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María del Mar Espinar Mesa-Moles

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El caballo de Troya

Presentarse al futuro sin rendir cuentas por tu gestión, es más, desvincularte de ella no es ni elegante ni creíble. Más de tres años en la oposición me han enseñado a distinguir entre el oro y el latón

Foto: Un caballo de Troya. (EFE)
Un caballo de Troya. (EFE)

Quizá sea la ingenuidad uno de los puntos débiles de nuestra democracia actual. Vivimos tiempos de poca profundidad. Demasiadas oraciones sencillas y muy pocas subordinadas. Los matices, tan humanos, son vistos con suspicacia y la búsqueda de consenso se juzga como debilidad imperdonable. O estás conmigo o contra mí. Nuestra dieta política tiene demasiada confrontación.

Así las cosas, con este talón de Aquiles pidiendo a gritos una flecha, aparece sobre el tablero político una propuesta que considero absolutamente perversa. Determinadas personalidades con responsabilidad pública pretenden fulminar el papel constitucional de los partidos políticos con el único fin de destruir su engranaje y crear con los restos una nueva maquinaria mesiánica destinada a favorecer sus ambiciones personales. No hay peor ego que aquel que se esconde en la soberbia humildad oriental, que diría Amin Maalouf.

El culto a los nombres (a los nombres sin más) representa un retroceso en el músculo democrático de una sociedad. Encerrar las opciones políticas en la celda de lo individual solo trae verticalidad, pues la persona ungida se siente superior al resto. No existe en ella vocación de servicio sino hambre de mando. Y no olviden, estimados lectores, que también se manda a base de sonrisas y palabras patrocinadas por la academia de lo correcto. Nunca llegué a pensar que la película 'Amanece que no es poco' nos daría una frase tan real: "Todos somos contingentes menos usted, señor alcalde, que es necesario".

No hay peor ego que aquel que se esconde en la soberbia humildad oriental

No he sido yo quien ha llamado "monarquía municipal" a este conato de proyecto narcisista, enmascarado, eso sí, por un enjambre de frases edulcoradas, muy del gusto de nuestra época.

Una cosa que no puedo ocultar es mi sentimiento de lástima, pues no resulta aceptable abandonar a los que te permitieron ocupar la "cúspide de la horizontalidad". Dejarlos atrás para que sean ellos los que carguen con el peso de una oportunidad desaprovechada coloca este comportamiento entre el transfuguismo y la traición. Presentarse al futuro sin rendir cuentas por tu gestión, es más, desvincularte de ella no es ni elegante ni creíble. Los partidos políticos tienen sus defectos, ¡a mí me lo van a decir!, pero no solo defectos. La alternativa que se ofrece es simple y llanamente una oda personalista.

Quizá sea la ingenuidad uno de los puntos débiles de nuestra democracia actual. Vivimos tiempos de poca profundidad

En definitiva, más de tres años en la oposición me han enseñado muchas cosas. Una de ellas, a distinguir entre el oro y el latón.

*María del Mar Espinar Mesa-Moles Concejala del Ayuntamiento de Madrid PSOE. Área de Cultura, Deporte y Turismo

Quizá sea la ingenuidad uno de los puntos débiles de nuestra democracia actual. Vivimos tiempos de poca profundidad. Demasiadas oraciones sencillas y muy pocas subordinadas. Los matices, tan humanos, son vistos con suspicacia y la búsqueda de consenso se juzga como debilidad imperdonable. O estás conmigo o contra mí. Nuestra dieta política tiene demasiada confrontación.

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