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Reformas de verdad

Dijo el Maestro “Antes, solía creer en los hechos de las personas con sólo haberlas escuchado; ahora, después de escucharlas observo también sus acciones”. Así se

Dijo el Maestro “Antes, solía creer en los hechos de las personas con sólo haberlas escuchado; ahora, después de escucharlas observo también sus acciones”. Así se expresaba Confucio en uno de sus siempre atinados aforismos.

 

Pues bien, España tiene cuatro problemas fundamentales, que si no se afrontan a la mayor brevedad, ni habrá brotes verdes ni siquiera semillas que los puedan producir.

Estos cuatro problemas, que simplemente enunciaré, son los siguientes:

1)     Hay que mejorar a marchas forzadas la productividad y competitividad de la empresa española, y, para ello:

 No hay más remedio que modificar la legislación laboral.

Hay que retribuir en función de objetivos estableciendo para la remuneración un equilibrio entre los criterios de rendimiento a largo

y corto plazo, aplicando cláusulas de recuperación en caso de los componentes variables.

Debemos llevar a cabo una reforma educativa para el aumento de la productividad a largo plazo.

Debe hacerse una reforma de la Administración y de la financiación autonómica ligándola, no a todo lo que piden las

comunidades, sino a la productividad de las mismas.

Debe prestarse atención al crecimiento de la funcion publica y a su pensamiento de que tienen el trabajo asegurado hasta la

edad de jubilación. El funcionario lo es por su cualificación, no por su cargo.

Y al igual que el Derecho es para la vida y no la vida para el Derecho, lo mismo debe hacerse con la política. Hoy una gra

número de políticos españoles, han pasado del colegio o de la  universidad a la política con nulo contacto con la realidad

empresarial del país y sin experiencia para tomar decisiones de tipo económico que son las que ahora se necesita. Una cosa es

que se formen personas para que sean políticos, que está muy bien, y otra muy distinta es que se tome la política como

profesión.

2)     Debemos dejar de vivir por encima de nuestras posibilidades, como lo hemos hecho hasta ahora, mediante el recurso a un malévolo endeudamiento privado, así como disminuir tajantemente el déficit público, reduciendo el gasto público para acompasarlo a la caída de ingresos producida por una menor actividad. Debemos afrontar la existencia de un modelo productivo superado.

3)     Es necesaria una reforma energética. Tenemos un coste de la energía de los más caros de Europa. No hay que oponerse a las energías renovables, pero siempre que se controlen y no sirvan para el enriquecimiento de unos cuantos espabilados que hacen negocio con ellas. Su sobrecoste debe ser conocido y pagado por la ciudadanía. Ahora, es evidente, que ese excesivo coste permanece oculto para los consumidores en el llamado “déficit de tarifa”.

Si queremos energías renovables expliquemos bien el coste del kilovatio generado por estos medios, y no sólo su relación con el cambio climático, y digamos claramente cuánto tendrá que pagar el consumidor si se le repercutiera el coste.

No hagamos “política barata” en torno a la energía nuclear. Lo de Chernobil fue una excepción, algo difícil de volver a producirse si se establecen las medidas de vigilancia adecuadas. No hablemos del problema de los residuos nucleares, pues hay soluciones razonables a los mismos. Por el contrario, hablemos con claridad de las ventajas de la energía nuclear, de su necesidad, de su seguridad y, sobre todo, dejemos de hacer el ridículo y afrontemos que muchas de las centrales nucleares francesas están cerca de nuestra frontera y que -encima- les compramos energía eléctrica.

Dejémonos de apoyar tanto a los “modernos ecologistas ricos”, que ya no son los auténticos de antes, y están a sueldo de oscuros intereses económicos que  convendría sacar a la luz.

En definitiva hay que “sincerar” los precios de la energía al consumidor, y aprobar un impuesto  nuclear (prorrogar todas las centrales, pero socializando una buena parte del superbeneficio que de esta energía obtienen las eléctricas).

Además, mientras tengamos una energía cara difícilmente tendremos inversiones extranjeras, al menos, en el sector industrial.

4)     Sería necesaria, nunca una intervención, pero sí al menos un mayor control sobre el sistema financiero aplicando el principio de “delega pero verifica”. Es decir la practica del libre mercando pero verificando el funcionamiento del mismo. Y ello por distintas razones:

a)     Controlar su solvencia y liquidez.

b)    Hacer que el crédito llegue a las medianas y pequeñas empresas; verdadero tejido industrial de nuestro país y creadoras de empleo.

c)     Evitar que el pasivo que capten por diversas formas, incluso públicas, lo dediquen única y exclusivamente a actividades no productivas.

d)    Tenemos que hacer “tabla rasa” de los condicionamientos políticos y afrontar la realidad de que el control económico de las cajas de ahorros, en estos momentos, la debe tener el Estado Central y no los gobiernos locales.

e)     Potenciar aún más el ICO como instrumento para hacer llegar el crédito al sistema productivo.

f)     Hay que tener en cuenta que como consecuencia de la larga etapa de bonanza, en algunas instituciones financieras hay dificultades para gestionar el crédito y el recobro con sentido constructivo. Lamentablemente, las personas que dominaban estos temas están en sus casas jubiladas ó prejubiladas.

g)    Hay que forzar las absorciones y las fusiones de entidades financieras, pero ¿vamos a fusionar entidades malas con otras malas o cuasi-malas? Es lo único para lo que sirve el FROB. Hace falta una solución rápida y sólo es posible si, el que tenga la responsabilidad, llamara a las seis entidades grandes y solventes y  les dijera que se “ocupen” de las más “tocadas”, con alguna ayuda en forma de crédito blando o capital.

Y como colofón de estos problemas he  de manifestar que no coincido filosóficamente con la nota que Voltaire escribió al Marques de Argence el 1 de octubre de 1759, que decía: “Tenéis mucha razón en rechazar todas las ideas populares. Nunca los sabios han pensado como el pueblo”. Pero lo que sí es evidente que los gobernantes que han pasado a la posteridad han sido los que en un momento de dificultad han tomado medidas antipopulares. Y es cierto también que, normalmente, solo los gobiernos de izquierdas pueden hacer reformas estructurales que es posible  sean coyuntural y temporalmente antipopulares, pero absolutamente  necesarias para el futuro de los ciudadanos.

Por otro lado, y a estos cuatro problemas anunciados, hay que añadir:

1. El que todos los países de la Unión Europea están atravesando una importante crisis económica y financiera, e incluso me atrevería a decir que la crisis global ha afectado a todos los países de la OCDE.

2. En la Unión Europea, a pesar de que todos sus componentes están afectados por la crisis económica, solo ha trascendido de forma patente el caso de Grecia por su mayor debilidad de las finanzas públicas. Las ayudas del FMI eliminan la incertidumbre griega a corto plazo, pero la inquietud general persiste.

 

3. Nos encontraremos, si no tomamos las medidas adecuadas, ante lo que podríamos llamar “la crisis de Occidente”, en la que las clases magistrales que damos a los países emergentes nos las podremos aplicar nosotros mismos. Países emergentes que además de tener un importante crecimiento tienen ya unas primas de riesgo similares al de la media europea.

Dijo el Maestro “Antes, solía creer en los hechos de las personas con sólo haberlas escuchado; ahora, después de escucharlas observo también sus acciones”. Así se expresaba Confucio en uno de sus siempre atinados aforismos.

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