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Una fábula financiera (¿o no tanto?)

Supongamos una entidad financiera que tuviera un valor neto, por ejemplo, de 20.000 millones de euros e implantación en todo el territorio nacional. No es sociedad

Supongamos una entidad financiera que tuviera un valor neto, por ejemplo, de 20.000 millones de euros e implantación en todo el territorio nacional. No es sociedad anónima, es incluso muy difícil saber exactamente de quién es, vive sin dueño reconocido en una endogamia absoluta inexplicable por la que, para su desgracia, no ha tenido que rendir cuentas a ningún propietario y ha sido un precioso juguete para políticos que, como los gases, tienen una ilimitada capacidad de ocupar espacios vacíos, sobre todo si les reportan poder.

Tiene un problema fundamental, la falta de liquidez, cosa que es mortal para su negocio, y al mismo tiempo se encuentra con una tasa de mora muy elevada y con una sobreinversión forzada en inmuebles no funcionales, que, además, va a crecer como consecuencia de la evolución previsible de la ejecución de créditos morosos. Aparte de todo ello, se le obliga a cumplir, de repente, unos criterios de recursos propios sobre activos totales que le pueden obligar a vender sus activos sanos y quedarse sólo con los más o menos tóxicos, porque ya se sabe que nadie viene a comprar lo malo, solo hay ofertas para comprar lo bueno. Si cumple esas exigencias, esa entidad, para ser solvente, dejará de ser rentable. Paradojas de obedecer a reguladores que nunca han sabido cómo hacer negocio y que han mirado hacia otro lado cuando los gestores han realizado operaciones que, ahora, que no antes, no les gustan.

Es una bella disyuntiva: o cierra porque no tiene liquidez o vende lo mejor de su patrimonio para conseguirla, con el riesgo, en ese caso, de tener que cerrar igualmente porque su activo resultante estará excesivamente contaminado y debería dotar provisiones más o menos equivalentes a la liquidez obtenida por esa enajenación de patrimonio.

Rendir cuentas

Los que se oponen al proceso actual de saneamiento de las Cajas de Ahorro diciendo que "no a su nacionalización" lo que de verdad defienden es que se mantenga la opacidad en la gestión de unas entidades que ahora son todo menos privadas

Pero supongamos que se cambiase su naturaleza jurídica transformándola en un banco con forma de sociedad anónima. Por fin sabríamos ya de quién es, en sus acciones aparecería el nombre de los propietarios, probablemente Corporaciones de Derecho Público, y así la entidad debería rendir cuentas ante ellos y ellos a su vez deberían explicar al pueblo su gestión, de la que serían política y económicamente responsables directos y no difusos como ahora. Los que se oponen al proceso actual de saneamiento de las Cajas de Ahorro diciendo que "no a su nacionalización" lo que de verdad defienden es que se mantenga la opacidad en la gestión de unas entidades que ahora son todo menos privadas.

Puestos a imaginar, supongamos que a continuación aparece un Caballero Blanco dispuesto a invertir 20.000 millones de euros más en esa entidad por la vía de ampliación de capital.

¡Cómo cambiarían las cosas! pasaríamos a tener una entidad bancaria, con gestores responsables ante sus dueños, con 40.000 millones de euros de recursos propios, de los que la mitad serían líquidos, que mantendría todos sus activos rentables y/o estratégicos y que podría tranquilamente provisionar toda su mora y esperar tiempos mejores, o, mejor aún, constituir una sociedad inmobiliaria a la que traspasar todos los activos de esa naturaleza separando así su gestión de la del banco.

¿Cuánto valdría esa sociedad? Evidentemente más de 40.000 millones, probablemente el doble, si cotizase alcanzaría fácilmente una capitalización bursátil que duplicaría su valor en libros. Así pues, si se colocase en el Mercado el 50% de su capital, tanto las Corporaciones propietarias originales como el Caballero Blanco habrían recuperado íntegramente su inversión, serían propietarios de la mitad de un banco y les habría costado cero euros.

¿Ciencia ficción? No tanto, más inimaginable era pensar que el Banco de Crédito Industrial, sus homónimos de Crédito Local y Agrícola, el Banco Hipotecario de España, etc. acabarían fagocitados por  un Banco privado ¿o no?

Ese Caballero Blanco no debería ser el Estado, para ese viaje no necesitamos alforjas, seguiríamos igual que ahora y, además nos habríamos endeudado en 20.000 millones más, debería ser un inversor extranjero y, posiblemente extracomunitario, pues es el perfil de inversor que obtendría más beneficios ya que su entrada no sólo le supondría un buen negocio en sí misma sino que, además, le serviría de trampolín para acceder a todo el mercado comunitario europeo.

Y eso ha de hacerse rápido. Es inmenso el daño que causa en la actualidad el hecho de que la mitad del Sistema Financiero esté más dedicado a "sus cosas" que a servir al Mercado, servicio que es la causa de su existencia y el deseo que albergaron sus fundadores en su creación, no lo olvidemos. En aras de ese servicio poco importaría que, por ejemplo, algún oso, hoy verde, pasara a ser panda, ya se sabe lo importante del gato no es su color sino su capacidad para cazar ratones.

*Joaquín Osuna es Agente de Cambio y Bolsa y Notario

Supongamos una entidad financiera que tuviera un valor neto, por ejemplo, de 20.000 millones de euros e implantación en todo el territorio nacional. No es sociedad anónima, es incluso muy difícil saber exactamente de quién es, vive sin dueño reconocido en una endogamia absoluta inexplicable por la que, para su desgracia, no ha tenido que rendir cuentas a ningún propietario y ha sido un precioso juguete para políticos que, como los gases, tienen una ilimitada capacidad de ocupar espacios vacíos, sobre todo si les reportan poder.

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