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Un error histórico: cien años de dinero de curso legal (II)
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Un error histórico: cien años de dinero de curso legal (II)

Las letras de cambioEstá claro que las letras de cambio son incompatibles con la Leyes de Curso Legal. No tiene sentido sugerir que se puede lograr

Las letras de cambio

Está claro que las letras de cambio son incompatibles con la Leyes de Curso Legal. No tiene sentido sugerir que se puede lograr que las letras de cambio maduren en billetes de curso legal. El hecho es que el billete de banco es inferior a la letra de cambio en casi todos aspectos. En primer lugar, las letras de cambio son un activo que produce ingresos. Esto se debe a la existencia de un descuento que se aplica al valor nominal de la letra de cambio, cuando ésta se compra y vende antes de su vencimiento. La letra de cambio es lo más líquido; sólo la moneda de oro tiene mayor liquidez. Las letras de cambio son el mejor activo que pueda poseer un banco comercial.

Pero lo que otorga la supremacía económica a las letras de cambio es el hecho que, en conjunto, constituyen el fondo de empleo de la sociedad. Solamente las letras de cambio posibilitan la producción y distribución de bienes hoy, que se no pagarán sino hasta más tarde. Hasta tres meses más tarde, para decirlo exactamente. Sin embargo, en el ínterin los trabajadores empleados en la producción tendrán que recibir sus salarios devengados, semanalmente. Efectivamente, estos trabajadores tendrán que comer y satisfacer otras necesidades para poder continuar con sus esfuerzos productivos. El pago de salarios no se paga, en definitiva, con los ahorros de capitalistas. Se financia por “clearing” o sea, por la concesión espontanea de privilegios monetarios temporáneos a las letras de cambio, lo cual les permite circular antes de su vencimiento.

Una consecuencia indeseada de la Legislación de Curso Legal fue la destrucción de este fondo salarial, del cual se podía pagar a los trabajadores antes de la venta de los bienes. Las leyes de curso legal cargan con la responsabilidad directa del horrible desempleo que existió durante la Gran Depresión – como señaló Rittershausen. Mientras esté intacto el fondo salarial, no puede haber desempleo. Todos los que ansían ganar un salario pueden participar en la producción o distribución de algunos bienes demandados urgentemente por los consumidores y obtener compensación de ese fondo inmediatamente, aún antes de que se venda el producto. La destrucción de fondo salarial echó abajo todo eso. Los trabajadores no podían ya recibir compensación por su trabajo aplicado a la producción de mercancía, a menos que se estuviese lista para venderse, de inmediato.

La destrucción del fondo salarial no fue inmediatamente perceptible en 1909. El alistamiento militar y la producción de material bélico absorbió la mano de obra disponible. Durante la guerra la mano de obra escaseó debido a la enorme expansión de la producción de municiones. El desempleo no golpeó a la sociedad sino hasta después de haber cesado las hostilidades.

El mayor desempleo de la historia

Si las potencias que vencieron hubiesen repudiado las leyes de curso legal una vez concluida la guerra y hubiesen rehabilitado el mercado en letras de cambio y reabastecido así el fondo salarial, la Gran Depresión no hubiera ocurrido. Pero los vencedores no tenían interés en comercio mundial multilateral. Deseaban castigar a los vencidos aun más, por medio del comercio bilateral y excluir la circulación de letras de cambio. De esta forma deseaban retener el control del comercio de los que fueron sus adversarios. Por consiguiente, el fondo salarial nunca resurgió y no se podía pagar a los trabajadores. El resultado fue el mayor desempleo jamás visto en la historia. Los gobiernos se vieron obligados a responsabilizarse de los desempleados, por medio del sistema de dádivas. Este sistema, que es una afrenta a la gente que quiere trabajar, sigue vigente, pero permanece el desconocimiento de su causa fundamental, la ausencia de letras de cambio en circulación.

Las Leyes de Curso Legal, que representan la alianza non sancta (por no decir conjura) entre gobierno y bancos, nunca se han revocado. Los gobiernos han llegado a gozar de los poderes adicionales que adquirieron por medio de alegatos falsos. Los bancos recibieron el soborno con gusto. Su lealtad se transfirió de sus clientes al gobierno. A cambio del privilegio de crear depósitos bancarios sin el impedimento de una reserva de oro, como era el caso antes de 1909, los bancos estuvieron dispuestos a comprar todos los bonos gubernamentales que no hallaron compradores activos en el mercado de bonos. “Tú me rascas la espalda, yo te rasco la tuya.” Esta conjura sigue adelante bajo un nuevo “contrato social” en el cual el soborno y el chantaje han sustituido a la cooperación voluntaria.

La confabulación de Academia, de los medios y particularmente la lealtad de la profesión económica y de los analistas financieros ha sido comprada gracias al afán de los Bancos Centrales de patrocinar la investigación. “El que paga al músico escoge el programa.” Autores dispuestos a cantar las loas del dinero irredimible recibieron amplios emolumentos. Autores que criticaban el dinero fiat fueron marginados.

La mayoría de los economistas y escritores sobre finanzas de hoy son escribanos a sueldo que venden su pluma al gobierno y al Banco Central. La propaganda se viste como investigación.

El Santo Grial de la economía

Las matemáticas han sido prostituidas como nunca antes en la historia de la Reina de las Ciencias. Ensayos de investigación sobre economía y teoría monetaria, salpicados con ecuaciones diferenciales de aspecto formidable pero que en resumen están vacías de significado, se presentan como el Santo Grial.

Los gestos estudiados y malabarismos de los economistas de nuestros días se parecen a los del sacerdocio del antiguo Egipto. En virtud de su conocimiento de astronomía – conocimientos que no se compartían con el público general – los sacerdotes egipcios podían predecir los eclipses solares y otros eventos celestiales. Mantenían a su audiencia en estado de admiración y temerosa de sus facultades sobrenaturales.

La diferencia es ésta: mientras que los egipcios eran profesionales que contaban con los últimos conocimientos científicos de su tiempo, los economistas acreditados de hoy son charlatanes que se regocijan en la gloria personal que se les concede, mientras que de hecho han sido totalmente incapaces de predecir el colapso financiero aunque lo tengan ya frente a sus narices, como ha demostrado su inepto desempeño en 2007. Para colmo de males, son incapaces de reconocer sus propios errores. Son una maldición sobre el cuerpo político de la nación y una lacra sobre la profesión económica. Llevan al mundo a un desastre económico y monetario sin precedentes, en estos mismos momentos.

Nuestra crisis financiera actual es la culminación de una tragedia que se nos endilgó por la coacción en el campo monetario. La salida de la crisis y el camino para evitar otra Gran Depresión, es por vía de la restauración de la libertad en el ámbito de la moneda: por medio de una hábil revocación de las leyes de curso legal. Es necesario rehabilitar el patrón oro junto con el sistema de “clearing” que lo acompañaba, el mercado de letras de cambio.

La naturaleza monopolística de deuda gubernamental en el mercado de bonos tiene que eliminarse mediante la reintroducción de la competencia que la moneda de oro le hará a las promesas gubernamentales. Los tenedores de bonos que no quedan satisfechos con la tasa de interés que ofrecen los cupones que arbitrariamente se adjuntan a los bonos de gobierno, deben recuperar nuevamente su derecho: el derecho de colocar sus ahorros en monedas de oro, como lo hacían antes de 1909. De esta forma, podrían obligar a los gobiernos a pagar tasas de intereses competitivas, para atraer los ahorros de los particulares. Toda coacción en el campo monetario debe cesar. La dignidad del individuo debe respetarse. La actitud colectivista de los gobiernos debe descartarse a favor de una actitud que favorezca al individuo, una actitud que restaura la libertad y la libre iniciativa del ser humano.

Un siglo no es más que un momento pasajero en la historia. Los últimos cien años deben verse como un episodio reaccionario en nuestra civilización, un experimento descabellado con moneda irredimible. El experimento ha fallado totalmente, como todos experimentos similares en el pasado. A menos que cese de inmediato, sumirá a la especie humana en un estado de miseria sin precedentes. Literalmente, amenaza la supervivencia de nuestra civilización y todo el sistema de nuestros valores.

La libertad en el ámbito de la moneda nos traerá paz y prosperidad. Persistir en la coacción es el camino a la guerra y a la miseria.

 

* Discurso del Profesor Antal E. Fekete, matemático y experto monetario, durante una cena benéfica de “The Ficino School” en Auckland, Nueva Zelanda, el 28 de octubre 2009.

 Traducción de Hugo Salinas Price.  Cortesía de Oro y Finanzas

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