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Las tres patrias de la izquierda
La izquierda española perdió el discurso de sus líderes históricos, que supieron combinar sus ideas y el sentido de orgullo y pertenencia a una colectividad nacional
Hay que agradecer a Podemos que haya recuperado el término “patria” para la izquierda 'española'. Es verdad que emplea un concepto algo ambiguo, exclusivamente económico y social, y que encuentra los enemigos del pueblo español (compuesto esencialmente por los desfavorecidos) tanto en españoles (la casta política o económica) como en extranjeros (la troika, Merkel, el conglomerado financiero y las multinacionales). Pero algo es algo. Esta es la patria de Podemos.
Hay un segundo patriotismo más amplio que lo ejerce la izquierda separatista-nacionalista. Aquí se incluyen sin complejos la promoción de los sentimientos de pertenencia colectiva de todos (ricos y pobres), un profundo respeto a los símbolos 'nacionales' (aunque algunos sean de reciente incorporación) y la exaltación inmoderada de una historia pasada que incita al orgullo 'nacional', poco importa si aquella resulta ser exagerada o parcialmente falsificada. Una parte importante de la izquierda española ve con simpatía a esta otra izquierda nacionalista (e incluso a la derecha separatista) aunque entre sus fines se encuentre romper la “comunidad de todos” y la igualdad, además de menospreciar que esos procesos rupturistas puedan afectar negativamente a los derechos de los pobres en otros territorios. Esta es la patria de ERC, la CUP y EH Bildu.
Un tercer patriotismo es el que ejercen los partidos nacionales de izquierda con naturalidad y sin complejos… en otros países de nuestro entorno. Esta sería la patria del Partido Socialista francés, el laborismo británico, el Partido Democrático italiano y la socialdemocracia alemana, o incluso de los partidos comunistas (donde existen) en esos mismos países. Se ha hecho poco hincapié en la curiosa y radical transformación que experimenta una parte importante de los miembros del PSOE o de Izquierda Unida cuando viajan a Francia. Entonces olvidan todos sus apoyos a las reivindicaciones nacionalistas y regionalistas, se instalan contentos a vivir en París o en la campiña y se deshacen en halagos hacia el modelo francés, pasando por alto su carácter claramente centralista, olvidándose de que allí también viven catalanes y vascos, bretones y corsos. Les parece incluso bien que el francés sea la única lengua vehicular para la educación o el instrumento clave de la “gran” cultura francesa. Aplauden igualmente que el modelo educativo sea único para toda la república como instrumento para asegurar la igualdad y el laicismo.
Se analiza poco la radical transformación que experimenta una parte importante de los miembros del PSOE o de Izquierda Unida cuando viajan a Francia
Vuelven a España y defienden un sistema de financiación particular (el cupo vasco) que implica hoy que unos ciudadanos en un territorio reciban un 60% más de financiación pública que el resto de españoles (algo inimaginable para la izquierda de otros países). Consideran igualmente poco aconsejable defender la bandera o sentir el himno nacional, contaminados por un pasado franquista (como si el resto de las naciones no hubieran tenido también dictadores). Pasan de nuevo la frontera y empiezan a entonar la Marsellesa, aunque no sea su himno…., sin importarles que incluso emperadores-dictadores como Napoleón también lo hubieran cantado. África no empieza en los Pirineos, pero ciertas contradicciones tal vez sí.
Y sin embargo, esto no tiene por qué ser así. De hecho, históricamente no lo ha sido: Besteiro y González en el PSOE, Jesús Monzón y el Carrillo de la Transición en el PCE supieron combinar sus ideas de izquierda y el sentido de orgullo y pertenencia a una colectividad nacional llamada España. Ideas típicas de la izquierda como comunidad, comunitarismo, ciudadanía cooperativa y solidaria o incluso el movimiento antiglobalización apuntalan la idea de un patriotismo donde no haya ciudadanos de primera y de segunda, y donde no existan privilegios… porque todos somos socios del mismo club con los mismos derechos y obligaciones.
Todo ello nos llevaría incluso a poder recuperar, desde la izquierda, una visión de nuestra historia menos pesimista y desoladora, donde seamos capaces de resaltar nuestras luces (que las hemos tenido) y sepamos poner en cuestión las sombras dentro del contexto y espíritu de la época. ¿Por qué no puede reivindicar la izquierda española las más de 25 universidades fundadas por españoles en América o el sinfín de hospitales en los que se atendía de igual forma a indios y españoles? ¿Por qué no defender con orgullo que fueran los españoles (la Escuela de Salamanca) los que inventaran los derechos humanos, precisamente aplicándolos a los indios, o que nuestros reyes redactaran la primera legislación laboral moderna reconociendo derechos a los indígenas de los que carecían gran parte de los europeos? Otra cosa es que esas normas siempre se cumplieran, como por cierto sigue ocurriendo hoy.
Históricos del PSOE y PCE supieron combinar sus ideas de izquierda y el sentido de pertenencia y orgullo a una colectividad nacional
¿Por qué no poder reivindicar desde la izquierda nacional un patriotismo transversal e integrador donde con toda naturalidad un ateo, homosexual, comunista y federalista pueda sentirse tan patriota español como un católico, padre/madre de familia numerosa, de derechas y jacobino? ¿Por qué no? Es lo que garantizaría mejor la igualdad, la paz y el progreso, lo que sucede en “todos” los demás países, en definitiva, lo que a todos nos conviene. ¿No resulta posible acordar lo esencial, que siempre es común, y seguir debatiendo y peleándonos por los matices que puedan mejorar el conjunto? Cada vez que dos españoles se pelean alguien se ríe de nosotros y se frota las manos.
Todos saldríamos ganando, especialmente nuestra cohesión y progreso social, pero sobre todo la propia izquierda, que saldría fortalecida y legitimada de este sano proceso de autocrítica.
Hay que agradecer a Podemos que haya recuperado el término “patria” para la izquierda 'española'. Es verdad que emplea un concepto algo ambiguo, exclusivamente económico y social, y que encuentra los enemigos del pueblo español (compuesto esencialmente por los desfavorecidos) tanto en españoles (la casta política o económica) como en extranjeros (la troika, Merkel, el conglomerado financiero y las multinacionales). Pero algo es algo. Esta es la patria de Podemos.