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Los seis portazos de Iglesias
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Los seis portazos de Iglesias

Creo necesario recordar las seis ocasiones en que Iglesias pudo haberse sentado a negociar con Sánchez y no solo no lo hizo sino que cerró la puerta con un sonoro portazo

Foto: Los líderes del PSOE, Pedro Sánchez (d), y de Podemos, Pablo Iglesias. (EFE)
Los líderes del PSOE, Pedro Sánchez (d), y de Podemos, Pablo Iglesias. (EFE)

El desparpajo con el que Iglesias está hablando de pactos, manos tendidas, necesidad de acuerdos o no establecer líneas rojas es sorprendente, si no estuviéramos ya acostumbrados a la ligereza con que transita sus cambios de posición por los platós de televisión.

En sus actuales declaraciones sobre la necesaria negociación para formar Gobierno después del 26-J (nadie parece que vaya a sacar mayoría absoluta), dice todo lo contrario de lo que hizo en situación similar entre los meses transcurridos entre el 20-D y la nueva convocatoria electoral, que hizo inevitable con su veto, junto a Rajoy, a un Gobierno del cambio presidido por Sánchez. Como olvidar lo ocurrido es la base sobre la que se construye la mentira, creo necesario recordar, de manera ordenada, las seis ocasiones, en menos de cuatro meses, en que Iglesias pudo haberse sentado a negociar con Sánchez un Gobierno del cambio y no solo no lo hizo sino que cerró la puerta con un sonoro portazo. Con ese recordatorio, la pregunta será: ¿por qué tenemos que creerle ahora cuando sus hechos lo desmienten?

El primer portazo a la posibilidad de negociar un acuerdo con el PSOE lo dio Iglesias la misma noche electoral del 20-D. Según recoge la prensa del día siguiente, en las celebraciones de la noche electoral y ante sus seguidores enfervorizados por el resultado obtenido, Iglesias señaló lo cerca que habían estado de su verdadero objetivo electoral y político, sobrepasar al PSOE, y puso como línea roja de toda negociación la celebración de un referéndum de autodeterminación en Cataluña (luego extendido a todos los territorios que lo pidan), sabiendo que eso era totalmente inasumible por el PSOE. Sus declaraciones esa noche, vistas ahora, ya indicaban claramente que su verdadera estrategia no era intentar negociar acuerdos con los socialistas, sino forzar unas nuevas elecciones que le permitieran cumplir su sueño de partido. Desde el principio, los intereses del partido por delante de los intereses de “la gente”.

Su verdadera estrategia no era intentar negociar acuerdos con el PSOE, sino forzar nuevas elecciones que le permitieran cumplir su sueño de partido

El segundo portazo lo escenificó a la salida de su entrevista con el Rey el 22 de enero: mientras el candidato socialista estaba reunido con “el ciudadano Felipe”, Iglesias le estaba imponiendo, ante las televisiones, un Gobierno del que él mismo sería vicepresidente con amplias atribuciones de control sobre los aparatos del Estado. Operación que remató con aquella frase tan cursi como insultante de que Sánchez debería agradecerle a él, Iglesias, el hecho de que “la sonrisa del destino” le hiciera presidente honorífico de un Gobierno de Iglesias. Además, aclaró, si querían formar parte del Gobierno era porque “no se fiaban de los socialistas” y necesitaban marcarlos de cerca en su acción de gobierno. Es decir, se proponía formar Gobierno no porque hubiera un acuerdo programático (nunca se discutió de programas) sino porque había una profunda desconfianza (¡un Gobierno en el que la mitad no se fía de la otra mitad!). Créanme, la indignación y el enfado que esta rueda de prensa generó en el seno de los socialistas no fue una torpeza de Iglesias sino un golpe calculado que buscaba precisamente eso, romper puentes.

El tercer portazo fue su negativa a sentarse a negociar con el ya nominado candidato Sánchez la posibilidad de un acuerdo de investidura, de legislatura o de gobierno, mientras este mantuviera abierto el diálogo con Ciudadanos. De nada valió la evidencia de los números (PSOE+Podemos+IU sumaban menos votos parlamentarios que PP+C´s), que hacía inevitable el recurso a los independentistas, aspecto este que el PSOE dejó claro desde el 28 de diciembre que no podía aceptar, ni la evidencia del discurso del candidato socialista en el sentido de que la transversalidad era un valor imprescindible en la España actual, ninguno de cuyos problemas se podría resolver desde una estrategia de confrontación de bloques ideológicos.

El cuarto portazo se produjo cuando se levantó unilateralmente de la llamada “mesa a cuatro” (con PSOE, IU, Compromís) después de solo dos reuniones, con la excusa de que habíamos alcanzado un acuerdo con Ciudadanos. Todos conocían que estábamos negociando, todos sabían que nuestra posición era buscar acuerdos “a izquierda y a derecha”, todos sabían que nos responsabilizamos de que todos esos acuerdos fueran compatibles (como lo eran el alcanzado con Ciudadanos y los muy avanzados acuerdos con IU y Compromís) y todos sabían que ante el inminente debate de investidura, los socialistas debíamos ir sumado votos en torno a la candidatura de Sánchez.

Desde la misma noche electoral, antepuso sus intereses de partido (sobrepasar al PSOE en unas nuevas elecciones) a los intereses de “la gente”

El quinto portazo se produjo en el hemiciclo del Congreso durante el debate de investidura del candidato Sánchez cuando Iglesias le reprochó tener las manos “manchadas de cal viva” en referencia a los GAL, como punto culminante de un durísimo (e injustificado) ataque al PSOE, a su historia, a su presente, etc. La mayor parte de la prensa destacó el resentimiento y la animadversión con que Iglesias trató a quienes decía querer hacer sus socios, y tampoco ahora por torpeza sino por cálculo partidista.

El sexto y último portazo, tras unas semanas en las que Iglesias cambió su discurso haciendo supuestas 'cesiones' (como renunciar a una vicepresidencia que nadie le había concedido) o hablando de un “Gobierno a la valenciana”, ocultando que la realidad numérica en ambos parlamentos era totalmente distinta, se produjo cuando tras aceptar sentarse a negociar “a tres”, es decir, Podemos, PSOE y Ciudadanos, presentaron un 'nuevo' documento para, de manera unilateral, al día siguiente y mientras los demás estábamos estudiando sus propuestas, romper otra vez un diálogo que, en realidad, se habían encargado de impedir desde la misma noche del 20-D.

Esos son los antecedentes negociadores de Iglesias, para quien negociar es imponer sus condiciones, que nunca estuvo interesado en llegar a un acuerdo que hiciera presidente del Gobierno a Sánchez y que, desde la misma noche electoral, antepuso sus intereses de partido (sobrepasar al PSOE en unas nuevas elecciones) a los intereses de “la gente” (un Gobierno que cambiara las políticas del PP).

Con esos antecedentes, ¿qué cabe esperar de Iglesias en las negociaciones para formar Gobierno que, de forma inevitable, se abrirán tras el 26-J? Veremos.

*Jordi Sevilla, miembro de la comisión negociadora del PSOE tras el 20-D.

El desparpajo con el que Iglesias está hablando de pactos, manos tendidas, necesidad de acuerdos o no establecer líneas rojas es sorprendente, si no estuviéramos ya acostumbrados a la ligereza con que transita sus cambios de posición por los platós de televisión.

Pedro Sánchez