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A un político emergente
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A un político emergente

Hay una mayoría que antepone la libertad a la justicia social, aunque la distancia entre la una y la otra sea inapreciable. Y otra mayoría, no tan amplia, que dejan a la libertad en segundo lugar

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Hace unos años, cuando me publicaban donde te publican a ti ahora, escribí un artículo titulado Un juego con engaño. En él sugería que se es de izquierdas cuando se antepone la justicia social a la libertad, y de derechas cuando es al contrario. Un planteamiento simplista pero "relativamente válido", pensé en aquel momento. La pregunta del juego del artículo se la hice a muchos amigos y el resultado final me llevó a la conclusión de que quienes la consideraban “con engaño” eran aquellos que estaban políticamente más comprometidos o vivían la política con más intensidad y pasión; lógico; al fin y al cabo, para cualquier político, la libertad y la justicia jocial deben de ir de la mano y con mayúscula. (Como un hallazgo, el mismo juego me dio pie para corroborar otro asunto.)

La mayoría de la gente, los no políticos, entendían la pregunta del juego y se decantaban por una u otra opción, con toda naturalidad, sin dudarlo y como si les saliese de dentro. Llegué a pensar que era genético, que quienes creen que la libertad es lo primero y quienes creen que lo primero ha de ser la justicia social, llegan a la conclusión por un ‘algo’ que les nace dentro. Pero como no me gustaba pensar (ni creía posible) que una cosa así estuviese en el ADN, busqué respuestas releyendo a Hume, Saint-Simon y a los de siempre: Schopenhauer y Nietzsche. Y, por casualidad, en mi casa de Calblanque, junto a un viejo ejemplar del Lobo estepario, encontré un ensayo de Thomas Mann que relaciona las teorías de Freud con las de los dos filósofos alemanes,una edición de Andrés Sánchez Pascual que publicó Bruguera en 1984. Después volví a Kafka, sin él, nada es del todo comprensible. Pero quien realmente me esclareció el asunto fue Joseph Joubert.

El cambio generacional que se avecina ofrece la oportunidad de ser uno mismo sin verse encasillado en una de las dos antiguas facciones

Sí, hay una mayoría que antepone la libertad a la justicia social, aunque la distancia entre la una y la otra sea inapreciable. Y otra mayoría,no tan amplia,que dejan a la libertad en segundo lugar; aunque, también, la separación sea micrométrica. Para los primeros, solo se llega a la justicia social con libertad,piensan que sin libertad puede ocurrir cualquier cosa; son superhombres, personas adultas que no necesitan a papá Estado, emprendedores, valientes, optimistas, generosos, pragmáticos, amantes de la aventura y los placeres de la vida.

Los segundos, son hombres santos, mártires sin miedo; para ellos sin justicia la vida no tiene sentido; y dicen que sin justicia social, no hay justicia; creen en la bondad de la mayoría de las personas y que la libertad puede ser usada por una escasa y perversa minoría, excepción de la regla, para subyugar al resto.Son solidarios, desprendidos, soñadores, rebeldes y revolucionarios, creativos, saben hablar de igual a igual a un rey o a un esclavo, aman lo etéreo, desprecian el lujo y se sienten dueños de una verdad moral que les otorga otra clase de libertad. Dos grandes bloques de donde parece no puede escapar nadie. Si no estás en uno, estás en otro, y si no te pones tú, te ponen. Sin embargo, toda esta ebullición social que estamos viviendo ha sido motivada por un mensaje nuevo: el fin de bipartidismo.

El cambio generacional que se avecina ofrece la oportunidad de ser uno mismosin verse forzosamente encasillado en una de las dos antiguas y manoseadas facciones de siempre: la izquierda y la derecha.

La política pone en juego parte de la felicidad de muchas personas. Y un político debe orientarse hacia esa felicidad

El mundo evoluciona a mejor, no de forma lineal, por supuesto, hay altibajos, dientes de sierra o sinusoides, según los momentos. Pero el resultado y la tenencia son ascendentes. Las personas ya no somos de clase Ao clase B, de color azul o rojo, ni siquiera naranja o morado. Empezamos a ver, y a querer, lo mejor de cada opción. Por eso decía que fue Joubert quien me esclareció el asunto. En Pensamientos, su obra póstuma, proclama: "Que haya varias voces juntas en una voz para que sea verdadera".

Dices que la emergente formación política a la que te has unido es "sentido común"(sic).Y creo entender que el sentido comúnque dices, es el sentido común que debería imperar en todo. Y en ese sentido está la esencia del buen hacer de un político. Porque gobernar es hacerpara llegar al bien común. Hacerlo para unos o para otros es muy fácil y lo puede hacer cualquiera. La política pone en juego parte de la felicidad de muchas personas. Y un político debe orientarse hacia esa felicidad; esa ha de ser su vocación.

"Pez gordo y que pese poco", no es posible. Pero un buen político, como estás demostrando ser tú, sabrá multiplicar los panes y los peces para que la libertad y justicia social, juntas en un mismo plato, lleguen a todos. Al fin y al cabo, la política deriva de la religión, y en la religión hay milagros.

*Diego Meca ha sidoOficial R. de la Marina Mercante y es autor del libro 'B/T Portman, el gran petrolero'

Hace unos años, cuando me publicaban donde te publican a ti ahora, escribí un artículo titulado Un juego con engaño. En él sugería que se es de izquierdas cuando se antepone la justicia social a la libertad, y de derechas cuando es al contrario. Un planteamiento simplista pero "relativamente válido", pensé en aquel momento. La pregunta del juego del artículo se la hice a muchos amigos y el resultado final me llevó a la conclusión de que quienes la consideraban “con engaño” eran aquellos que estaban políticamente más comprometidos o vivían la política con más intensidad y pasión; lógico; al fin y al cabo, para cualquier político, la libertad y la justicia jocial deben de ir de la mano y con mayúscula. (Como un hallazgo, el mismo juego me dio pie para corroborar otro asunto.)

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