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Ucrania: la Polar es lo que importa
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Ucrania: la Polar es lo que importa

En 1921, la URSS se aprestaba a recuperar lo que había perdido con la Revolución de Octubre. Hoy, la Federación Rusa quiere hacerse con lo que

Foto: Ucranianos a favor del acuerdo de asociación con la UE se manifiestan en Kiev (Reuters).
Ucranianos a favor del acuerdo de asociación con la UE se manifiestan en Kiev (Reuters).

En 1921, la URSS se aprestaba a recuperar lo que había perdido con la Revolución de Octubre. Hoy, la Federación Rusa quiere hacerse con lo que le arrebató la Caída y eso le lleva a tres frentes: Asia Central, donde el competidor económico es China; el Cáucaso, sin oponentes; y Ucrania, que, como se ve, está en duda.

Tras esa evidencia como prólogo, advierto al lector que en el escenario ucraniano nadie es inocente. Ni los EEUU, ni Alemania, ni Rusia, ni tampoco la católica, apostólica y romana Polonia. Los EEUU intentaron desencajar Ucrania de la esfera rusa con un golpe de Estado, la Revolución Naranja. Un irrestricto fracaso político, económico e institucional. Alemania, por su parte, se apuntó a un gaseoducto directo con Rusia, el Nord Stream, apenas ayer, en 2011. Eso, desde el punto de vista estratégico, era abandonar a su suerte a Bielorrusia, Ucrania y Polonia. Ésta última, al verse sola frente al oso ruso, llegó a comparar ese trato con el Pacto Ribbentrop-Molotov de agosto de 1939. Retórica pura. Poco después, cuando Rusia acomodó su gas a un precio especial con Ucrania… ¡Polonia pidió a Rusia la cláusula de nación más favorecida en precios de gas!

La debilidad rusa de proyección exterior no puede compensarse con una política interior hipernacionalista, xenófoba, homófoba y falsamente ortodoxa. Lo que Moscú ofrece a los productos industriales ucranianos, como en su día ofreció a los checos o los rumanos, es esa Rusia insostenible a largo plazo

Vayamos ahora a Rusia. ¿Cree de verdad Moscú que el gas y el petróleo le dan la misma fuerza estratégica que le dieron en su día el Imperio de los zares o la ilusión comunista de la URSS? Menos aún ahora que los EEUU no importan gas y el mercado está saturado. Esa debilidad de proyección exterior no puede compensarse con una política interior hipernacionalista, xenófoba, homófoba y falsamente ortodoxa. Lo que Rusia ofrece a los productos industriales ucranianos, como en su día ofreció a los checos o los rumanos, es esa Rusia insostenible a largo plazo.

La UE no está libre de culpa

Pero la UE tampoco está libre de culpa. Si es verdad que a Rusia le han bastado 1.000 millones y una rebaja en el precio del gas para hacerse con Kiev, ¿no hay medios bastantes en Bruselas para contrarrestar esa oferta?; ¿Tanto nos costaría hacer de poli bueno que hemos de dejar a Kiev en manos del FMI?; ¿Es ese BCE el mismo que cuantifica el ajuste ADICIONAL de la banca española en 35.000 millones de euros?; ¿Nos importa de verdad Ucrania o todo son palabras, palabras, palabras?

Más que palabras, una cortina de humo. Los problemas de verdad son otros. El primero de todos, la naturaleza del ajuste. No se trata de si va a haberlo o no, sino de si va a ser vertical u horizontal. Vertical es el pactado entre el poder y la sociedad civil, el modelo polaco. Es el que de verdad funciona. El horizontal es aquel en el que las élites extractivas pelean por los despojos del naufragio. Ese es el modelo tanto de Yelstin como de Putin como de la Revolución Naranja como de Yanukovich. No salió bien en Rusia, no saldrá bien en Ucrania, ni en ningún sitio. Pero tampoco saldrá bien en su versión UE, ni siquiera con facilitación de visados y otras minucias para compensar el expolio.

Porque se trata de un expolio. La UE no va con el modelo vertical debajo del brazo. Eso exigiría tiempo, dinero, buena gobernanza, estrategia y, sobre todo, amor. La prenda de Ucrania para la UE son simplemente vehículos, maquinaria para exportación. Y sólo tienen algún valor si pueden reconvertirse a precio de ajuste del FMI.  Mientras queremos hacer eso en Ucrania, digámoslo de paso, aconsejamos a China abandonar ese modelo exportador y centrarse en el consumo. En cuanto a la naturaleza de esos activos de exportación, recordemos: la alta tecnología está en los EEUU y el dinero en China. El modelo UE de exportación de bajo valor añadido y coste maquilador de mano de obra es tan insostenible como el ruso, aunque nuestros soldados no pasen ya bajo los iconos ni los periodistas salten por las ventanas con una frecuencia sorprendente. La ampliación a Ucrania, en esos términos, es un complemento de economía real al vudú financiero del BCE, otra patada hacia adelante y dos caras de la misma moneda. La insostenibilidad del modelo.

Soñar con un nuevo mercado

Alemania imagina también que la ampliación traerá un nuevo mercado para sus ollas a presión y sus bombillas. No lo tengo tan claro, visto que sin sociedad vertical no hay demanda de consumo robusta. Las sociedades horizontales generan una distribución dual de la renta. Unos pocos tienen de sobra y la mayoría no tiene nada.

Hablemos ahora de estrategia. Si queremos hacer una Eurasia que vaya de Francia a Vladivostok, noble propósito al que me adhiero, la metáfora no puede ser la Bielorrusia de Lukashenko, pero tampoco los coches maquilados, ni muchísimo menos la finanza del mago, que consiste en partir una manzana en tres trozos y decir que tienes tres manzanas (la Fed y el BCE con Krugman como intelectual orgánico).

Y con esto llegamos al final. Alemania ha llamado “colonialista” a Rusia. Y no va a asistir a los Juegos Olímpicos de invierno en Sochi para protestar por la política de derechos humanos de Putin. Eso jamás hubiese podido pasar en el paradigma de la Ostpolitik clásica, la que inauguró Brandt poniéndose de rodillas en el gueto de Varsovia. ¿Será posible que estemos asistiendo a un renacer de la Alemania en el Este ya sin complejos de culpa ni hipotecas? ¿Ostpolitik 2 o Realpolitik a secas?

Una última advertencia y una apostilla histórica. Uno. La retórica no es inocente, sino incendiaria. Si Alemania ha hablado de “colonialismo ruso”, Rusia ha replicado hablando de nazis y kulaks. Mucho cuidado. Durante casi cincuenta años la seguridad europea ha sido tributaria, en gran medida, de la Ostpolitik. No es una buena idea que Occidente deje de ser Brandt para pasar a ser el jesuita polaco invasor de Boris Godunov, aunque la música de Mussorsky sea sublime. Dos: cuando el Káiser Federico Guillermo II despidió a Bismarck y puso fin a la alianza germano-rusa, esa soledad estratégica llevó a Rusia, y con ella a los Balcanes, al corazón de Europa y fue la mecha de lo que terminó por explotar en Sarajevo y más tarde en Hiroshima. Las circunstancias son otras, la estupidez humana la misma.

Ruego a Berlín y Moscú que no lo olviden. Hago extensivo el ruego a Bruselas.

*José A. Zorrilla es diplomático.

En 1921, la URSS se aprestaba a recuperar lo que había perdido con la Revolución de Octubre. Hoy, la Federación Rusa quiere hacerse con lo que le arrebató la Caída y eso le lleva a tres frentes: Asia Central, donde el competidor económico es China; el Cáucaso, sin oponentes; y Ucrania, que, como se ve, está en duda.

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