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Criptovotantes: crónica de una jornada electoral en Cataluña
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Criptovotantes: crónica de una jornada electoral en Cataluña

Así fue mi experiencia como apoderado de Ciudadanos durante la jornada electoral del 21-D

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21 de diciembre, seis de la mañana. Salimos desde Madrid para hacer de apoderados de Ciudadanos en un colegio electoral en Lleida. Tras un largo viaje de cuatro horas, nos recibe una espesa niebla. Recibimos nuestras acreditaciones y vamos rápido a los colegios que nos adjudican, en el centro de la ciudad.

Lo primero que llama la atención en el colegio al que hemos sido adscritos es la presencia abrumadora de interventores, apoderados y agentes de los partidos independentistas. Cuento hasta cuatro de ERC, dos de Junts per Catalunya y uno de la CUP. Solo hay una interventora del PP y otra del PSC. Nadie de Ciudadanos. Tampoco en los otros colegios que visitamos como apoderados hay absolutamente nadie de este partido.

Foto: El momento del voto de Xavier García Albiol. (EFE)

No pudimos llegar a la constitución de la mesa, pero la interventora del PP me dice que ha tenido problemas con su acreditación, querían excluirla de la mesa. Tras una consulta a la Junta Electoral, mantiene su puesto, aunque le obligan a guardar su carpeta bajo la mesa, por considerarla “propaganda electoral”.

Me acomodo en el colegio, con la perspectiva de pasar una larga jornada allí. Aunque me he acreditado ante la mesa, los representantes de los partidos 'indepes' me ignoran, me hacen el vacío. Soy “de fuera”, y además represento a Inés Arrimadas, algo así como el demonio, debe ser eso.

No me saluda casi nadie. Solo un señor a media tarde se detiene a desearme suerte, y dos señoras me hacen gestos cómplices, de tapadillo


Me siento a observar el comportamiento de los votantes y hay algo que me llama la atención: hay muchos que son ostensiblemente independentistas (lazo amarillo, pegatinas en las camisetas por 'los Jordis', etc.) y que se detienen a departir con sus colegas políticos presentes en el colegio. Se desean suerte y comentan la jornada. A mí no me saluda casi nadie. Solo un señor a media tarde se detiene a desearme suerte, y dos señoras me hacen gestos cómplices, de tapadillo: un guiño y un pulgar arriba. Me temo lo peor, esto va a ser un desastre, pienso. La respuesta la dará el escrutinio, poco después.

Durante la votación, se presenta un votante de nombre Belmonte. Gran torero, se me ocurre comentar. A lo que la apoderada de ERC me dice: “Aquí de toros no queremos saber nada, están prohibidos. Belmonte era un gran ciclista catalán, que ganó el Tour de Francia”. Supongo que se refería a Bahamontes, el águila de Toledo. Hasta aquí llega la manipulación de la Historia.

Foto: Los apoderados vigilarán, por ejemplo, que nadie lleve lazos amarillos. (EFE)

En un momento de calma durante las votaciones, la interventora del PP me pide salir fuera a hablar. Me pide que hablemos bajito, no sea que nos oigan. Me cuenta sus penurias en la ciudad. Un votante le ha increpado: "¿Adónde vas con eso colgado?". Se refería a la credencial de su partido. Qué complicado es seguir aquí sin comulgar con el credo de esta gente, pienso yo. Vivir a contracorriente.

Una interventora del PSC me da la enhorabuena y me dice que tengo suerte de no vivir allí. Con estos resultados, dice, me tendré que llevar a mi familia


Cerramos la votación y empieza el recuento. Para mi sorpresa, y a pesar de mis malos augurios, Cs obtiene un resultado bastante apreciable. Son 121 votos de un total de 650, aunque arrasan Puigdemont con 207 y ERC con 140. Ahora me explico la actitud de los votantes de Cs. Son criptovotantes. Personas que no quieren ser señaladas, que no quieren ser identificadas como simpatizantes o votantes de las fuerzas de ocupación, de los malos catalanes. Gente que practica su “fe política” de puertas adentro, en sus casas. Son víctimas de un ambiente plomizo, abrumador, hegemonista, que no deja resquicio para que todas las opciones políticas se manifiesten sin miedo. Ahora me explico por qué siendo el primer partido de Cataluña no hay ni interventores en las mesas ni apoderados en los colegios. Es una tarea reservada a unos pocos valientes.

En el cómputo global, aunque Cs haya sido el partido más votado, Puigdemont se impone a Junqueras. En mi mesa ha arrasado. Definitivamente, se trata de una sociedad enferma, aunque no me atrevo a decir si terminal. Me asombra que la gente independentista prefiera a un fugado, cobarde y oportunista sobre alguien que, al menos, ha asumido las consecuencias de sus hechos. Aunque tampoco me extraña demasiado. Ellos tienen su lógica, que funciona implacablemente, y Puigdemont jugaba con ventaja en esa batalla interior: él sí se burló de Madrid, el voto a JxCAT hacía más daño en Madrid.

Foto: El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, y la candidata a la presidencia de la Generalitat, Inés Arrimadas, celebran su victoria. (EFE)

Al cerrar el escrutinio y tras la firma de las actas, se me acerca la interventora del PSC. Me da la enhorabuena por haber ganado las elecciones y me dice que tengo mucha suerte de no vivir allí. Con estos resultados, me dice, me tendré que llevar a mi familia de aquí. Nos nos dejan respirar, se lamenta.

Difícil lo vamos a tener en los próximos meses. Se avecina tormenta. No hemos ganado casi nada y hemos desperdiciado el mejor instrumento que teníamos, el artículo 155. A lo mejor tenemos que volver en mayo.

21 de diciembre, seis de la mañana. Salimos desde Madrid para hacer de apoderados de Ciudadanos en un colegio electoral en Lleida. Tras un largo viaje de cuatro horas, nos recibe una espesa niebla. Recibimos nuestras acreditaciones y vamos rápido a los colegios que nos adjudican, en el centro de la ciudad.

Ciudadanos Inés Arrimadas