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El Directorio (catalán)

En Cataluña gobierna una suerte de monstruo de varias cabezas, ciertamente surrealista, como lo es prácticamente (casi) todo lo que allí está sucediendo desde el punto de vista institucional

Foto: Banderas española y catalana. (Reuters)
Banderas española y catalana. (Reuters)

Tal vez no lo recuerden, pero tras el fiasco electoral de la coalición de JxS, el camino hacia la investidura de Artur Mas se convirtió en un auténtico calvario, que acabó en sacrifico. En ese contexto, la CUP (pieza clave para la mayoría parlamentaria independentista) puso como condición la creación de un Directorio (un Ejecutivo con varias cabezas) que anulara 'de facto' la preeminencia del presidente del Gobierno. Iniciativa que quedó en nada. Aparentemente.

Cuando esta propuesta se aireó, ya les dije a mis alumnos que tal vez sus promotores desconocían el carácter efímero —como recordó Benjamin Constant— que tales fórmulas de liderazgo ejecutivo colegiado habían tenido en la Historia. Desde los tiempos de Grecia o Roma, los directorios han sido aplicados en momentos puntuales. Siempre se pone como ejemplo la Revolución francesa en su etapa de la República de Termidor (1795-1799). Fórmulas similares se llegaron a emplear en la Rusia soviética tras la muerte de Lenin con el Gobierno del 'triunvirato' (tal vez de allí cogieron la idea los representantes de la CUP). Todas esas experiencias de gobierno acabaron en despotismo o totalitarismo. En un caso, se impuso Napoleón; en el otro, Stalin.

Cataluña había sido la avanzadilla en materia de gestión pública y de modernización del sector público español. Todo se ha quedado por el camino

Cabe resaltar que el Ejecutivo catalán es en estos momentos singular. Realmente, hace tiempo que no gobierna. Solo se dedica en cuerpo y alma a una causa. La Administración está (salvo el funcionamiento ordinario de las cosas) parada en seco, con la excepción de aquellas medidas dirigidas exclusivamente a crear o desarrollar 'estructuras de Estado' o 'aparatos de Estado' (Poulantzas resucita). La 'Dinamarca del Sur', como ponen de relieve estudios comparados (por ejemplo, los informes de EQI, European Quality of Government) y ha resaltado con ironía la politóloga Elena Costas en una contribución al diario 'Ara', es más bien una "región europea" mediocre en cuanto a calidad de su Gobierno y Administración, comparable con las regiones portuguesas y lejos aún de otras comunidades autónomas como País Vasco, Navarra, Cantabria (y alguna otra), que están por encima de la media europea. Se recogen, así, los frutos de años de exceso de (mala) política y anomia de (buena) gestión. Cataluña, no se olvide, había sido la avanzadilla en materia de gestión pública y de modernización del sector público español. Todo se ha quedado por el camino.

Hay actualmente un Gabinete en la sombra, muy alejado de la tradicional solución británica

En segundo lugar, el sistema institucional formal derivado de la legitimidad estatutaria (hoy en el corredor de la muerte) no nos dice quién manda realmente en ese país. Únicamente nos refleja quiénes son las autoridades formales que deberán asumir, en su caso, responsabilidades políticas (y también penales, aunque estas se amplíen más). Pero ni el presidente es realmente tal ni el Gobierno tampoco ejerce ese rol en su correcto sentido. Hay actualmente un Gabinete en la sombra, muy alejado de la tradicional solución británica, que no es sino un sanedrín que tutela al presidente y marca de cerca al Gobierno, dirigido por una persona que se salió de la escena política (Artur Mas), pero que sigue actuando entre bambalinas rodeado de un grupo de fieles.

placeholder El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont (i), y el expresidente Artur Mas. (EFE)
El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont (i), y el expresidente Artur Mas. (EFE)

Además, es un Ejecutivo también con dos cabezas, en representación de dos fuerzas políticas que se sumaron a la candidatura común. Una de estas fuerzas es más disciplinada (aparentemente) y la otra está plagada de luchas intestinas entre los que van quedando en un barco que amenaza hundimiento. Aun así, la cuestión está mucho más enredada políticamente, puesto que el apoyo externo necesario de la CUP es un alto peaje, que apunta con quebrarse de forma diáfana.

La madeja del Gabinete en la sombra se lía mucho más, puesto que incluye (sí, sí, no se asusten) a la presidenta del Parlamento, que también emula aquí a Lucien Bonaparte, hermano de Napoleón, y a su papel en el golpe del 18 Brumario. Una 'primus' de parte. Para romper moldes.

Si bien nada se entendería de esa situación gubernamental precaria si no añadimos el ingrediente de las dos asociaciones de "la sociedad civil (independentista) catalana", auténticos tractores del proceso, como son la Assamblea Nacional de Catalunya y Òmnium Cultural, agrupaciones de feligreses intransigentes que han vendido la moto de que la independencia consiste (como haría un 'aizkolari') en cortar secamente un tronco en dos trozos en un instante y todo se acabó: comienza una nueva vida (una simplificación como otras que abundan en el manoseado 'proceso').

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Los líderes de estas asociaciones dictan órdenes desde la penumbra a los responsables políticos formales, los 'riñen' y son (a no dudarlo) quienes más odio y sectarismo han sembrado en las filas del independentismo hacia lo diferente, incapaces así de crear un movimiento amable y empático que atraiga a otros que no sean los propios e irredentos fieles. Para hacérselo mirar.

Por tanto, en Cataluña gobierna actualmente un Directorio 'atípico', una suerte de monstruo de varias cabezas, ciertamente surrealista, como lo es prácticamente (casi) todo lo que allí está sucediendo desde el punto de vista institucional. Un Directorio con apariencia (hasta ahora) de uniformidad sin fisuras. Pero cuando viene la hora de la Política con mayúsculas, todo cambia. Ahí radica la mayor debilidad de la solución elegida.

Los miembros de los directorios, formales o informales, siempre terminan a bofetadas; es una constante histórica

La fórmula 'directorial' es siempre efímera. No parece que ni siquiera esta pueda funcionar más allá de estas semanas de insurrección institucional que llevan camino de desestabilizar completamente la sociedad catalana y su propia economía. Algo se mueve, en todo caso. Una vez más, han sido la economía y el pánico al desorden los factores dominantes. Con el Estado democrático de derecho se juega, con las alubias no. Se palpa tensión, mucha tensión. La palabra traición volverá a la escena. Los miembros de los directorios, formales o informales, siempre terminan a bofetadas; es una constante histórica. También Benjamin Constant lo recordó: "El Directorio era un ente abstracto, cuyos miembros no recobraron su cualidad de individuos más que para hacerse daño". Ello no es óbice para que haya 'mambo', como también se anunció. Por algún lado tendrá que salir la frustración acumulada de no ver cumplido el sueño del tronco limpia e instantáneamente roto en dos trozos separados para siempre. Vendieron humo, pero aún queda mucho por salir de los cohetes callejeros. Compás de espera.

*Rafael Jiménez Asensio es profesor (catedrático de universidad acreditado) de Organización Constitucional del EsStado en el Grado de Filosofía, Política y Economía UPF.

Tal vez no lo recuerden, pero tras el fiasco electoral de la coalición de JxS, el camino hacia la investidura de Artur Mas se convirtió en un auténtico calvario, que acabó en sacrifico. En ese contexto, la CUP (pieza clave para la mayoría parlamentaria independentista) puso como condición la creación de un Directorio (un Ejecutivo con varias cabezas) que anulara 'de facto' la preeminencia del presidente del Gobierno. Iniciativa que quedó en nada. Aparentemente.

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