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Clara Campoamor: demócrata, feminista y republicana ejemplar
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Marta Matute

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Clara Campoamor: demócrata, feminista y republicana ejemplar

Clara Campoamor ha pasado a la historia como la campeona del feminismo: la mujer que logró arrancar a los parlamentarios españoles un sí para el sufragio

Clara Campoamor ha pasado a la historia como la campeona del feminismo: la mujer que logró arrancar a los parlamentarios españoles un sí para el sufragio universal (161 votos contra 121). Por dos veces, los diputados a Cortes de la Segunda República intentaron tumbar la iniciativa de la Campoamor, y por dos veces, Clara la modistilla, Clara la mecanógrafa, Clara la republicana impuso sus convicciones, arropada tan sólo por una brillantísima dialéctica política y la fuerza de la razón.

 

Fue una batalla titánica, y solitaria. Las derechas, que votarían a favor, no creyeron nunca en una propuesta que les daba ventaja política. La mayoría de los radicales, correligionarios de la diputada, le retiraron su confianza. Por no tener, Clara no tuvo siquiera el apoyo de Victoria Kent, su compañera de bancada. Tuvo que soportar, incluso, la inquina de Indalecio Prieto, el socialista, el eterno aspirante a primer ministro, que abandonaría la Cámara al grito de: “Ha sido una puñalada trapera a la República”. Menudo demócrata.

 

Pero Clara Campoamor fue mucho más que una heroína. O una entusiasta feminista. Por eso su figura se ha ido agrandando con el paso del tiempo. Si hay algo por lo que merece la pena recordar hoy a la Campoamor, además de por sus firmes convicciones democráticas en un tiempo de revoluciones y fanatismos, es por la sagacidad con la diseccionó la época que le tocó en suerte, incluidas las causas de la guerra civil. Fue un animal político.

 

Dicen sus biógrafos que todo en la vida de Clara Campoamor produce asombro. Los esfuerzos por superar un origen modestísimo, con trece años trabajaba como modista, su empeño en forjarse una profesión, la de abogado, cuando ya había cumplidos treinta y tantos años, su militancia feminista, que la enfrentaría a una Victoria Kent capaz de subordinar sus convicciones personales a la disciplina de partido, “de legislar contra los suyos”, como acusaría Campoamor en aquel célebre discurso de 1931. Pero, sobre todo, causa admiración sus sólidas ideas republicanas en una República donde los republicanos, mal que nos pese, se contaban con los dedos de una mano.

 

Dictadura del proletariado

 

Apenas han pasado tres meses del estallido de la Guerra Civil y Campoamor, que huye despavorida de los desmanes y asesinatos perpetrados en Madrid (“Me fui cuando tuve la íntima convicción de que todo estaba perdido y no había nada que salvar, cuando el terror no me dejaba vivir y la sangre me ahogaba”, dirá Manuel Chaves Nogales un año más tarde), escribe desde su retiro en Suiza: “Si el porvenir trae la victoria triunfal de los ejércitos gubernamentales, ese triunfo no llevará a un régimen democrático, ya que los republicanos no cuentan en el bando gubernamental (…) El triunfo de los gubernamentales será el triunfo de las masas proletarias, de la dictadura del proletariado, en detrimento de la democracia (…) Si la debilidad de los gubernamentales lleva a la victoria de los nacionalistas, estos traerán una  dictadura militar. Pero si la dictadura militar es una forma de gobierno fácil de imponer, es muy difícil salir de ella”.

 

Desde el primer día, Campoamor se aparta de los hunos y de los hotros, como les llamará Unamuno. “Hay tantos elementos liberales entre los alzados como antidemócratas en el bando gubernamental. Entre los insurrectos encontraremos hombres que en una época tranquila y normal hubiesen desarrollado en España una actividad liberal en el sentido que tiene este término cuando las élites intelectuales dirigen un país”.

 

Pero Clara Campoamor fue mucho más que una heroína. O una entusiasta feminista. Por eso su figura se ha ido agrandando con el paso del tiempo

¿Ecos de pasado? Ni mucho menos. Los esfuerzos de esta mujer, y de tantos otros, por abonar la tercera España fueron enterrados por la dictadura de Franco con una política de sangre, barro y lágrimas. Por eso, y porque antes hubo una contienda civil, causa perplejidad constatar que todavía hay españoles, en el bando de los unos y en el bando de los otros, dispuestos a que “todo se hunda con ellos si no pueden dirigirlo (…)", tal y como Campoamor auguró en 1936 (refiriéndose al gobierno de Largo Caballero) en las líneas que cierran su ensayo La revolución española vista por una republicana.

 

Marta Matute es periodista

Clara Campoamor ha pasado a la historia como la campeona del feminismo: la mujer que logró arrancar a los parlamentarios españoles un sí para el sufragio universal (161 votos contra 121). Por dos veces, los diputados a Cortes de la Segunda República intentaron tumbar la iniciativa de la Campoamor, y por dos veces, Clara la modistilla, Clara la mecanógrafa, Clara la republicana impuso sus convicciones, arropada tan sólo por una brillantísima dialéctica política y la fuerza de la razón.

Clara Campoamor