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El Papa en Lampedusa. No sin mi látigo, Santidad
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El Papa en Lampedusa. No sin mi látigo, Santidad

El hecho de que un líder global como el Papa escogiera Lampedusa como su primer viaje no es casual. Uno de los grandes fenómenos de nuestro

Foto: El Papa Francisco, durante su visita a Lampedusa (Reuters)
El Papa Francisco, durante su visita a Lampedusa (Reuters)

El hecho de que un líder global como el Papa escogiera Lampedusa como su primer viaje no es casual. Uno de los grandes fenómenos de nuestro tiempo es el de las migraciones. Se calcula que uno de cada siete habitantes del planeta es un inmigrante. Esa categoría cubre no solo a los desheredados que vemos morir en pateras sino también a los inmigrantes por razones económicas.España es una superpotencia en ese campo. Solo Canadá, Francia, Inglaterra, Alemania, Rusia, y los EEUU tienen más personas nacidas fuera de sus fronteras (ODCE, International Migration, 2013). Y en términos absolutos, siempre dentro de los años del boom, solo los EEUU han superado a nuestro país en número de inmigrantes.

Pero si el gran motor de las migraciones económicas es mejorar el nivel de vida y los flujos positivos o negativos dependen de la coyuntura, otros inmigrantes no voluntarios constituyen capítulo aparte y sus nombres recorren como un hilo de horror la historia de estos últimos años. Refugiados, apátridas, demandantes de asilo, desplazados internos... y aquí el lugar de honor lo ha ocupado tradicionalmente África.

Abrió el fuego (literalmente) el Numeiri en Sudán con una decisión política impuesta por los Hermanos Musulmanes: extender la sharia a todo el país (1983). La Conferencia Episcopal Sudanesa viajó desde Kenia a Khartum y le dijo al líder: "Va usted a lanzar al país a la guerra civil. Va a romper Sudán en dos y además eso le va a costar el poder".A diferencia de otras iglesias más cercanas a nosotros con supuestos conflictos irresueltos, la sudanesa acertó en todo. Para colmo de males, a esa guerra civil le siguió Darfur. Resultado: la operación humanitaria más larga y costosa de la ONU con más de dos millones y medio de desplazados y un campo de refugiados en Kenia donde se hacinan cerca de cien mil personas, Kakuma (en swahili "ninguna parte"), y al que si se accede por tierra ha de hacerse en convoy protegido por el Ejército.

Diez años más tarde siguieron los Grandes Lagos. Volvió a abrirse allí el círculo de la violencia hutu-tutsi que Leo Kuper contó tan bien en su clásico The pity of it all y que tiene su origen, ¡cómo no! en el colonialismo. Los belgas se apoyaron para gobernar en la aristocracia tutsi, algo que hicieron los franceses con los alauitas en Siria, los ingleses con los maharahas en el Raj y los rusos con los notables locales en todas las gubernias de su Imperio.

La novedad belga es que, una vez descolonizada Ruanda, instaron a los hutus a la rebelión en nombre del sufragio universal. Novecientos mil muertos y dos millones de refugiados más tarde, el conflicto terminó por salpicar a la República Democrática del Congo, donde también hay hutus y tutsis. De hecho fueron los hutus los que iniciaron la primera guerra civil congoleña que derrocó a Mobutu y trajo a Kabila.La llamada segunda guerra civil congoleña no fue propiamente tal pues tomaron parte en ella, de una forma u otra, Angola, Ruanda y Uganda. Se considera el conflicto más sangriento desde la II Guerra Mundial y aunque subsiste un foco de insurgencia en Kivu se admite que terminó en el 2003. Su legado: más de cinco millones de víctimas.

El cuerno de África tiene a Somalia como fulcro. El islamismo probó allí sus estrategias antes de extenderlas a otros frentes, y la guerra civil y la desestructuración no han terminado. De hecho aumenta en Kukuma y otros campos de la ONU la presencia de refugiados somalíes y etíopes.No obstante su número apenas sobrepasa el millón.

Para no abrumar al lector con más horrores citaré los otros dos grandes focos de desplazados, hijos de dos guerras recientes. Irak/Siria con más de dos millones y medio de personas clasificadas por ACNUR como "gente que nos preocupa" ("people of concern") y sobre todo, Afganistán,que es una categoría aparte porque la "preocupación" sobrepasa los cuatro millones de personas.

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Por fin, cerca de nosotros tenemos Mali. Derrocar militarmente a Gadafi fue cosa simple. Las consecuencias humanitarias que trajo esa victoria y, más en general las primaveras árabes, se están ahora empezando a ver. No son comparables con los genocidios que he mencionado de pasada. Pero al producirse cerca de nosotros y terminar en el territorio europeo de Lampedusa sirven como punta visible de ese iceberg de precariedad y sufrimiento que desbarata a la humanidad.

El Papa dirigió un movimiento espiritual cuyo primer manifiesto fueron las Bienaventuranzas del Sermón de la Montaña. En ellas Jesús no solo hace de los desheredados su pueblo sino que les alaba y les llama "sal de la tierra". Más aún, les exhorta a que sean la luz del mundo, pues "no se hizo la luz para ponerla bajo el celemín".

A la derecha italiana, xenófoba, que mezcla interesadamente inmigrantes económicos, demandantes de asilo, apátridas y desplazados con el único propósito de crear miedo en tan civilizado y querido país, el viaje del Papa a Lampedusa le ha parecido mal. Es de imaginar que quienes defienden la violación como modo de acogida rechinen los dientes al ver al Papa vestido de morado, en signo de penitencia y luto, hablando de "globalización de la indiferencia" y pidiendo perdón para los causantes de tanto daño- el Papa no emplea eufemismos del tipo "los mercados".

Ahora bien: dado el mandato que hace de Bergoglio S.J. Papa ¿a dónde esperaba la derecha italiana que fuese, a la Bolsa de Milan? Pues si no recuerdo mal, cuando Jesús fue al Templo/Mercado no lo hizo con las manos abiertas para bendecir. Bueno, a lo mejor, después de todo, es una idea defendible un paseo del Papa Francisco por Piazza Affari. Imagino el colapso de las redes sociales del mundo mundial con el mensaje. "No sin mi látigo, Santidad, no sin mi látigo".

El hecho de que un líder global como el Papa escogiera Lampedusa como su primer viaje no es casual. Uno de los grandes fenómenos de nuestro tiempo es el de las migraciones. Se calcula que uno de cada siete habitantes del planeta es un inmigrante. Esa categoría cubre no solo a los desheredados que vemos morir en pateras sino también a los inmigrantes por razones económicas.España es una superpotencia en ese campo. Solo Canadá, Francia, Inglaterra, Alemania, Rusia, y los EEUU tienen más personas nacidas fuera de sus fronteras (ODCE, International Migration, 2013). Y en términos absolutos, siempre dentro de los años del boom, solo los EEUU han superado a nuestro país en número de inmigrantes.

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