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Las ventajas de subir el IVA

El impuesto sobre el valor añadido (IVA) fue el “evento fiscal del siglo XX”. Apareció en Francia en los años 60 y en menos de 40

El impuesto sobre el valor añadido (IVA) fue el “evento fiscal del siglo XX”. Apareció en Francia en los años 60 y en menos de 40 años se ha extendido por más de 150 países. Las razones de este éxito son económicas. El IVA es la forma más efectiva de recaudar impuestos sin perjudicar la productividad de un país. Además, es un impuesto barato para el Estado porque se gestiona, declara, calcula y paga por el contribuyente. Y como el IVA se paga en cada eslabón de la cadena productiva, el fraude fiscal en un mercado interno es prácticamente nulo. En resumen, el IVA es rentable, efectivo, difícil de defraudar y con pocos efectos negativos sobre la economía. ¿Qué más se le puede pedir a un impuesto?

El martes pasado, la Comisión Europea recomendó a España aumentar la recaudación del IVA a partir del año que viene. Después de subir este impuesto cinco puntos en poco más de dos años, la mayoría de españoles se habrá quedado con cara de pocos amigos. Este artículo explica las razones de la Comisión para hacer esta recomendación y los cambios que debería hacer España para mejorar el rendimiento de su recaudación por dicho gravamen

La efectividad del IVA en un país se mide comparando la recaudación total del impuesto con lo que se habría recaudado gravando todos los productos al tipo general. El llamado ratio de ingresos por IVA (VRR, por sus siglas en inglés) mide esta proporción y es aquí donde España suspende con mala nota. Nuestro ratio de IVA es el tercero por la cola entre los 34 países de la OCDE y el último en la UE. Esta es la justificación de la Comisión Europea y del BCE para recomendar su subida en determinados productos. Aunque la Comisión no lo incluya en su informe, la teoría dice que las ampliaciones de la base imponible al tipo general deben ir acompañadas de bajadas de otros impuestos a las rentas más bajas, de manera que se compense la regresividad del impuesto.

El IVA se debería subir en productos cuyo precio no altere la demanda y estos son, mal que nos pese, los bienes básicos. Las familias garantizan un consumo estable de bienes como alimentos y productos farmacéuticosLos tipos reducidos de IVA están pensados para compensar a las familias con menos recursos. Sin embargo, las rentas más altas son las que más se benefician de estos tipos reducidos porque son las que más consumen. El dinero que los ricos se ahorran en productos con tipos reducidos es dinero perdido para el Estado. La alternativa consiste en gravar más productos al tipo general y compensar a las rentas más bajas por otros medios, por ejemplo, reduciéndoles los tipos de IRPF.

Pero expliquemos esto de forma más práctica. Pongamos de ejemplo una persona con 50.000 euros de renta frente a una con 8.000. La primera consume 100 euros al mes en productos con un tipo de IVA, digamos, del 4%. La segunda consume 40 euros mensuales en esos mismos productos. En este caso, el Estado está perdiendo 17 euros en los productos que compra la persona con la renta más alta. La renta más baja, por su parte, recibe una subvención de 6,8 euros.

Costes políticos

Ahora imaginemos que gravamos todos esos productos al 21%. El Estado recaudaría 23,8 euros más de lo que recaudaba antes. Después de compensar con 6,8 euros a la renta más baja a través del IRPF, tiene un saldo final positivo de 17 euros. En la práctica, existen más variantes y costes políticos difíciles de solventar, pero este esquema se está extendiendo en todos los países desarrollados.

Una vez asumido que el IVA es el menos malo de los impuestos y que España debe ajustar su diseño fiscal para hacerlo más efectivo, la siguiente cuestión es decidir qué productos pasan del tipo reducido al tipo general. Todas las subidas de impuestos tienen un coste. El reto consiste en elegir la reforma que optimice esos costes atendiendo a las necesidades de nuestro país, principalmente el paro y la desaceleración económica.

Mucho se habla sobre mayores subidas en el sector de la hostelería. Sin embargo, existen dos razones que van en contra de esta propuesta. En primer lugar, la demanda en estos servicios es especialmente sensible a la subida de precios, son productos con mucha elasticidad del consumo respecto al precio. En segundo lugar, la hostelería y restauración son sectores que necesitan un índice alto de mano de obra para obtener el producto -hablamos de mano de obra poco cualificada-. El resultado de subir el IVA en este sector sería una subida desproporcionada del paro en personas especialmente difíciles de recolocar.

Teniendo en cuenta las sugerencias de la CE y la tendencia a ampliar la base imponible en la UE, podríamos prever que España volverá a subir el IVA en 2014. Los candidatos estrella son los tipos reducidosEl IVA se debería subir en productos cuyo precio no altere la demanda y estos son, mal que nos pese, los bienes básicos. Las familias garantizan un consumo estable de estos como alimentos y productos farmacéuticos, y sólo después se permiten otros bienes más lujosos. De este modo, aumentar la cesta de alimentos sujetos al tipo general generaría mayores ingresos para el Estado sin afectar al empleo. No nos olvidemos de que estas medidas deben ir acompañadas de compensaciones en el IRPF para las familias más pobres. Esto es importante ya que, de lo contrario, los perjuicios sociales vendrán de la desigualdad en vez del desempleo.

Los siguientes productos que se deben sujetar al tipo general son los libros y otras publicaciones. No cabe duda de que el uso de estos bienes se debe fomentar entre la población, pero no es menos cierto que el gravamen que nos ocupa no es el mecanismo adecuado. Diversas simulaciones en multitud de escenarios demuestran que su subida en estos productos no reduce el consumo ni aumenta el desempleo. Sin entrar en las necesidades particulares de España, cualquier país debería recaudar todo el IVA en estos productos y fomentar su consumo por otras vías. Por ejemplo, reinvirtiendo el IVA adicional que se cobra por cada libro en créditos a la industria editorial.

Una razón más para ampliar la lista de bienes sujetos al tipo general es la reducción de costes para las empresas. Cuanto menor es la lista de tipos reducidos, más simple es la gestión y menores los costes administrativos. El sector de la alimentación sería el principal beneficiario de este ahorro. Esto ayudaría a disminuir los costes de gestión del IVA en España, ya de por sí elevados por el número de declaraciones. Una gran empresa que realiza operaciones intracomunitarias debe presentar 25 declaraciones al año, cuando lo normal en Europa son 8.  

Teniendo en cuenta las sugerencias de la Comisión y la tendencia a ampliar la base imponible en la Unión Europea, podríamos prever que España volverá a subir el IVA en 2014. Los candidatos estrella son los tipos reducidos, con posibles subidas en alimentos, publicaciones, medicinas y, posiblemente, restaurantes. Lo normal es que estas alzas fueran acompañadas de bonificaciones u otras compensaciones fiscales para las rentas más bajas. A pesar del coste político por el rechazo que suelen provocar en los ciudadanos las subidas de IVA, estos cambios nos llevarían a un diseño fiscal más eficiente, más sencillo y más justo.

*Pedro Pestana da Silva es especialista en fiscalidad internacional.

El impuesto sobre el valor añadido (IVA) fue el “evento fiscal del siglo XX”. Apareció en Francia en los años 60 y en menos de 40 años se ha extendido por más de 150 países. Las razones de este éxito son económicas. El IVA es la forma más efectiva de recaudar impuestos sin perjudicar la productividad de un país. Además, es un impuesto barato para el Estado porque se gestiona, declara, calcula y paga por el contribuyente. Y como el IVA se paga en cada eslabón de la cadena productiva, el fraude fiscal en un mercado interno es prácticamente nulo. En resumen, el IVA es rentable, efectivo, difícil de defraudar y con pocos efectos negativos sobre la economía. ¿Qué más se le puede pedir a un impuesto?

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