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Decencia sexual

            1. A los socialdemócratas, como a los curas, les obsesiona el sexo. Sus juicios morales (o religiosos, que es lo mismo) arrancan siempre de los

            1. A los socialdemócratas, como a los curas, les obsesiona el sexo. Sus juicios morales (o religiosos, que es lo mismo) arrancan siempre de los genitales y, en cuanto es posible, regresan a los genitales con una mezcla vivaracha de arrobo y horror. La decencia moral es la decencia sexual, el decoro tradicional y la fachada de la corrección. Y cuando el desorden se descubre en un facha millonario, que encima es viejo, miel sobre hojuelas: el sátiro ricachón, como Tiberio, llena su villa de jovencitas buenísimas para solaz propio y desvarío de amiguetes desalmados. Con la próstata medio picada, tupido de viagra y operadas las arrugas, el impresentable Berlusconi es además un tipo nefando, machista y entregado a las orgías. ¿Cómo un tipo? Es una cosa, es “la cosa Berlusconi”, como ha dicho otro viejo, pero esta vez comunista y de sexo decente (se supone). A su “delincuencia” política se suma la amoralidad: “Una cosa peligrosamente parecida a un ser humano, una cosa que da fiestas, organiza orgías y manda en un país llamado Italia”. Una cosa que da fiestas. Hay que ver: la izquierda calvinista es que no puede soportar la baticola floja. Mira que lo teníamos avisado, sugiere Saramago el ético: por la democracia a la degeneración. Tolerancia cero.

 

            2. El periódico socialdemócrata de España saca unas fotos de una residencia privada de Berlusconi: una chica en tanga, otras jugueteando entre sí, un ex-político checo con el pene medio en ristre. Sodoma y Gomorra, viene a decir el periodista Miguel Mora con un poco de literatura, siempre tan necesaria. El comienzo da idea de la apoteosis: “Jardines infinitos, lagos artificiales, órganos sexuales al aire, juegos lésbicos, efectos especiales, pizza y helado gratis... Un geriátrico lleno de cuerpos imponentes.” Los órganos sexuales al aire y, en especial, los juegos lésbicos son de todo punto repugnantes. Pero encima con viejos: ¡qué asco! Aunque hay un detalle de austeridad increíble: cuando esperábamos champán del caro, caviares, langostas y oro líquido, lo que hay es pizza y helado gratis. No todo va a ser idílico. El escolio del asunto, de todos modos, lo ha hecho ya magnífico Santiago González: “Lo de la pizza y el helado gratis es un detalle. Al parecer, los anfitriones italianos suelen cobrar por ello a sus invitados”.

 

            3. A la feligresía socialdemócrata, como a las iglesias, le encanta controlar las conciencias, en las que deben incluirse, obviamente, los anhelos eróticos. Sus bienpensantes miembros sólo admiten el desbarajuste sexual en arte, películas y, en definitiva, en la fiction. Pero la realidad vuelve a morderles: los viejos que tratan con jovencitas les dan grima. Aunque no todos los viejos, ojito, sino sólo quienes son muy de derechas y tienen a las mujeres por carne deseada. En la recua no entran los artistas, por supuesto, o al menos los artistas presentes o pasados con salvoconducto cultural: Machado y su Leonor de quince añitos podrían ser un buen ejemplo. ¡Cuántas razones sublimes salen entonces para justificar el matrimonio! Con Berlusconi, en cambio, las vellinas de dieciocho años acuden, ambiciosas y desprejuiciadas, al geriátrico rijoso. “De 17 y 18 años a 28 o 29, no más”, afirma el periodista Mora. Y por el texto se cuela su propio lamento, la realidad que todo lo chafa: qué lástima que no sean menores de edad, coño, bastaba una lolita de 15 para acusarlo de corruptor y enviarlo a la cárcel. Todas de 18 para arriba. El muy cerdo se sabe cubrir bien las espaldas.

 

            4. Para la socialdemocracia la edad importa mucho en el amor, asunto de pura raigambre biológica. Y sabe bien que la biología, administrada con tiento, puede echar abajo al más pintado: un atracón de propaganda con dosis convenientes de decencia sexual para convertir al peor político europeo en un perverso Príapo. Pero a veces los reportajes pueden salir caros: más que el priapismo de Berlusconi, el viejo verde, ha quedado al descubierto “el cuerpo cavernoso de la socialdemocracia”, según señala Arcadi Espada, su mejor anatomista: “Y lo cierto es que ahí la tenemos, abierta de piernas, en cinemascope, hozando en su cínico esplendor”. Su espectáculo, desde luego, resulta mucho más conmovedor que las orgías de Cerdeña. Sobre todo cuando se desgarra por la moral pisoteada y advierte la maldita manía de que para gobernar haya que contar con el voto del populacho.

            1. A los socialdemócratas, como a los curas, les obsesiona el sexo. Sus juicios morales (o religiosos, que es lo mismo) arrancan siempre de los genitales y, en cuanto es posible, regresan a los genitales con una mezcla vivaracha de arrobo y horror. La decencia moral es la decencia sexual, el decoro tradicional y la fachada de la corrección. Y cuando el desorden se descubre en un facha millonario, que encima es viejo, miel sobre hojuelas: el sátiro ricachón, como Tiberio, llena su villa de jovencitas buenísimas para solaz propio y desvarío de amiguetes desalmados. Con la próstata medio picada, tupido de viagra y operadas las arrugas, el impresentable Berlusconi es además un tipo nefando, machista y entregado a las orgías. ¿Cómo un tipo? Es una cosa, es “la cosa Berlusconi”, como ha dicho otro viejo, pero esta vez comunista y de sexo decente (se supone). A su “delincuencia” política se suma la amoralidad: “Una cosa peligrosamente parecida a un ser humano, una cosa que da fiestas, organiza orgías y manda en un país llamado Italia”. Una cosa que da fiestas. Hay que ver: la izquierda calvinista es que no puede soportar la baticola floja. Mira que lo teníamos avisado, sugiere Saramago el ético: por la democracia a la degeneración. Tolerancia cero.

Silvio Berlusconi