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Equiparar los permisos de paternidad: una medida para reducir la desigualdad
La propuesta consiste en igualar gradualmente el permiso de paternidad (actualmente de 2 semanas) con el de maternidad (actualmente de 16 semanas)
El 18 de octubre de 2016 el pleno del Congreso de los Diputados aprobó por mayoría una proposición no de ley que insta al Gobierno a reformar los permisos de maternidad y paternidad con el fin de equipararlos (173 diputados a favor, 164 abstenciones y dos votos en contra). Esta aprobación, en medio de un contexto de inestabilidad política en España y de importantes tensiones internacionales puede que haya tenido menos trascendencia de la que merece. Y sin embargo, de aplicarse, se trataría de una medida histórica desde el punto de vista del avance en la igualdad de género.
La propuesta consiste en igualar gradualmente el permiso de paternidad (actualmente de dos semanas) con el de maternidad (actualmente de 16 semanas). De esta manera se alcanzaría un sistema de permisos parentales “16+16”, en donde cada uno de los progenitores dispondría de 16 semanas de permiso de maternidad/paternidad, no trasferibles al otro progenitor y bien remuneradas (como sucede con las semanas de permiso existentes en la actualidad).
Esta medida permitiría acabar con un ámbito de desigualdad de género formal o legal, ya que la regulación de los permisos de maternidad/paternidad constituye una de las pocas excepciones en donde la ley trata de diferente manera a la persona, según sea madre o padre (en el caso de las adopciones o cuando los progenitores son del mismo sexo no se da esta diferencia de trato). En efecto, como consecuencia de esta desigualdad legal, habiendo cotizado lo mismo a la Seguridad Social, se da la situación injusta de que por el hecho de ser padre se accede a 14 semanas menos de permiso remunerado (por la seguridad social) que por el hecho de ser madre.
La equiparación de los permisos es indudable que mejoraría el bienestar de los niños y niñas. Tras la equiparación de los permisos de paternidad y maternidad los bebés (y los niños y niñas adoptados) podrían estar más tiempo al cuidado de sus progenitores, con todas las consecuencias positivas sobre su desarrollo cognitivo y emocional que eso comporta. En este mismo sentido, los estudios muestran que cuando los padres (varones) se toman más tiempo de baja por paternidad acaban siendo padres más implicados en el cuidado de sus hijos una vez que el permiso se acaba (efectos a largo plazo). Y además cabe destacar que estas nuevas generaciones de niños y niñas que hayan convivido con padres más implicados en su cuidado (y en las tareas del hogar) es muy posible que desarrollen actitudes de género más igualitarias.
La regulación de los permisos de maternidad y paternidad es de las pocas excepciones donde la ley trata diferente a la persona, según sea madre o padre
Esta medida es buena para los propios hombres. La denominada masculinidad hegemónica (o ideal hegemónico de masculinidad) en las sociedades occidentales es bastante restrictiva –ser todo el día John Wayne…– (menos mal que eso es el ideal y, en la práctica, la mayoría de hombres han desarrollado desde siempre masculinidades menos rígidas). Sin embargo se puede estar produciendo en la actualidad una cierta transformación de ese ideal de masculinidad hacia uno más rico y avanzado que pondera aspectos como lo afectivo y los cuidados hacia los otros. Y uno de esos ámbitos enriquecedores de la vida de los hombres es la posibilidad de desarrollar una paternidad activa e implicada desde el principio.
Bien. Pero si hay que destacar una consecuencia de la introducción del sistema de permisos 16+16 es su efecto sobre la igualdad de género. Esta medida impactaría de lleno en el núcleo de la desigualdad de género. Hay desigualdad de género porque persisten ciertas normas sociales de género que nos influyen en nuestra socialización y en nuestras actitudes; porque nuestras interacciones con los demás siguen enmarcadas en consideraciones como el género; y porque el género (la desigualdad de género) también está en las organizaciones, las instituciones y las políticas. En este sentido, la introducción de la reforma “16+16” actuaría favorablemente sobre estos tres niveles (individual, relacional e institucional).
Primero, el que el padre disponga y utilice sus 16 semanas de permiso facilita el retorno al trabajo de la madre, hace posible una división sexual del trabajo doméstico y de cuidados más igualitaria y, en definitiva, aumenta la corresponsabilidad madre-padre en los cuidados y en las tareas del hogar, lo cual reduce (“por el lado de la oferta”) la penalización laboral por maternidad.
Segundo, en la medida en que se normalizara la plena participación del padre en el cuidado del bebé (y en el correspondiente uso de las medidas de conciliación que ofrecen las empresas), desaparecería el sesgo contra las madres o potenciales madres en la contratación y en la promoción por parte de los empleadores; es decir, desaparecería la denominada “discriminación estadística” (contratar a una madre o a una potencial madre dejaría de verse como un “factor de riesgo”). Y tercero, la ley ejemplariza, de manera que la equiparación de los permisos eliminaría la situación actual en donde la ley devalúa el papel del padre como cuidador (le concede solo dos semanas). Y además, en la medida en que la equiparación de los permisos implicara más activamente a los padres en el uso del resto de medidas de conciliación que ofrecen las empresas (flexibilidad horaria, reducciones de jornada, etc.), también iría cambiando la percepción que tienen muchas organizaciones (cultura empresarial) de que la necesidad de conciliar la vida laboral y familiar es un asunto que compete solo a la plantilla femenina (con lo que esto acarrea de fomento de la discriminación estadística).
Pero… Ahora es el momento de hacer algunas aclaraciones sobre la propuesta “16+16”:
- Las 16 semanas del padre (y de la madre) tienen que ser intransferibles al otro progenitor, de manera que el padre no pueda transferir a la madre las semanas que no use él; es decir, que si el padre (al igual que la madre), decide utilizar una cantidad inferior a las 16 semanas que le corresponden, éstas semanas no usadas se pierden. Por ejemplo, la propuesta de Ciudadanos, 8 semanas para cada progenitor y 10 a distribuirse como deseen entre los miembros de la pareja (transferibles), es mucho más avanzada que lo que tenemos ahora pero mucho menos que la propuesta “16+16”. El problema con las 10 semanas transferibles es que la inercia y la presión de las normas de género tradicionales acabarían haciendo que fueran las madres quienes utilizaran estas 10 semanas transferibles, perpetuando la idea de que son ellas quienes tienen que asumir en mayor medida el cuidado de los niños (y de que, por tanto, son un factor de riesgo para las empresas).
- El que cada uno de los progenitores disponga de 16 semanas no quiere decir que ambos tengan que utilizarlas a la vez. Lo normal es que las usen de manera consecutiva. Por ejemplo, en Islandia, casi siempre los padres usan sus semanas de permiso cuando la madre ya se ha incorporado a su trabajo (normalmente cuando el bebé tiene 6 meses). Si el sistema “16+16” permite una máxima flexibilidad en su uso (en plazos, en su uso a tiempo parcial…), sería posible que el uso consecutivo de los permisos por parte de la madre y del padre (más el uso de otros tipos de permisos y de días de vacaciones) permitiera que en los hogares de doble ingreso españoles las niñas y los niños fueran cuidados en exclusiva por sus progenitores como mínimo hasta cumplir el primer año de edad.
¿Es muy costoso añadir 14 semanas más de permiso de paternidad? Hay que tener en cuenta que la introducción de la reforma se haría gradualmente (a lo largo de varios años). En la medida en que los progenitores alargaran el tiempo que dedican a cuidar de sus hijos en exlusiva se produciría un menor uso de servicios de guarderías con financiación pública, con el correspondiente ahorro de fondos públicos. A medio plazo esta medida reduce la penalización laboral por maternidad; es decir, aumenta el aprovechamiento productivo del talento femenino, aumentando el PIB y la base imponible, incrementando con ello la recaudación fiscal. E incluso a medio y largo plazo puede contribuir a aumentar la natalidad.
A largo plazo tenemos un grave problema demográfico como consecuencia de la baja natalidad. ¿Se fomenta la natalidad solo con políticas de familia y de conciliación? No. Porque lo que reduce la natalidad (respecto del número de hijos que se desearía tener en condiciones ideales) es la inseguridad económica y el factor de riesgo para sus carreras profesionales que para muchas mujeres representa la maternidad. Y eso se soluciona con corresponsabilidad mujer-hombre en las tareas domésticas y de cuidados (y con mejores políticas de conciliación que usen por igual mujeres y hombres). Y como se afirmaba anteriormente, la equiparación de los permisos es una medida que apunta al núcleo del problema de la falta de corresponsabilidad.
En definitiva, por decirlo de manera concisa, el mundo en el que las mujeres estaban subordinadas se acabó hace tiempo. Las mujeres son ciudadanas de primera con aspiraciones laborales y sociales iguales a las del resto de seres humanos y cuanto más tardemos en adaptar las políticas y las regulaciones –en este caso del sistema de permisos parentales– a este hecho más retrasaremos nuestro progreso económico y social. Y además, la equiparación de los permisos no solo nos beneficiaría a todos (es un juego de suma positiva) sino que nos permitiría ser pioneros nuevamente en la introducción de reformas liberales y justas (la vez anterior fue la introducción del matrimonio para las parejas del mismo sexo).
José Andrés Fernández Cornejo y Lorenzo Escot Mangas. Profesores titulares de Economía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid y directores del grupo de investigación Análisis económico de la diversidad y políticas de igualdad.
El 18 de octubre de 2016 el pleno del Congreso de los Diputados aprobó por mayoría una proposición no de ley que insta al Gobierno a reformar los permisos de maternidad y paternidad con el fin de equipararlos (173 diputados a favor, 164 abstenciones y dos votos en contra). Esta aprobación, en medio de un contexto de inestabilidad política en España y de importantes tensiones internacionales puede que haya tenido menos trascendencia de la que merece. Y sin embargo, de aplicarse, se trataría de una medida histórica desde el punto de vista del avance en la igualdad de género.