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El PSOE sanitario y el tabaco: la última bandera
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El PSOE sanitario y el tabaco: la última bandera

Una tras otra, el socialismo patrio ha ido abandonado todas y cada una de sus banderas sanitarias tradicionales. Ni progresismo, ni lucha a favor de los trabajadores ni igualdad

Foto: Vista de un hombre fumando un cigarro. (EFE)
Vista de un hombre fumando un cigarro. (EFE)

Esta mañana hemos vivido una nueva e inexplicable renuncia del partido socialista a una de sus tradicionales banderas en el campo de la sanidad. Primero fue la renuncia a una rápida regulación del cannabis terapéutico. Después fue la renuncia a la reducción del copago a los trabajadores más pobres, votando en contra de la fijación de topes para las tarjetas tipo 3. Más tarde renunció también a la lucha por la equidad en el sistema y la uniformidad en el catálogo de prestaciones. A la semana siguiente, se unió a conservadores y nacionalistas para defender una financiación asimétrica y privilegiada para el País Vasco. Dicha financiación perpetuará las diferencias de presupuesto sanitario por habitante según comunidades. Una tras otra, el socialismo patrio ha ido abandonado todas y cada una de sus banderas sanitarias tradicionales. Ni progresismo, ni lucha a favor de los trabajadores ni igualdad. Toda una metamorfosis.

Aún le quedaba, esta semana, una oportunidad de defender una de sus políticas tradicionales: la salud pública. Se trataba de la transposición de la directiva europea sobre consumo de tabaco.

El Gobierno, lento y perezoso como siempre, nos trajo un decreto que se limitaba estrictamente a hacer copia y pega de la directiva. No aporta nuevas medidas de lucha contra el tabaquismo: ni mayores restricciones, ni cambios sustanciales en publicidad ni planes de reducción progresiva de nicotina, como los instaurados en Estados Unidos por FDA.

España está aún a la cabeza de los países consumidores de tabaco. Aún tenemos decenas de miles de muertos a costa del tabaco

Los profesionales de la salud pública se manifestaron públicamente esta semana, a través de la Sociedad Española de Salud pública, solicitando al Parlamento que aprovechara la ocasión. Que aprovechara la ocasión para introducir nuevas normas y restricciones a los nuevos productos de tabaco. Estos productos (vapor, cigarrillo electrónico) fueron diseñados por la industria tabaquera para disminuir el daño, sí, pero también para eludir las rígidas restricciones del tabaco convencional y tratar de recuperar sus niveles de ventas. No hay evidencia científica suficiente en el campo de la salud pública que aconseje mantener restricciones distintas para unos u otros productos. Si permitimos el consumo en diferentes circunstancias al tabaco tradicional, podríamos ayudar a normalizarlo y estropear el trabajo hecho hasta ahora.

Debemos recordar que España está aún a la cabeza de los países consumidores de tabaco. Aún tenemos decenas de miles de muertos a costa del tabaco. Me consta que la intención de gran parte de los diputados socialistas de la comisión era aprovechar para tramitarlo como proyecto de ley urgente, lo que permitiría introducir todas esas reformas y otras muchas que reclaman los profesionales de la salud pública. En eso estábamos sorprendentemente de acuerdo Ciudadanos, Podemos y PSOE. Tan es así, que nosotros mismos solicitamos la tramitación como proyecto de ley urgente para que todos los grupos pudieran enmendar.

Cuando todo parecía favorable al resultado de la votación, alguna llamada de última hora forzó al PSOE a votar en contra de su propio discurso

Aquí llega la sorpresa de última hora. Cuando todo parecía favorable al resultado de la votación, alguna llamada de última hora, alguna presión, algún interés… no sabemos qué (aunque lo sospechamos), forzó al PSOE a votar en contra de su propio discurso. Fue especialmente encantador oír el discurso de su portavoz, preparado con anterioridad, hablando en contra de las prisas y los decretos y ver cómo, acto seguido, se votaba en contra de un procedimiento que permitía a todos los grupos enmendar el proyecto. En ese momento me acordé de la entrevista de Pedro Sánchez y Évole. Esa en la que confesaba su cesión a las presiones de los grandes intereses. Hay detrás de todo el asunto un aroma de dehesa, tabaco y encina. Parece que Sánchez sigue siendo Sánchez. Hoy ha caído la última bandera del socialismo sanitario español. Nosotros ya las tenemos a buen recaudo en nuestra sala de banderas.

*Francisco Igea es diputado de Ciudadanos en el Congreso de los Diputados.

Esta mañana hemos vivido una nueva e inexplicable renuncia del partido socialista a una de sus tradicionales banderas en el campo de la sanidad. Primero fue la renuncia a una rápida regulación del cannabis terapéutico. Después fue la renuncia a la reducción del copago a los trabajadores más pobres, votando en contra de la fijación de topes para las tarjetas tipo 3. Más tarde renunció también a la lucha por la equidad en el sistema y la uniformidad en el catálogo de prestaciones. A la semana siguiente, se unió a conservadores y nacionalistas para defender una financiación asimétrica y privilegiada para el País Vasco. Dicha financiación perpetuará las diferencias de presupuesto sanitario por habitante según comunidades. Una tras otra, el socialismo patrio ha ido abandonado todas y cada una de sus banderas sanitarias tradicionales. Ni progresismo, ni lucha a favor de los trabajadores ni igualdad. Toda una metamorfosis.

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