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Esto tiene solución

El encaje de Catalunya en España puede resolverse si se dan, por fin, algunas premisas básicas

Foto: Un joven consulta su móvil junto a una pancarta durante el acto final de la CUP antes del 1-O. (EFE)
Un joven consulta su móvil junto a una pancarta durante el acto final de la CUP antes del 1-O. (EFE)

Puede parecer iluso que afirme que esto tiene solución, instalados como estamos en una espiral de confrontación en la que cada parte se afana en alimentar el fuego. Pero la tiene, sin duda. Esto, es decir, el encaje de Catalunya en España, puede resolverse si se dan, por fin, algunas premisas básicas.

En primer lugar que el Gobierno de España y el Govern de Catalunya se convenzan de que por la vía del empecinamiento no llegamos más que al deterioro de la convivencia y al incremento de los daños colaterales. No quiero poner el énfasis, en esta ocasión, en los graves reproches que a mi juicio merecen ambos, ni adopto una suerte de actitud equidistante. No puedo compartir ni el aventurismo irresponsable ni el inmovilismo ciego. Es una evidencia que la incapacidad política de los responsables de ambos gobiernos nos ha llevado hasta aquí, pero ya habrá ocasión de señalar culpabilidades y errores, algunos muy graves como la flagrante violación de las leyes que desacredita la voluntad democrática de quien la realiza.

La incapacidad política de los responsables de ambos gobiernos nos ha llevado hasta aquí, pero ya habrá ocasión de señalar culpabilidades y errores

En segundo lugar que emerjan las voces comprometidas con una vía de negociación y pacto. Miquel Iceta y Pedro Sánchez han conducido, casi en solitario durante esta dura travesía por el temporal, la construcción de una alternativa viable y realista que comportaría un acuerdo político con cambios legales a corto plazo y con el horizonte de una reforma constitucional de carácter federal. Eso es lo que debería someterse al escrutinio de las urnas para su ratificación o no por parte de la ciudadanía. Pero hay más voces que trabajan en esa misma solución. Las hay en la antigua Convergència, las hay en los restos de Unió Democràtica, las hay en el tejido económico y social catalán, las hay en el conglomerado de los Comuns. Como las hay en el Partido Popular y en el resto de formaciones políticas del arco parlamentario español. Estas voces deben emerger y comprometerse generosamente en la búsqueda de soluciones. La comisión creada en el Congreso de los Diputados puede ser un buen pretexto para facilitar esa emergencia.

Acordar y pactar solo es posible cuando todas las partes entienden que deben producirse avances en el autogobierno y a la vez cesiones en las posiciones más intransigentes. La intransigencia es el peor enemigo del pacto.

Foto: Unas quieren que Cataluña se independice, otras no. Todas son amigas.

¿Qué hacer después del 1-O? Ante todo no perder la calma ni la perspectiva. Ante todo no ahondar el conflicto: una declaración unilateral de independencia sería una decisión gravísima que nos colocaría en el límite de un gran desastre para el autogobierno catalán. Una huelga general, auspiciada desde el Govern, sería un despropósito. Uno más.

Tras esta jornada, en la que miles de ciudadanos y ciudadanas expresarán su enojo o sus esperanzas manifestándose o yendo a votar y en la que otros miles se quedarán en casa para expresar su desacuerdo con la vía utilizada, debe imponerse la cordura. Debemos convencer a los dirigentes de nuestro gobierno que una nueva huida hacia delante haría mucho, muchísimo daño a la sociedad catalana. Debemos convencer igualmente a los responsables de las instituciones españolas que el respeto a la ley es obligado, pero que con eso no basta para abordar un problema político que afecta a Catalunya y al conjunto de España.

Cabe otra salida: la convocatoria de elecciones al Parlament. Para que la mayoría que resulte de ellas recupere la posibilidad de alcanzar un acuerdo

Cabe otra salida: la convocatoria de nuevas elecciones al Parlament de Catalunya. Para que la mayoría que resulte de ellas recupere la posibilidad de alcanzar un acuerdo en Catalunya para afrontar la negociación y comience a trabajar para restañar las heridas acumuladas.

Esa es mi esperanza. No soy optimista, pero hago un esfuerzo para serlo. Debemos imponernos ese reto si no queremos que la situación se enquiste durante un largo, demasiado largo periodo de tiempo. Aún estamos a tiempo.

*José Montilla, presidente de la Generalitat desde 2006 hasta 2010.

Puede parecer iluso que afirme que esto tiene solución, instalados como estamos en una espiral de confrontación en la que cada parte se afana en alimentar el fuego. Pero la tiene, sin duda. Esto, es decir, el encaje de Catalunya en España, puede resolverse si se dan, por fin, algunas premisas básicas.