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8-M, una revolución en marcha
Todas las mujeres del mundo sufren una discriminación que es injusta en su raíz porque nace de algo tan primario como el hecho biológico de la maternidad
El próximo jueves, las mujeres de más de 150 países del mundo están llamadas a una huelga en defensa de sus derechos. Este año la convocatoria es global. Desde Argentina al Kurdistán se escuchará la voz de mujeres muy diversas que han decidido no esperar al curso lentísimo de la historia y acelerar la marcha hacia su emancipación.
Todas las mujeres del mundo sufren una discriminación que es injusta en su raíz porque nace de algo tan primario como el hecho biológico de la maternidad. Ser mujeres. Es evidente que el grado de subordinación depende de las condiciones socioculturales —incluyendo las religiones— de cada región del planeta. Pero todas ellas disfrutan de menos oportunidades y derechos que los varones de su misma nacionalidad, etnia, condición social, etc. En todos los rincones del mundo, una mujer sabe que tendrá que hacer el doble de esfuerzo que los hombres para aproximarse al reconocimiento y a los beneficios que ellos obtienen.
Una mujer sabe que tendrá que hacer el doble de esfuerzo que los hombres para aproximarse al reconocimiento y a los beneficios que ellos logran
Está demostrado empíricamente que hay una relación directa entre el nivel de igualdad que hayan conseguido las mujeres y la prosperidad y el bienestar de una sociedad, y también lo inverso: a mayor segregación de género, mayor atraso económico y social. Igualdad en el sistema educativo, en las condiciones de trabajo y en los salarios, en el reparto de las tareas domésticas y en el cuidado de la familia, en el ejercicio del poder político y en la dirección de las empresas: por esa vía se obtienen sociedades competitivas, justas y equilibradas. La igualdad real —no solo legal— entre hombres y mujeres es un factor determinante para la eficiencia económica y social de las sociedades modernas.
En las economías en desarrollo, el acceso de las niñas a la educación primaria y secundaria y de las jóvenes a la educación superior ha sido un potentísimo motor de transformación social. Los programas de salud sexual y reproductiva son también un instrumento clave para que las mujeres controlen su maternidad y puedan salir por sus propios medios de la espiral de la pobreza. Se llama autonomía vital.
En las sociedades desarrolladas, la mayoría de las mujeres ya tiene acceso a la educación y al empleo. En el sistema educativo, las jóvenes obtienen, generalmente, mejores resultados que los varones de su misma edad. Sin embargo, el mercado laboral las sigue discriminando y segregando. Ellas estudian, se forman, trabajan, se ocupan, además, de las tareas domésticas y de los cuidados, pero no consiguen las mismas oportunidades que los varones ni ven reconocido su esfuerzo.
El sistema de dominación masculina sigue impregnando nuestra cultura y se manifiesta en las relaciones sociales, laborales y familiares
El sistema de dominación masculina sigue impregnando nuestra cultura y se manifiesta en las relaciones sociales, laborales y familiares. Cuando un empleador debe decidir entre dos candidatos jóvenes, hombre y mujer, con la misma preparación y capacidad, tiende a ver en ella a una potencial madre y piensa que es más rentable contratar al varón, que no deberá afrontar el 'engorro' de la maternidad. Esa discriminación ha producido en nuestro país —y en todo el mundo desarrollado— un verdadero 'paro de úteros' de las mujeres jóvenes. Las mujeres españolas tienen menos hijos que nunca desde que existen datos (1975). Entre 2008 y 2016, el número de nacimientos ha caído un 21,4%. En los últimos 40 años, la tasa bruta de natalidad se ha reducido a más de la mitad. El año 2016 fue el segundo consecutivo en que en España murieron más personas de las que nacieron.
Las mujeres lo están diciendo a gritos: si la maternidad es una barrera para poder competir con los hombres y tener una vida libre y autónoma, dejamos de tener hijos. Las consecuencias de esa protesta sorda, pero sostenida y dolorosa para muchas jóvenes, es la profunda crisis demográfica que sufrimos en prácticamente toda la Unión Europea. Sus efectos serán demoledores para el sistema de bienestar social, ya muy golpeado.
En el año 2017 fueron asesinadas 53 mujeres, casi una a la semana. Ellas, y todas las que sufren la violencia física o psicológica cotidiana, son el otro grito dramático que cuestiona la decencia de nuestra sociedad, son las víctimas de un sistema de poder que pretende controlar la vida, el cuerpo y la mente de las mujeres. Un mecanismo intolerable de dominación de un sexo sobre el otro, que insiste en seguir manteniendo privilegios masculinos a costa de la libertad de las mujeres.
Una sociedad decente que aspire a tener una economía competitiva, sostenible y justa no puede seguir albergando en su seno ese tumor social que acabará haciendo saltar todas las costuras del sistema. Por eso las mujeres del mundo se unen para revolucionar pacíficamente un sistema que, además de inmoral, es socialmente suicida.
Las mujeres han tomado conciencia de su fuerza cuando actúan unidas, y eso no tiene vuelta atrás
Hace unos días, una joven iraní se manifestaba junto a cientos de mujeres en las calles de Teherán para reclamar su derecho a decidir sobre el uso del 'hiyab', y decía: “Antes, nosotras teníamos miedo del Gobierno; ahora el Gobierno tiene miedo de nosotras”. Las mujeres han tomado conciencia de su fuerza cuando actúan unidas, y eso ya no tiene vuelta atrás.
La globalización ha llegado también para acelerar el largo camino de las mujeres hacia su emancipación total. La revolución universal de las mujeres será para nuestro tiempo al menos tan trascendente, si no más, como en la era industrial lo fue el movimiento obrero.
*Elena Valenciano. Vicepresidenta del Grupo Socialista del Parlamento Europeo.
El próximo jueves, las mujeres de más de 150 países del mundo están llamadas a una huelga en defensa de sus derechos. Este año la convocatoria es global. Desde Argentina al Kurdistán se escuchará la voz de mujeres muy diversas que han decidido no esperar al curso lentísimo de la historia y acelerar la marcha hacia su emancipación.