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El bipartidismo plural

Muchos pensaron que tras las Elecciones de 2015, en la que el PP ganó con el 29% de los votos, el bipartidismo había colapsado. Casi dos años después, más que colapsar, se está transformando

Foto: Mariano Rajoy y Pedro Sánchez se saludan antes de reunirse. (EFE)
Mariano Rajoy y Pedro Sánchez se saludan antes de reunirse. (EFE)

El bipartidismo parecía estar bien consolidado en España hasta que se celebraron las Elecciones Europeas de 2014. Aquel resultado sacudió buena parte de los supuestos que se asumían como fundamentos inamovibles del sistema de partidos. Por primera vez en la historia de la actual democracia española el partido ganador obtuvo menos del 30% de los votos. El PP se quedó en el 26% y el PSOE en el 23%. Emergió con fuerza Podemos, con un 8%, y Ciudadanos obtuvo el 3%. Las Elecciones Generales de diciembre de 2015 confirmaron la debilidad de los dos partidos principales y la fortaleza relativa de los emergentes. El PP ganó con un 29% de los votos y el PSOE, que quedó segundo con un 21%, superó a Podemos por apenas un punto. Ciudadanos, por su parte, se consolidó como la cuarta fuerza con un 14%. Muchos pensaron que había colapsado definitivamente el bipartidismo dibujado por la alternancia PP-PSOE desde el año 82. La imposibilidad de mayorías absolutas y la fragmentación parlamentaria indujeron a que no pocos atisbaran el peligro de una inestabilidad endémica del Gobierno de España.

Con casi dos años de distancia empieza a entreverse que el sistema bipartidista, más que colapsar, se está transformando hacia una variante menos hegemónica o más plural. Las tendencias que apunta el Barómetro de Instituto DYM en relación al voto en Elecciones Generales perfilan una posible correlación de fuerzas en la que PP y PSOE seguirían siendo los partidos más votados, pugnado por porcentajes entorno al 30%, mientras que Podemos y Ciudadanos se situarían sobre el umbral del 15%, dejando aproximadamente el 10% para los demás partidos.

Aunque la configuración del electorado de PP y PSOE sea distinta, salvo situaciones excepcionales, es previsible que ambos partidos se mantengan como los más votados. El electorado del PP es el más fiel. Compensa por esta vía ser el partido más rechazado, el que cuenta en el censo electoral con una cantidad más reducida de votantes que considerarían votarlo. El electorado potencial del PSOE es el más amplio. Al PSOE consideraría votarlo más de la mitad del censo electoral. Pero la fuerte volatilidad a la que ha estado sometido añade cierto margen de incertidumbre a su futuro.

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(Instituto DYM)

La irrupción de Unidos Podemos y Ciudadanos ha añadido complejidad a la vida política, en línea con la evolución de la propia sociedad. Los acuerdos entre partidos y las geometrías variables tendrán una importancia en la gobernabilidad bastante mayor que hasta ahora. En resumen, después de un periodo de turbulencias, no parece estar en riesgo el protagonismo de PP y PSOE, aunque sí que se perciben nuevos condicionantes que ineludiblemente afectarán en su praxis.

* Equipo de Instituto DYM: Carlos Rello, Luciano Miguel y Juan Pablo García

El bipartidismo parecía estar bien consolidado en España hasta que se celebraron las Elecciones Europeas de 2014. Aquel resultado sacudió buena parte de los supuestos que se asumían como fundamentos inamovibles del sistema de partidos. Por primera vez en la historia de la actual democracia española el partido ganador obtuvo menos del 30% de los votos. El PP se quedó en el 26% y el PSOE en el 23%. Emergió con fuerza Podemos, con un 8%, y Ciudadanos obtuvo el 3%. Las Elecciones Generales de diciembre de 2015 confirmaron la debilidad de los dos partidos principales y la fortaleza relativa de los emergentes. El PP ganó con un 29% de los votos y el PSOE, que quedó segundo con un 21%, superó a Podemos por apenas un punto. Ciudadanos, por su parte, se consolidó como la cuarta fuerza con un 14%. Muchos pensaron que había colapsado definitivamente el bipartidismo dibujado por la alternancia PP-PSOE desde el año 82. La imposibilidad de mayorías absolutas y la fragmentación parlamentaria indujeron a que no pocos atisbaran el peligro de una inestabilidad endémica del Gobierno de España.