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Se equivoca el señor Presidente de la Comisión Europea
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Norberto E. García

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Se equivoca el señor Presidente de la Comisión Europea

Durão Barroso subrayó recientemente que la burbuja inmobiliaria española fue causado por el descontrol en las Cajas. Esto es claramente falso.

En una exposición reciente en Santander, José Manuel Durão Barroso, todavía presidente de la Comisión Europea, subrayó varios temas notables. El primero, que el crecimiento de la burbuja inmobiliaria española fue causado por el Banco de España y el descontrol en las Cajas. Esto es claramente falso, muestra de la estrechez de miras del político portugués con altas responsabilidades en la Unión Europea.

Le convendría analizar con más detalle las causas del incremento de la burbuja inmobiliaria y financiera en España, que se relacionan también con graves errores de la política económica del gobierno español entre 1998 y 2008 y no solo en las decisiones del Banco de España y de las Cajas. Pero además le convendría mirar hacia su propia casa y hacer un ejercicio autocrítico observando los serios fallos de la Comisión Europea y del Banco Central Europeo (BCE) en el mismo período, que han sido subrayados por numerosos economistas y hasta por altos funcionarios del FMI.

No es solo la existencia de lagunas y disfunciones en la arquitectura de la Eurozona, es la concatenación y acumulación de errores importantes en sus decisiones de política económica, internas y externas a España, registradas durante muchos años, desde antes de la crisis del 2007-09 hasta la actualidad, lo que explica la amplitud, duración y profundidad de la crisis española.

En segundo lugar y en la misma exposición, el presidente de la Comisión Europea señala que existe una distancia significativa entre el desempeño macroeconómico de España, la percepción social de la situación y, sobre todo, la situación del empleo. Esto es nuevamente bastante sorprendente, ya que fuera del actual Gobierno y algunos grupos empresariales, no hay muchos economistas que sostengan que el desempeño macroeconómico de España sea hoy boyante.

Con un crecimiento de 0,4 por ciento anual en el primer trimestre del 2014, lo que se espera para el resto del 2014 y próximos años es un crecimiento anémico que de ningún modo permitirá una recuperación rápida del empleo. Las cifras más optimistas no hablan de recuperar las tasas de paro de 2007 hasta bien entrada la próxima década. En esta misma línea, los pronósticos internacionales señalan que es muy poco probable que España alcance un promedio de crecimiento de 2,5 por ciento anual, en los próximos cinco años, mínimo requerido para una recuperación significativa del empleo. ¿Es esto un desempeño macroeconómico destacable?

El hecho de que la acumulación de errores de la Comisión Europea y del BCE haya afectado negativamente a gran número de países de la Unión, incluyendo ya a países no periféricos, no convierte en excelente una recuperación a un ritmo de 0,6 por ciento en tasa interanual, cuando España, con diferentes políticas, podría estar creciendo a un ritmo de 3 a 4 por ciento anual.

Es importante destacar que los errores de política económica, internos y externos, amplificaron fuertemente el impacto de la crisis del 2007-09. Por lo tanto se equivoca también Barroso cuando sostiene que el origen de la profunda crisis de España es la Gran Crisis Global del 2007-09. Esta última fue el detonante de la implosión, pero la dimensión y amplitud de esa implosión se explican por la enorme vulnerabilidad externa e interna generada por un conjunto de políticas erradas entre 1998 y 2008, que amplifican fuertemente el impacto de la crisis global.

El intento del Presidente de la Comisión Europea de salvar la responsabilidad de esa entidad en la implementación de esas políticas erradas es en la práctica desmentido por la evidencia hoy disponible, que demuestra los graves errores en decisiones adoptadas por las entidades de la Eurozona en 1999-2009 y las fallas aún más serias en 2010-13.

En trabajo reciente con mi colega el profesor Santos Ruesga, contenido en el libro editado por ambos en Ediciones Pirámide (‘¿Qué ha pasado con la Economía Española?’) señalamos cómo los fallos y errores en el terreno de las políticas económicas se registran también en el nivel de las instituciones de la Eurozona. Indicamos que no es solo una arquitectura defectuosa del sistema de la Eurozona –que de por sí emerge como un problema serio con la crisis global 2007-09–, sino que son más bien errores de políticas. Así, por ejemplo, entre 1999 y 2007 la inflación anual en todos los países del Sur de Europa era más elevada que la de Alemania.

Como es sabido, los diferenciales de inflación entre países, cuando son persistentes, conducen necesariamente a desequilibrios externos, a menos que sean compensados por diferenciales en el ritmo de crecimiento de la productividad, en este caso favorables a los países del Sur de Europa, cosa que no ha ocurrido. En la práctica, ha ocurrido lo contrario, los diferenciales de crecimiento de la productividad han sido favorables a Alemania y a otros países del Norte de Europa.

La cuestión, por tanto, es por qué las Instituciones de la Eurozona dejan de lado el seguimiento y corrección de estas tendencias divergentes, anticipadas por las diferenciales de inflación y productividad, y en lugar de ello concentran la atención en el comportamiento del sector público, para obsesivamente mantener la disciplina fiscal en los términos señalados en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC). Lo que resulta cuando menos chocante si se contrasta tal obsesión con el mandato del propio Tratado de Maastricht, donde explícitamente se establece una clara advertencia sobre los daños que emergen de desequilibrios externos no sostenibles –y antes de ellos, de las divergencias entre tasas de inflación que los anticipan–.

Solo cabe una explicación posible a esta forma de actuar, sobre la que el Sr. Durão Barroso no hace ni una ligera mención, y es que es las instituciones comunitarias aceptan una forma de actuación política que beneficia a unos países miembros, los de mayor fortaleza económica, en detrimento de otros, los de menor. Si esta hipótesis fuera correcta estaría poniendo de manifiesto el abandono de los principios de solidaridad que fueron los cimientos de la formación de la Unión Europea y su reemplazo por un fundamentalismo de mercado que beneficia sólo a los países más poderosos de la Unión.

¿Puede ser el futuro distinto? Claro que sí, siempre que usemos el cerebro en lugar de seguir adoptando posiciones puramente ideológicas ya fracasadas de forma reiterada en la historia económica –a la primera Gran Recesión de 1929 nos remitimos–. Para poder plantear una opción viable de crecimiento más rápido, debemos entender lo que sucedió en España en 2008-13 y adoptar con coraje políticas dirigidas a corregir el rumbo en varios frentes.

*Norberto E. García es consultor internacional

En una exposición reciente en Santander, José Manuel Durão Barroso, todavía presidente de la Comisión Europea, subrayó varios temas notables. El primero, que el crecimiento de la burbuja inmobiliaria española fue causado por el Banco de España y el descontrol en las Cajas. Esto es claramente falso, muestra de la estrechez de miras del político portugués con altas responsabilidades en la Unión Europea.

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