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El ejercicio de estilo del Gobierno vs. la España real

Nunca entendí por qué los políticos que lo consiguen, celebran haber ganado unas elecciones. Yo estaría apesadumbrado por el peso de la responsabilidad. Ganar unas elecciones

Nunca entendí por qué los políticos que lo consiguen, celebran haber ganado unas elecciones. Yo estaría apesadumbrado por el peso de la responsabilidad. Ganar unas elecciones para un político honesto -y creo que el Sr. Rajoy lo es- significa aceptar el inmenso reto de tratar de mejorar la situación del país que se hereda. En el caso del actual Gobierno, era obvio para todos que estaba heredando la peor de las situaciones, económica y social posible por tres razones: 1º, estábamos viviendo una profunda e inacabable crisis económica internacional; 2º, el anterior Ejecutivo negó esa crisis y no hizo lo que debía, perdiendo tres preciosos años; y, 3º, no contentos con no haber hecho lo que debían en ese tiempo, lo aprovecharon para hacer justo lo que no se debía hacer. El desastre marcará nuestra época y el tiempo adjetivará merecidamente la gestión de aquel Gobierno.

En un ajuste bien planificado todo el mundo debe de ajustarse algo el cinturón. La clave está en el “todos” y en el “algo”. La realidad es que mientras se pierde el tiempo en ese ya absurdo ejercicio de estilo para tratar de evitar la petición de rescate, la España real se desangra

Pero el Gobierno actual, tras su triunfo en las urnas, debía de haber actuado con rapidez, con contundencia, incluso sobreactuado, y debía de haber explicado dentro y fuera de España qué había ocurrido, qué se habían encontrado y cuál era su plan para arreglarlo. Todo el mundo estaba preparado para ello. En las primeras semanas de gobierno, un amplio equipo de eminentes economistas, bajo la dirección del Ministerio de Economía, debería haber visitado todos los centros de decisión económica del mundo, explicando el plan diseñado por el Gobierno para arreglar España.

Frente a la magnitud del problema, no cabía, y nadie esperaba, un proceso discreto y tranquilo, sin sobresaltos, pretendiendo que las cosas, poco a poco, se fueran arreglando solas y al final el ajuste fuera innecesario o de escasa magnitud.

Este no es un conflicto del tipo Aguirre-Gallardón, que el tiempo ha resuelto, o modelo Sáenz de Santamaría-Cospedal, que el tiempo resolverá. Aquí, cada día que pasa sin hacer las cosas que deben hacerse cierran empresas, crece el desempleo y la desesperación de la población.

En un ajuste bien planificado -y tiempo para ello ha habido- todo el mundo debe ajustarse algo el cinturón. La clave está en el “todos” y en el “algo”. La realidad es que mientras se pierde el tiempo en ese ya absurdo ejercicio de estilo para tratar de evitar la petición de rescate, la España real se desangra. Y lo que es más grave, se está perdiendo el mejor material humano y empresas productivas, mientras se mantiene una inasumible estructura improductiva que fue creada por el nepotismo político de todos los signos y ahora se mantiene por miedo.

La petición de rescate, bien planificada y negociada, entre otras cosas, permitiría limpiar del escenario, todas esas prebendas que en estos años de borrachera presupuestaria se han concedido. Es posible que el problema se pueda acabar resolviendo sin la petición de ayuda, pero el precio que habremos pagado por el camino, en términos riqueza nacional, será enorme y la historia también sabrá adjetivarlo.

*Ángel Viñas, presidente y director general de Seguros Broker.

Nunca entendí por qué los políticos que lo consiguen, celebran haber ganado unas elecciones. Yo estaría apesadumbrado por el peso de la responsabilidad. Ganar unas elecciones para un político honesto -y creo que el Sr. Rajoy lo es- significa aceptar el inmenso reto de tratar de mejorar la situación del país que se hereda. En el caso del actual Gobierno, era obvio para todos que estaba heredando la peor de las situaciones, económica y social posible por tres razones: 1º, estábamos viviendo una profunda e inacabable crisis económica internacional; 2º, el anterior Ejecutivo negó esa crisis y no hizo lo que debía, perdiendo tres preciosos años; y, 3º, no contentos con no haber hecho lo que debían en ese tiempo, lo aprovecharon para hacer justo lo que no se debía hacer. El desastre marcará nuestra época y el tiempo adjetivará merecidamente la gestión de aquel Gobierno.

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