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Al final no hubo sorpresa en las elecciones alemanas. No lo hubiera sido el derrumbe de los liberales ni tampoco el fuerte descenso de los Verdes

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Al final no hubo sorpresa. No lo hubiera sido el derrumbe de los liberales ni tampoco el fuerte descenso de los verdes. Pero casi hubo otra: la mayoría absoluta. Por poco, Angela Merkel no puede gobernar en solitario. En realidad, ahora la gran pregunta es: como los liberales no entran en el Parlamento, ¿con quién pactará? ¿Se volverá a una Gran Coalición con los socialdemócratas, aunque su líder, el inoportuno Peer Steinbrück, ha dicho que él no entraría en un gobierno así? ¿Significa esto que su partido no aceptará esa coalición o simplemente que quizá la haya, pero sin su presencia? ¿O la canciller pactará con los Verdes, en una coalición insólita, aunque ya existente en los niveles regional y local?

Sea como sea, las elecciones germanas se han convertido en un gran triunfo de Merkel. ¿Por qué? Así lo han decidido los alemanes, que han preferido no hacer experimentos con gaseosa. Porque, aparte de la canciller, había mucha gaseosa.

En primer lugar, la gaseosa, bastante inocua, de los liberales, que por primera vez en la historia de la República se quedan fuera del Parlamento. El partido, que dio a Alemania personalidades como el primer presidente federal, Theodor Heuss, o el sempiterno ministro de Asuntos Exteriores Hans-DietrichGenscher, símbolo de la distensión, ahora no tiene ni personalidades ni perfil.

A los Verdes, que partían de un importante 15% de intención de voto, les ha afectado la Historia. Hicieron amigos con la propuesta de subir los impuestos. Y, en la recta final de la campaña, se vieron confrontados con el hecho de que en sus inicios habían pedido suprimir las trabas legales a las relaciones sexuales con niños

Su anterior presidente, el flojo ministro de Exteriores Westerwelle, sólo ha conseguido destacar cuando en la crisis libia se abstuvo en la ONU, marcando diferencias con sus socios comunitarios. El actual presidente, Rösler, ni siquiera por eso. El candidato Brüderle, quizá la figura de más peso político en la formación, lo hizo gracias a algunas groseras actitudes machistas.

A los Verdes, que partían de un importante 15% de intención de voto y con expectativas de alcanzar hasta el 20%, les ha afectado la Historia. Hicieron amigos con la propuesta de subir los impuestos. Y, en la recta final de la campaña, se vieron confrontados con el hecho de que en sus inicios, en alguna campaña electoral, habían pedido suprimir las trabas legales a las relaciones sexuales con niños. Su líder JürgenTrittin, un hombre de talla política, había sido personalmente responsable de una de aquellas campañas. Sus tibias explicaciones apelando a que eran tiempos confusos no dejaron un buen efecto. Ellos, los implacables moralistas cuando se trataba de otros, ahora aparecían en dudosa luz.

Lo demás es anécdota. El ligero ascenso de los socialdemócratas les puede llevar al gobierno, pero la cuestión de quién es su líder con futuro queda abierta. El que los Piratas no hayan entrado en el Parlamento muestra lo difícil que es -incluso tras un primer éxito- transformar un movimiento social en un partido. También ha quedado fuera la nueva y euroescéptica Alternativa por Alemania, lo que denota que -a pesar de los rescates de griegos y otros- el euroescepticismo no vende mucho en el país. También Die Linke, el partido de izquierdas.

Queda, pues, Merkel. Que en política es un poco como en vestimenta: variaciones sobre un mismo traje. Aburrida quizá, pero confiable. Y un poquito de emoción, por las posibles coaliciones. O por las posibles condiciones de la coalición más posible: la roji-negra.

*Enrique Banús es director del Centro de Estudios Europeos de la Universidad Internacional de Cataluña y presidente de la Asociación Internacional de Estudios Europeos

Al final no hubo sorpresa. No lo hubiera sido el derrumbe de los liberales ni tampoco el fuerte descenso de los verdes. Pero casi hubo otra: la mayoría absoluta. Por poco, Angela Merkel no puede gobernar en solitario. En realidad, ahora la gran pregunta es: como los liberales no entran en el Parlamento, ¿con quién pactará? ¿Se volverá a una Gran Coalición con los socialdemócratas, aunque su líder, el inoportuno Peer Steinbrück, ha dicho que él no entraría en un gobierno así? ¿Significa esto que su partido no aceptará esa coalición o simplemente que quizá la haya, pero sin su presencia? ¿O la canciller pactará con los Verdes, en una coalición insólita, aunque ya existente en los niveles regional y local?

Sea como sea, las elecciones germanas se han convertido en un gran triunfo de Merkel. ¿Por qué? Así lo han decidido los alemanes, que han preferido no hacer experimentos con gaseosa. Porque, aparte de la canciller, había mucha gaseosa.

En primer lugar, la gaseosa, bastante inocua, de los liberales, que por primera vez en la historia de la República se quedan fuera del Parlamento. El partido, que dio a Alemania personalidades como el primer presidente federal, Theodor Heuss, o el sempiterno ministro de Asuntos Exteriores Hans-DietrichGenscher, símbolo de la distensión, ahora no tiene ni personalidades ni perfil.

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