información digna y de calidad.

No quiero perder de vista, la afición de ciertos grupos de comunicación por la  segregación empresarial. No hace tantos años que programaban fusiones y grupos multimedia por doquier. Ahora, ambicionan la segregación de secciones y departamentos en medio de una orgía de reestructuraciones empresariales. Los ideólogos de la macroempresa de ayer son los mismos que hoy predican  ámbitos familiares de trabajo, descontaminados del endemoniado espíritu reivindicativo de la gran empresa. Y si la cosa no se arregla con la segregación, porque, por ejemplo, la respuesta sindical se lo impide, ponen en venta empresas audiovisuales que antes daban prestancia al grupo y en este momento solo pérdidas. Pero, que no se olvide el dato, los gestores del desastre son los encargados de echar a las víctimas.

Sea como fuere, asistimos a un deterioro sin precedentes del producto informativo y a la devaluación de un oficio, en su día santo y seña de la ciudadanía democrática. Puede resultar un lugar común, pero no sabría precisar si la mala salud de la democracia  provoca el mal periodismo, o al revés. La complicidad de la política y la información, la cada vez mayor proliferación del periodismo de trinchera y la falaz idea del informador objetivo en sustitución del periodista honesto, nos acerca al despeñadero.

Algo parecido a un pacto

 

Cierto que no todos son, somos, igual de responsables. Propietarios, gestores, accionistas, editores y administraciones públicas ocupan un lugar de honor en este desbarajuste de la empresa informativa en España. Pero nadie puede esconder la cabeza bajo el ala. Los sindicatos más representativos en el sector y en el país, como es el caso de CCOO, tienen que ponerse las pilas –me consta que están en ello- y asumir el liderazgo junto a las asociaciones profesionales, colegios y universidades para reorientar el rumbo de la industria informativa. Los primeros y los segundos tienen que elevar la mirada para no confundir valor y precio. La información es algo más que un producto en el mercado o mera propaganda partidaria. Es una actividad de interés público que merece la atención y el cuidado de todos. Sindicatos y patronal, y solo ellos, son los encargados de regular en convenio colectivo las condiciones de trabajo de los asalariados de las empresas informativas. Pero unos y otros tienen que contar con instituciones académicas y profesionales para encontrar con urgencia una salida a este embrollo, una alternativa que fije prioridades: salvar el mayor número de puestos de trabajo, preservar, en la medida de lo posible, la calidad de la información, y recuperar el oficio de periodista, la honestidad del informador, frente a tanta basura mercantil y/o propaganda partidaria.

*Luis María González es periodista, coordinador de la Secretaría de Comunicación de CCOO.

Los periodistas son titulares de derechos singulares que tienen como objeto el derecho de los ciudadanos a la información veraz. Cabe suponer que nadie pone en duda el ejercicio de estos derechos, pero vayamos con cuidado. En ocasiones, la realidad acaba cuestionando la retórica de las leyes, aunque se trate de derechos amparados por la ley de leyes, la Constitución. La crisis económica y financiera no se para en detalles y se lleva por delante, en primer lugar, un modelo de crecimiento que hizo su agosto con la construcción de viviendas y que ahora suma parados con la misma facilidad que antes creaba empleo precario, y en segundo lugar, los puestos de trabajo de empresas y sectores, entre los que se encuentra la industria de la comunicación, que ha visto como aumenta el paro, a la vez que baja la calidad de la información.

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