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¿Puede UPyD volver a tener otra oportunidad?

Tras el reciente congreso de UPyD, nos encontramos en un buen momento para reflexionar sobre las causas que explican la situación actual del partido y, sobre todo, sobre el modo de afrontar el futuro

Foto: El nuevo líder de UPyD, Andrés Herzog, junto a la eurodiputada Maite Pagazaurtundua, el pasado lunes. (EFE)
El nuevo líder de UPyD, Andrés Herzog, junto a la eurodiputada Maite Pagazaurtundua, el pasado lunes. (EFE)

UPyD acaba de celebrar su congreso tras el incuestionable fracaso que tuvimos en las elecciones andaluzas y luego en las autonómicas y locales de mayo, que exigía asumir responsabilidades políticas.

En este congreso se ha elegido una nueva dirección tras un proceso electoral competitivo en el que todos los afiliados, con su participación y más allá de su opción, han demostrado voluntad democrática e inteligencia para, a pesar de las dificultades, trabajar para que UPyD sea un proyecto útil a la sociedad.

Es, pues, un buen momento para reflexionar sobre sus éxitos políticos, sobre algunas de las causas que explican su situación actual y, sobre todo, sobre el modo de afrontar su futuro.

Y para afrontar con garantías el futuro, UPyD debe configurarse como un proyecto autónomo que defienda una política institucional radicalmente reformista que tenga como visión modificar la vigente estructura del poder político y económico de España para ayudar a dar oportunidades a la mayoría de los ciudadanos y para conseguir un país más decente en el que la gente pueda trabajar y vivir mejor.

Ese fututo no debe renunciar a tomar como referencia sus éxitos pasados. En el 2007, antes de que se iniciara la crisis, UPYD fue el primer partido que diagnosticó con precisión los principales problemas del país: crisis política e institucional, que eran previas a la económica; crisis del sistema de partidos; nacionalismo y particularismo; corrupción; crecimiento de las desigualdades económicas y en la prestación de políticas públicas; ausencia de un proyecto integral y coherente de país, vinculado con el europeo y con la vista puesta en el medio y largo plazo.

Frente a esos problemas, desde UPyD presentamos un ambicioso paquete de reformas con propuestas rompedoras que, de llevarse a cabo, modificarían sustancialmente el paradigma político y económico del país. Y no nos quedamos en meras palabras, ya que cada propuesta se concretó en iniciativas en el Congreso de los Diputados, en los parlamentos autonómicos y en los ayuntamientos.

El partido debería concentrase en ayudar a dar oportunidades a los ciudadanos y conseguir un país decente en que la gente pueda trabajar y vivir mejor

Del mismo modo, intentamos demostrar que otra forma de hacer política era posible. Por ello, todos los cargos públicos renunciamos a privilegios (como coches oficiales), garantizamos que no hubiera corruptos en las listas, apartamos a quien incumplía las normas y también actuamos en defensa del interés ciudadano manteniendo nuestra independencia frente a los poderosos, llegando a denunciar judicialmente actuaciones ilegales que no eran perseguidas por los poderes públicos, como sucedió en el caso Bankia. En general, podemos decir que todo el mundo ha reconocido como muy buena nuestra actividad política en las instituciones a pesar de los malos resultados electorales.

Ahora bien, si se quiere soñar con otro destino para UPyD, es necesario plantear propuestas de futuro manteniendo lo bueno del pasado y corrigiendo los indudables errores cometidos ya que de los fracasos se debe aprender.

Por eso, desde mi punto de vista, un proyecto de futuro debe centrarse en los siguientes aspectos:

En primer lugar, es necesario leer adecuadamente el momento político para definir las propuestas de un proyecto reformista radical. En su día hicimos una mala lectura del momento político previo a las elecciones europeas y nos faltó suficiente ambición política para consolidar un proyecto de mayoría social aprovechando el éxito electoral del 2011. Estos errores dificultaron articular un discurso político europeo congruente con nuestras acertadas propuestas y críticas a las políticas que nos habían conducido a la crisis económica, al rescate y al incremento de las desigualdades sociales.

Estas deficiencias, unidas al desastre de lista electoral que hicimos en esas elecciones (trufada de personas que representaban justo lo contrario de lo que defendíamos en España y debíamos defender en Europa), determinaron que no tuviéramos el apoyo necesario de los sectores más jóvenes y dinámicos de la sociedad, muy castigados por la crisis, y que no cubriéramos las expectativas electorales para afrontar los siguientes retos. Retos que aún eran mayores por el surgimiento de Podemos y el creciente apoyo a Ciudadanos como sostén del establishment, como receta anti Podemos y limitadora del demostrado reformismo radical de UPyD y, en definitiva, como receptáculo a la medida de una parte del voto desencantado del PP.

Si UPyD quiere tener éxito debe superar el ensimismamiento y articular un nuevo discurso que englobe las reformas institucionales que propone

En segundo lugar, si UPyD quiere tener éxito debe superar el ensimismamiento y articular un nuevo discurso que englobe las reformas institucionales que propone (y que nadie está haciendo), incluidas las acciones judiciales frente a la impunidad (cuyo éxito evitaría que fantasmas del pasado contaminen el futuro de España), junto a su defensa de la igualdad de oportunidades y la justicia social. Pero este discurso tiene que tener alcance europeo, ya que es la única forma de superar el falso liberalismo vendido como ciencia que tanto ha perjudicado a España y Europa en las últimas décadas, generando inestabilidad política y económica y sirviendo para la defensa de los intereses del establishment.

Hay que señalar que es fundamental corregir el rápido crecimiento de las desigualdades entre países y dentro de los países europeos porque éstas han llevado al cuestionamiento de nuestros sistemas democráticos y del propio proyecto europeo, que hoy están en riesgo.

En tercer lugar, UPYD ha de tratar, manteniendo su independencia y libertad, de conseguir apoyos, complicidad o, al menos, neutralidad entre sectores económicos y mediáticos a los que esa agenda reformista pueda interesar. Es muy difícil en cualquier país ejecutar una agenda de tanto calado sólo con un buen trabajo en las instituciones. La ausencia de ese tipo de apoyos facilitó el éxito de las campañas negativas contra UPyD y particularmente contra Rosa Diez, fundamentalmente en el último año.

En cuarto lugar, debemos plantearnos en serio nuestro papel en Cataluña. UPyD ha tenido desde el principio un potente discurso sobre Cataluña pero quedó diluido al no obtener representación parlamentaría allí. Esta circunstancia ha sido un importante lastre. Creíamos que un buen resultado electoral nacional terminaría impulsando nuestra presencia en Cataluña, pero no supimos aprovechar el del 2011. Tampoco creímos conveniente acuerdos con otros partidos para evitar reproducir los errores del PSOE con el PSC. Ahora, toca trabajar intensamente en esa comunidad, aunque no se pueda tener un buen resultado a corto plazo, porque a partir de septiembre se va a vivir uno de los envites principales para nuestra democracia. Un envite que sólo tendrá salida si sabemos ligar ese problema con las reformas que necesita España.

UPyD avanzó en democracia interna y lucha contra la corrupción, pero falló en tener una organización que optara por apoyar liderazgos públicos más potentes

En quinto lugar, la nueva dirección debe construir un partido moderno que se diferencie claramente de la política de siempre, que dé ejemplo con su organización innovadora, con sus prácticas de gestión y selección de equipos. Se trata, en definitiva, de mostrar lo que está dispuesto a hacer cuando llegué a las instituciones.

UPyD avanzó mucho en democracia interna y lucha contra la corrupción, pero no es suficiente. Por ejemplo, falló en tener una organización que optara por apoyar liderazgos públicos más potentes desde hace años de personas que surgieran del propio partido y aledaños y no de decisiones arbitrarias muchas veces poco compartidas e inexplicables. Con ello, quizás, hubiéramos evitado ver como los que eran más rosistas que Rosa, cuando ya Rosa Diez no podía aportarles poder, le abandonaban a su suerte y se buscaban una salida personal, aun a costa de dañar al partido y servir a intereses ajenos.

Enfrentar todos estos retos exigirá determinación y más apoyo popular.

Dice Danton que no se destruye más que aquello que se remplaza. Y ahora lo más audaz sería convocar una conferencia política que aborde con rigor el futuro para, de este modo, demostrar que hemos aprendido y que en esta nueva etapa UPyD se presente como un partido demócrata, radicalmente reformista y volcado con el objetivo de ayudar a lograr un país más decente donde la gente pueda vivir mejor.

*Ramón MarcosAllo es excandidato de UPyD a la presidencia de la Comunidad de Madrid y letrado de la Administración de la Seguridad Social

UPyD acaba de celebrar su congreso tras el incuestionable fracaso que tuvimos en las elecciones andaluzas y luego en las autonómicas y locales de mayo, que exigía asumir responsabilidades políticas.

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