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Iglesias y Rajoy, ogros íntimos
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Iglesias y Rajoy, ogros íntimos

Se odian, pero se necesitan. Sin Pablo Iglesias el Partido Popular tendría que responder a una serie de cuestiones que recurrentemente envía a Venezuela

Foto: Fotograma de la película 'La novia de Frankenstein' (1935)
Fotograma de la película 'La novia de Frankenstein' (1935)

Es de sobra conocido que los inicios económicos de Podemos fueron las generosas donaciones anónimas del PP del señor Rajoy, con el fin de que la izquierda se dividiese y el PSOE no fuese un futuro rival. La historia nos enseña (y los dirigentes del PP actual deberían leer de vez en cuando algo más que los diarios deportivos) que rara vez las creaciones frankenstenianas siguen los dictados del Dr. Frankenstein, y así fue el caso de Podemos que, una vez cogido el vuelo, se convirtió en monstruo independiente de su creador. El síndrome de Prometeo lo llaman.

Sin embargo, la historia está llena de aparentes contradicciones. Hitler, que persiguió a los comunistas encarnizadamente, alcanzó sin dificultad un acuerdo con un Stalin que consideraba a los nazis su mayor mal. Así, Podemos ha llegado a un acuerdo tácito de necesidad con el PP de Rajoy: hoy en día Podemos necesita al PP de Rajoy como el PP de Rajoy necesita a Podemos. Es una dependencia existencial de los extremos.

El PP de Rajoy (y repito siempre de Rajoy, porque existe un PP que no comparte ni la corrupción, ni el hundimiento de la clase media, ni los recortes a los más desfavorecidos ni, sobre todo, el “no sé”, “no estaba al corriente” , con los que Rajoy ha llenado de vergüenza el PP que heredó) se ha quedado sin argumentos y ya ni se atreve a repetir su cantinela de los últimos cuatro años: la herencia. El PP de Rajoy ha eliminado la pobreza para generalizar la miseria y eso le deslegitima.

Rajoy ha traicionado todos y cada uno de los puntos del programa por el que fue elegido: ha sido indiferente a la corrupción y a las desgracias de la gran mayoría de los ciudadanos que han sufrido su implacable e injusto bisturí social; Rajoy no tiene nada que prometer y, aunque lo tuviese, ya nadie le cree. Por eso tiene que buscar algo, y lo único que le queda es avivar el miedo. No sería de extrañar que, de aquí a poco, absolutamente desesperado, se refugie en invocar la Guerra Civil. Y ese miedo se lo ofrece en bandeja Podemos y las excentricidades del señor Iglesias.

El hundimiento o la desaparición política de Rajoy dejarán en evidencia la aberración políticoeconómica que representa el Iglesias

Iglesias, a su vez, sabe que su discurso está vacío. Como le espetó no hace mucho la alcaldesa de Madrid, “hacer política no es hacer teatro, no es un mitin ni una manifestación en la universidad”. La tranquilidad de Iglesias es que en el fondo sabe que nunca llegará al poder y eso le permite continuar con sus eslógans imposibles, sus promesas irrealizables, sus ataques injustificados, sus insultos inaceptables. Su obsesión es acabar con la izquierda civilizada representada en el PSOE, que se apoya en una historia secular cimentada en las luchas sociales, con el respaldo de una presencia continua que sin duda con equivocaciones (y a veces graves) pero igualmente con innegables aciertos, demuestran que en esa izquierda civilizada se puede confiar, porque no va a pedir controlar a los jueces, ni a la prensa, ni utilizar al ejército contra los ciudadanos ni convertir el ministerio del Interior en un servicio de represión staliniano contra el ciudadano como evidentemente querría hacer el Iglesias (y desde luego ha hecho Fernández Díaz).

Rajoy tiene el problema de Ciudadanos, a quien no ha despreciado más porque supongo que no se le ha ocurrido. C’s representa esa moderación, esa limpieza, esa simpleza de espíritu, que al PP de Rajoy no sólo le falta sino que sabe que mientras él y su equipo estén ahí, el partido no lo tendrá. Llegará un día, en el futuro, en que C’s llegará a un acuerdo con el PP, pero ese PP será uno nuevo, que habrá pasado por una oposición regeneradora (como le ha ocurrido al PSOE) durante la cual se ha librado de todo lo negativo que tenía y, rejuvenecido, será capaz de asumir de nuevo el poder. Pero un acuerdo de C’s con el PP de Rajoy es sencillamente una traición a los millones que han votado por C’s: sería un pacto con el pasado.

Extremos que se tocan

Así, Rajoy necesita la incontinencia verbal de Iglesias para atemorizar y presentarse como el baluarte inexpugnable contra la barbarie de Podemos. De ahí su interés por ignorar al PSOE y a C's, que representan cambios tan necesarios como civilizados y centrarse en el horror que representa lo que él denomina el comunismo extremista de Iglesias. Rajoy descubre así, una vez más, su anemia intelectual, porque el comunismo no es extremista, es un sistema político opuesto al capitalismo; si uno es extremo, también lo es el otro.

Pero Iglesias no tiene nada de comunista: todo comunista orgulloso de serlo no puede votar por ese engendro incoherente ideológicamente y vació intelectualmente que representa su coleta. Iglesias ecesita absolutamente para su supervivencia el extremismo que, en el lado opuesto, representa el señor Rajoy: es esencial para él, como para Rajoy, ningunear al PSOE porque en éste se puede confiar, y no da miedo. Rajoy necesita denigrar a C's porque este, a su manera y en el espacio que se ha autoasignado, ofrece unos cambios que antiguos votantes del PP sabrán apreciar. El hundimiento o la desaparición política de Rajoy dejarán en evidencia la aberración políticoeconómica que representa el Iglesias.

El uno es el ogro del otro. Ambos viven en la dependencia del miedo que crean por temor al otro. Ambos existen porque existe el otro. Y ambos no son una promesa de mejora, sino una pesadilla de futuro.

* Miguel Ángel Vecino es historiador y miembro de la Commission of History of International Relations.

Es de sobra conocido que los inicios económicos de Podemos fueron las generosas donaciones anónimas del PP del señor Rajoy, con el fin de que la izquierda se dividiese y el PSOE no fuese un futuro rival. La historia nos enseña (y los dirigentes del PP actual deberían leer de vez en cuando algo más que los diarios deportivos) que rara vez las creaciones frankenstenianas siguen los dictados del Dr. Frankenstein, y así fue el caso de Podemos que, una vez cogido el vuelo, se convirtió en monstruo independiente de su creador. El síndrome de Prometeo lo llaman.

Mariano Rajoy