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¿Quién se librará del azote?

Hay quien se ríe más y quien menos. Aquella multa de tráfico, aquella fiesta en la que estuve, esas fotos con aquel amigo que luego resultó ser un pieza...

Foto: Vista general del Congreso vacío. (EFE)
Vista general del Congreso vacío. (EFE)

“Es increíble. Así no podemos seguir. ¿Qué va a ser lo siguiente? ¿Revolverán entre mis fotos del colegio? ¿Preguntarán a Manoli por aquel examen de geografía? ¿Comentará alguien lo de aquel boli de cuatro colores que mangamos en Simago a los 15?”.

La ansiedad se ha instalado en el hemiciclo. Todos tenemos pasado y, según dicen los ingleses, “todo el mundo guarda un esqueleto en el armario”. Las conversaciones se suceden en el patio que comunica los dos edificios principales. Hay quien se ríe más y quien menos. Aquella multa de tráfico, aquella fiesta en la que estuve, esas fotos con aquel amigo que luego resultó ser un pieza, esa pareja que podría contar algunos detalles no muy elegantes de mi vida privada, ese resbalón de adolescente… Miedo y tensión, bajo una sonrisa inmutable. ¿Hasta dónde es lícito?

La sociedad necesita tener confianza en quienes manejan el futuro y el presupuesto. El honor de servir a tu país obliga a este sacrificio

La política es un oficio muy exigente, debe de serlo. La sociedad necesita tener confianza en quienes manejan el futuro y el presupuesto de la nación. El honor de servir a tu país obliga a este sacrificio y nadie se mete en esta tarea si no es voluntariamente. Por tanto, no nos toca quejarnos, si no responder a las exigencias de la sociedad. Sin embargo, me asalta una duda… ¿Hubo alguna vez 350 vírgenes? Siempre recuerdo aquel diálogo entre Hamlet y Polonio, cuando el desdichado príncipe le encomienda a su sirviente que cuide de los cómicos que acaban de llegar a Helsingør. Hamlet le solicita a su sirviente: “Señor mío, es menester hacer que estos cómicos se establezcan, ¿lo entiendes? Y agasajarlos bien”. Y este le contesta: “Yo, señor, los trataré conforme a sus méritos”. A lo que Hamlet replica: "¡Qué cabeza esta! No señor, mucho mejor. Si a los hombres se les hubiese de tratar según merecen, ¿quién escaparía de ser azotado?". Pues este es el asunto: ¿quién escapará del azote? No creo que nadie lo hiciera. Si nos revisasen por dentro y por fuera, todos tendríamos faltas suficientes para el azote.

Sin embargo, hay unos mínimos que debemos cumplir. No se nos exige un expediente inmaculado en lo privado. Nadie tiene derecho a entrar en nuestro cuarto de baño o a hurgar en nuestra basura. Pero lo que hacemos como cargos públicos, cómo usamos, o no, el poder que se nos ha dado para nuestro beneficio o el de otros, es asunto que incumbe a toda la sociedad. Es entonces cuando demostramos si seremos capaces de cumplir con honestidad el encargo que los ciudadanos nos hacen. Si siendo cargos electos aceptamos un trato de favor en una universidad, un trato que nos distingue de los demás solo por el hecho de que somos personas influyentes y podemos un buen día agradecerlo, si siendo políticos en activo, aceptamos que alguien nos escriba la tesis o que acepte un bodrio de 'cortas y pegas' apresurados, mientras los demás tardan años en hacer un trabajo honesto, si aceptamos todas estas cosas, entonces no somos de fiar. No somos de fiar porque no sabemos que el poder que los ciudadanos nos dieron, nos lo dieron para utilizarlo en beneficio de todos. No somos de fiar porque los ciudadanos ya saben que no somos capaces de distinguir entre 'poder' y 'privilegio'.

Los políticos tenemos un oficio que es el de servir, no el de ser servidos. Pero el poder atrae los agasajos y los regalos como las moscas a la miel…

Este es el asunto. Los políticos tenemos un oficio que es el de servir, no el de ser servidos. Pero el poder atrae los agasajos y los regalos como las moscas a la miel…¡y es tan agradable! Es tan agradable ir al palco y no tener que pagar entrada. Es tan confortable cenar en los reservados y no tener que tirar del menú del día. Se vive tan bien. Pero lo más peligroso es que en España hay un montón de políticos que no han hecho otra cosa desde los 22 años. No conocen la otra vida, la vida de los mortales. Esa de quienes se levantan a trabajar y nadie les regala nada porque son seres anónimos. Esa vida, la de los hijos de los comerciantes o los taxistas a quienes nadie conoce en la universidad. Esos que no pueden faltar a clase del máster. Esos que, si quieren quedarse en la universidad sin padrinos, tienen que ser brillantes, dejarse años de esfuerzo bajo un flexo y de archivo en archivo para poder leer una tesis en un tribunal que no tiene ningún miedo ni ningún reparo en afearles un plagio, una errata o una inconsistencia. Los políticos que llevan toda la vida en esto han interiorizado el privilegio como 'lo normal'.

Es su vida, la de siempre. Simplemente, no lo entienden. No entienden que a los demás no les escribe la directora del máster en tono de colegueo, porque su ministerio le acaba de atizar un contrato de 400.000 euros. No entienden que a los demás nadie les llama, ni les dice “no te preocupes por el pago que ya nos encargamos de hacerte los papeles”. No entienden que a los demás nadie les coloca un tribunal bizcochable. No se les pasa por la imaginación. Por eso, ahora cunden la sorpresa y el temor. Pero sean bienvenidos. La España política del cómodo bipartidismo se despierta de unos lustros de privilegios que nunca debieron existir. Quizás ahora se abra un horizonte más exigente a la política. Un horizonte que traerá, sin duda, beneficios a los españoles. Como decían Acemoglu y Robinson, las naciones solo necesitan dos cosas para prosperar: un buen sistema educativo e instituciones libres de corrupción. Bienvenidos, pues, al mundo del futuro. Bienvenidos a la realidad.

*Francisco Igea es diputado de Ciudadanos en el Congreso.

“Es increíble. Así no podemos seguir. ¿Qué va a ser lo siguiente? ¿Revolverán entre mis fotos del colegio? ¿Preguntarán a Manoli por aquel examen de geografía? ¿Comentará alguien lo de aquel boli de cuatro colores que mangamos en Simago a los 15?”.

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