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Es la hora de salir del euro
La cuestión del euro ha sido expulsada cobardemente de la campaña electoral. Sin embargo, hoy es más necesario que nunca recuperar la soberanía económica
En los procesos electorales abiertos la cuestión del euro ha desaparecido de los discursos y de las propuestas programáticas de todos los partidos. La letanía de medidas que propugnan las diferentes fuerzas se asemejan a las cartas a los reyes magos porque, llenas de buenos deseos, ninguna tiene en cuenta la realidad de que nuestro país está sumido en una grave crisis cuyas raíces y posibles soluciones están estrechamente relacionadas con la participación en la unión monetaria europea.
Hace dos años, en medio de una fase muy destructiva de la crisis, se impulsó un manifiesto para salir del euro que tuvo varios miles de adherentes, y entre sus promotores se contaban prominentes economistas, sociólogos, juristas, políticos, sindicalistas y gentes muy diversas en cuanto a profesión, actividad y compromisos sociales.
Se trató entonces de resaltar la encrucijada en que se encontraba la sociedad española, que puede resumirse así: o nos manteníamos vinculados al euro y nos sometíamos a los deberes y exigencias de la Troika y la presión de los mercados, con la seguridad de que los ajustes y la austeridad configurarían la política económica y social durante mucho tiempo y la consecuencia de profundizar la crisis, teniendo en cuenta la enormidad de la deuda de la economía española con respecto al exterior, o bien recuperábamos nuestra soberanía económica y monetaria, en un mundo muy complejo, muy trabado y lleno de compromisos, para intentar resolver los graves problemas acumulados -no hay que citarlos- y desde esa recuperación de los resortes económicos reactivar la economía y promover el bienestar general. Sin restarle dramatismo al dilema, no se trataba de declarar la autarquía sino de aliviar los vínculos derivados de la moneda única y mantener otras relaciones con Europa tal como hacen Gran Bretaña, Dinamarca o Suecia.
La encrucijada: o nos sometemos a las exigencias de la Troika (dentro del euro), o recuperamos nuestra soberanía económica
Sin llegar a que la sociedad española debatiera sobre las ventajas y desventajas, efectos y repercusiones de estas dos posiciones sobre el tapete, algo se removió la discusión, sobre todo por el devastador impacto de la crisis y la política gubernamental sobre el paro, la precariedad, las desigualdades y la degradación de los servicios sociales. Han pasado dos años, como decíamos, y la cuestión de salir del euro ha desaparecido como inquietud de todas las fuerzas políticas relevantes, y ello a pesar del profundo cambio político que ha tenido lugar en los últimos tiempos, que modificará el mapa electoral de un modo sensible pero no parece que las políticas de fondo.
Debate sentenciado
A ello ha contribuido sin duda la falaz y contumaz propaganda del PP sobre que la crisis es cosa del pasado y el futuro se presenta de nuevo despejado. No es así, pero la persistencia del discurso ha calado y el resto de los adversarios políticos no combate con firmeza esos pronósticos, casi los acaricia. Por lo demás, tanto el PP como el PSOE son tan firmes partidarios de la Europa de Maastricht -recuérdese por ejemplo la reforma del artículo 135 de la Constitución- que han dejado el debate sentenciado, haciendo ver que para ellos no cabe otra opción imaginable.
Izquierda Unida (IU) puede destrozarse por las tensiones internas, las peleas burocráticas, los cargos en disputa, pero está lejos de que un debate ideológico profundo como el que plantea la cuestión del euro pueda crear grandes brechas y divisiones. Prefiere callar y reforzar otros mensajes más sociales y progresistas al margen de la posibilidad de cumplirlos.
Las nuevas opciones electorales emergentes, que recogen las aspiraciones de cambio en la sociedad, no están para el debate del euro
Las nuevas opciones electorales emergentes, que recogen las aspiraciones de cambio en la sociedad, no están para este debate. Albert Rivera, un buen chico moderado de derechas y sin partido, no quiere truculencias y compromisos: su opción es acopiar votos por la repugnancia que produce el PP. Y Podemos ha tomado una opción electoralista, a pesar de su aparente radicalismo, por lo que no puede remover a sus bases ni a los ciudadanos arrastrándolos a un debate desgarrador, por fundamental que sea.
Justificaciones o explicaciones se encuentran fácilmente para la política que sigue cada organización. El drama político que la situación encierra se deriva de la incoherencia que existe entre lo que nos proponen y la posibilidad de llevarlo a cabo, pudiéndose garantizar una continuación de la crisis económica y social y una gran frustración política en los tiempos que vienen.
El PP, en cuanto pasen las elecciones, si tiene la oportunidad, volverá a implantar más recortes y austeridad como exige la Troika, con la hermosa coincidencia de que ese es justamente su ideario político. El PSOE, de modo bastante impúdico, nos dice que hará otra política social, olvidándose de que fue Zapatero en 2010, por indicación expresa del Banco Central Europeo, el que comenzó los ajustes presupuestarios, y luego introdujo una reforma laboral y otra de las pensiones. Las lecturas de los programas de IU y Podemos, sin perjuicio de una mayor coherencia que el PSOE por cuanto que rechazan las agresiones del PP, son imposibles de llevar a cabo en la situación actual de la economía y el marco de los tratados europeos.
Políticas de austeridad
En las nuevas condiciones, un grupo de ciudadanos moralmente comprometidos con la excepcionales circunstancias del país se ha sentido en la obligación de impulsar un nuevo manifiesto para justificar la necesaria salida del euro, con la pretensión de promocionar el debate en la sociedad y de forzar a los partidos y fuerzas sociales a no eludir la vital cuestión de la vinculación al euro.
Nuestro país está en quiebra y no podrá hacer frente al endeudamiento, en particular los pasivos frente al exterior y el aumento de la deuda pública
Esas nuevas condiciones están determinadas por los siguientes rasgos. El primero, que la Troika no deja de indicar y amenazar con que es necesario ahondar en las políticas de austeridad, por ejemplo otra reforma laboral, con las consecuencias que ya conocemos. El segundo, el desprecio con el que la inmensa mayoría de las fuerzas políticas y sociales diseñan sus programas y proyectos desdeñando el esencial dato de los compromisos vigentes con Europa. El tercero, que ya existe un drama tangible como el de Grecia para comprobar cuál será el destino de nuestro país en caso de seguir plegados y sometidos a las exigencias de las instituciones internacionales y los mercados financieros. Todas la diferencias que se tratan de establecer entre nuestro país y Grecia son bastante ilusas por la última de estas razones. Cuarto, que nuestro país está en quiebra y no podrá hacer frente al endeudamiento general existente, en particular los pasivos frente al exterior y el aumento excepcional que ha tenido lugar de la deuda pública.
El manifiesto expone con rigor y contundencia cómo, a pesar de las convulsiones ocurridas -rescate bancario incluido- desde que se declaró la crisis financiera internacional en septiembre de 2008, el volumen de los activos y pasivos financieros de los sectores económicos internos de nuestro país ha aumentado entre ellos, así como los pasivos exteriores de los residentes españoles con el exterior.
Para expresar lo mismo, se puede entresacar textos de un artículo reciente en El Confidencial del profesor Roberto Centeno, del que me separa ideológicamente un mar, pero cuyos comentarios económicos considero certeros. El título era rotundo: “España va al colapso, no a la recuperación”.
Algunos comentarios fáciles de compartir, como que “en la historia contemporánea de España (dos últimos siglos), nunca se había conocido una situacióneconómica y moral tan desastrosa como la que enfrenta el país en estos momentos, sin una guerra o una revolución de por medio”, o que, “ningún gobierno ha deformado tanto la realidad a la hora de informar a los ciudadanos”. Y los hechos: “El martes (6 de mayo, con Grecia en las cuerdas) larentabilidad del bono español a diez años experimentó un vuelco espectacular con unasubida del 19% en un solo día, lo que demuestra que la estabilidad de nuestra economía no es que penda de un hilo, es quevivimos literalmente en tiempo de descuento. Una situación de pánico que, de repetirse, puede hacerestallar nuestra burbuja de deuda mucho antes de lo previsto, lo que nos recuerda dónde estamos en realidad: en un nivel de endeudamiento exterior y de las AA.PP. inasumiblesque llevarán a España a lasuspensión de pagos antes o después”.
El artículo ofrece más datos y detalles, pero es suficiente para resaltar la oportunidad del nuevo manifiesto sobre la necesidad de recuperar la soberanía económica.
La cuestión del euro ha sido expulsada cobardemente de la campaña electoral e indebidamente del debate ineludible que habrá de afrontar el país para resolver la crisis en la que estamos instalados. Por muchas veces que el problema del euro sea eludido arrojándolo con malos modos por la puerta, se colará una y otra vez por la ventana.
*Pedro Montes es economista.
En los procesos electorales abiertos la cuestión del euro ha desaparecido de los discursos y de las propuestas programáticas de todos los partidos. La letanía de medidas que propugnan las diferentes fuerzas se asemejan a las cartas a los reyes magos porque, llenas de buenos deseos, ninguna tiene en cuenta la realidad de que nuestro país está sumido en una grave crisis cuyas raíces y posibles soluciones están estrechamente relacionadas con la participación en la unión monetaria europea.