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Independencia País Vasco/Independencia Cataluña

Si se quiere abordar el problema de la relación de Cataluña con el conjunto de España, deben darse pasos aunque el PP no estará dispuesto. Para eso son “conservadores” en el sentido de inmovilistas

Foto:  Una 'estelada' junto a una ikurriña. (EFE)
Una 'estelada' junto a una ikurriña. (EFE)

Hace cuarenta años, tras los comicios del 15-J de 1977, se puso en marcha un proceso constituyente. No se convocaron como tales, pero surgiría una Constitución año y medio después. Inicialmente el Gobierno de Adolfo Suárez pretendió que el texto se redactase por el Ejecutivo. A ello se opusieron los demás grupos, especialmente el PSOE, empezando la andadura de la mano de los llamados siete padres (y ninguna madre, claro).

En ese proceso, uno de los retos fue pasar de un Estado centralista a otro profundamente descentralizado. En esa tarea, se comprometieron y participaron activamente los nacionalistas catalanes desde un primer momento. A ellos, con aceptación de los demás (salvo la AP de Aznar y Rajoy), se debe la configuración de un Estado autonómico y la introducción del término “nacionalidades” junto a regiones, dando entrada a las CCAA a tener competencias exclusivas y, sobre todo, compartidas en abundantes materias.

Con aciertos y desaciertos el sistema funcionó más o menos hasta quedar agotado el modelo, pues en este tiempo no se han realizado ajustes ni sobre cooperación. Las tensiones históricas territoriales siempre han existido, pero durante ese tiempo estuvieron más o menos encauzadas y estabilizadas, aunque estuviesen latentes. Pero lo cierto, es que el problema catalán está aún más vigente y caliente.

Foto: El expresidente del Gobierno, José María Aznar. (EFE)

Cuatro décadas después, respecto las dos comunidades con más sentido identitario histórico, se observa una evolución diferente de los pertenecientes a una y a otra, a Euskadi y Catalunya. Si en el año 1980, de cuando se aprueban ambos Estatutos (ambos rechazados por AP) se tenía más temor desde Madrid a cómo iría en el norte. En cambio se consideraba que el 'seny' y pragmatismo catalán evitaría problemas.

Algunos ya entonces advirtieron que, pese a esa apariencia, sería a la inversa, lo cual con las políticas de los últimos años se ha acentuado. Los interlocutores del País Vasco que parecían personas más rocosas –a los que les habían salido unos hijos muy peligrosos–, resultarían ser más pragmáticos que lo que se esperaba de aquellos que desde las orillas del Mediterráneo se supone eran negociadores.

El muy reciente euskobarómetro revela unos datos que reflejan un muy diferente estado de opinión en Euskadi respecto Cataluña. Así, solo el 42 % de los vascos demandaría un referéndum. Por otra parte, el 31% de los electores sería partidario de la independencia, mientras que dos tercios están conformes con mantener o, en su caso, incrementar el autogobierno. Pero además, hay algo muy importante y sintomático: que el clima es sosegado y no se percibe tensión de confrontación con Madrid. El PNV gobierna allí con el apoyo del PSOE y, simultáneamente, llega a acuerdos relevantes con el PP en Madrid. Y la ciudadanía, decía, esta calmada.

Quienes se declaran independentistas catalanes son una cifra bastante superior a la de los ciudadanos del País Vasco

En cambio en Cataluña tanto el ambiente como las opiniones son muy diferentes. Así, el porcentaje de gente que quisiera poder decidir el futuro de Cataluña es muy elevado y abrumadoramente mayoritario, cuestión que Madrid sigue despreciando. Cuestión a matizar si se plantea como lo está haciendo la dirigencia catalana a modo de referéndum unilateral, sin garantías, donde no habrá interventores de una opción y sin ningún valor jurídico y sobre todo, con mucha confusión.

Asimismo, quienes se declaran independentistas catalanes son una cifra bastante superior a la de los ciudadanos del País Vasco y no existe esa elevada proporción de satisfacción con el grado de autogobierno. Como si esta vía estuviese finiquitada. Y ciertamente lo está.

Hay muchos elementos para ponderar por qué ha sido diferente la evolución de uno y otro. Para empezar, con la paradoja de que el PNV no aprobó la Constitución sino que se abstuvo, pese a lograr por la Disposición Final primera un estatus que claramente puede calificarse como confederal en su relación con el Estado Español. Es importante que no se ignore esto.

placeholder El público asistente a un acto electoral del PNV en 2015. (EFE)
El público asistente a un acto electoral del PNV en 2015. (EFE)

La bilateralidad del trato y el sistema muy peculiar de financiación también lo evidencia. Esto, guste a algunos o no, es una realidad: el País Vasco es en la práctica un Estado confederal con España. No tienen necesidad de llegar a un pulso con el Estado pues están cómodos en su situación, y a pesar de que eran sus hijos radicalizados los batasunos, actuales Bildus, con ellos apenas ni van a jugar ni al frontón. Han tenido la fortuna de no ser agraviados por Madrid y también la astucia de conseguir lo que desean sin vociferar.

En cambio para entender por qué Cataluña lleva otra deriva hay varios elementos a considerar. Aparentemente, Cataluña, estaba muy satisfecha con la recuperación de sus instituciones históricas y con el autogobierno. Además Tanto González como Aznar (por razones egoístas de gobernabilidad en Madrid) fueron bastante proclives a transferirles más y más competencias. Incluso tendría Cataluña, permítanme el ejemplo expresivo, una que ni el País Vasco ha pedido nunca hasta ahora: instituciones penitenciarias.

Pero todo se desmorona con el nuevo Estatut. Fue un cúmulo de despropósitos. Primero con Zapatero impulsando y comprometiéndose a algo que no podía cumplir: no cambiar nada. Pero no es que cambiase un poco sino que fue desnaturalizado por completo en el Congreso.

Desde los jacobinos se extendió por muchos lugares de España un ambiente muy cateto de catalanofobia. Socialistas castellanos, extremeños y andaluces lo alimentaron. A ello se sumaría con ardor guerrero el PP que alentó con irresponsabilidad una fobia hacia lo catalán. La 'lideresa' madrileña que ejercía de Marujita Díaz cantando “Banderita tú eres…” y a la cárcel a los que pitasen el himno. Campañas de boicot de cava y otros productos calaron en un pueblo español. Así surgían más independentistas.

Su fin no es tanto la independencia (esta sería solo un paso) sino la subversión de todo. Por eso, tienen como aliado al partido más carente de identidad

Luego vino el Tribunal Constitucional para en una disparatada y penosa sentencia jurídicamente, eliminase lo poco que había quedado del Estatut. Con mucha razón, Cataluña se sintió agraviada y cuando además existía en ellos un clima de victimismo, no hay nada peor que dar razones a este. El Estatuto que, a pesar de ser bastante recortado por las Cortes, fue aprobado por el pueblo catalán en referéndum, sería varios años después aún más laminado por el Tribunal Constitucional. Sin duda, fue una humillación.

Pero el poder central, en lugar de advertir su error, profundizó para luego encontrar la vía de estilo Rajoy: no hacer nada. En este tiempo, se perdió la cordura en Cataluña y los que eran nacionalistas catalanistas se convirtieron en independentistas, la 'senyera' histórica y oficial fue sustituida por la 'estelada' y la conjunción racionalidad-sentimiento se inclinó absolutamente hacia este.

La burguesía del Liceu pactó y se dejó absorber por un partido de izquierdas y profundamente republicano, perdiendo la antigua Convergencia su esencia mientras que ERC se aprovecha de todo el desgaste de esta. Y lo peor es que para ello se entregaron y dependen como marionetas de otras fuerzas básicamente anarquistas. La CUP es la reencarnación del viejo anarquismo que solo tuvo eco en Aragón y Cataluña. Su fin no es tanto la independencia (esta sería solo un paso) sino la subversión de todo. Por eso, tienen como aliado al partido más carente de identidad.

Foto: Esteladas en un acto a favor de la independencia de Cataluña celebrado en Barcelona. (Efe)

Mientras esto sucede, el Gobierno de Madrid sigue inmóvil (se opuso, a la Constitución; se opuso al Estatuto, se opone a todo por sistema) y a cualquier propuesta que hace la oposición. Así no se soluciona nada. Son además muy contraproducentes y generadoras de más independentismo las declaraciones sonoras de la ministra de Defensa apelando al Ejército. Siguen sin entender desde el PP que es eso de “piel” que decían en un anuncio publicitario.

Si se quiere abordar el problema de la relación de Cataluña con el conjunto de España, deben darse pasos aunque el PP no estará dispuesto. Para eso son “conservadores” en el sentido de inmovilistas. Pero ese encaje y articulación pasará, guste o no, por establecer un sistema de relación como la que se tiene con Euskadi. Un sistema confederal donde la antigua expresión de la soberanía ha evolucionado mucho en la teoría y en la realidad en España, aunque algunos ni se enteren ni quieren que se enteren quienes lucen bandera.

Hace cuarenta años, Adolfo Suárez fue audaz permitiendo que Josep Tarradellas volviese a España antes de reestablecerse la Generalitat. Eso contribuyó a una normalización. Esperar del presidente español actual un mínimo gesto de audacia en algo es una quimera.

¿No acepta el PP y sus votantes el apoyo del nacionalismo vasco? ¿Por qué no dar a Cataluña el mismo estatus? Y si el primero admite el pluralismo en Euskadi, ojalá que, en el Mediterráneo, sus líderes decidan construir una Cataluña plural y no excluyente.

*Jesús López-Medel es abogado del Estado y escritor.

Hace cuarenta años, tras los comicios del 15-J de 1977, se puso en marcha un proceso constituyente. No se convocaron como tales, pero surgiría una Constitución año y medio después. Inicialmente el Gobierno de Adolfo Suárez pretendió que el texto se redactase por el Ejecutivo. A ello se opusieron los demás grupos, especialmente el PSOE, empezando la andadura de la mano de los llamados siete padres (y ninguna madre, claro).

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