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La redención de España y el camino de Europa

Hagamos de la Transición un éxito sin paliativos y de los 300 años de decadencia, un hiato en la Historia: interpretémonos por y para Europa

Foto:  La principal estación de trenes está iluminada con los colores de la bandera europea. (EFE)
La principal estación de trenes está iluminada con los colores de la bandera europea. (EFE)

Entre unas elecciones del 28-A y otras europeas la semana que viene es buen momento para husmear los vientos. Las elecciones del 28-A nos han dejado una composición parlamentaria que en estos tiempos europeos convulsos, en los que se dirime la lucha entre el pensamiento liberal basado en reglas sobre el que se cimenta la UE y el populismo variopinto, comunista, independentista o xenófobo lanza a nuestra democracia representativa, a nuestros políticos, el reto de interpretar los designios democráticos en un contexto histórico singular. Las similitudes del arco parlamentario actual con aquel de 1934 que precedió a nuestra guerra civil, resulta tan chocante como siniestra. Como si la marea de la Historia en toda su sabiduría volviera a dejar a nuestros pies la misma pregunta, el mismo enigma fatídico de sintetizar las corrientes atávicas con la modernidad, de interpretarnos. Toca a los políticos visualizar y actuar en consecuencia en la formación de grupos parlamentarios, y hacerlo desde las premisas de esa representatividad que les supone sentido de la responsabilidad y conocimiento de la realidad estratégica, Europa.

Frente a la lectura inmediata de que ha ganado la izquierda con un trasvase notable de la radical a la moderada, en este contexto europeo en el que se debate el sentido y significación de la integración, la perspectiva de que lo que ha ganado es el constitucionalismo, con PSOE, PP y Cs acaparando una mayoría ampliamente cualificada, tiene muchísima más profundidad de carga. Esa perspectiva explica la derrapada en falso de la derecha patria con la demonización del flirteo socialista con Cataluña. Con razón, desde Europa miran el resultado felices y seguro, también, perplejos ante el ensimismamiento patrio. Aquí, inmersos en toda la resaca electoral y el postureo de posicionamientos electorales para los nuevos comicios, la significación histórica de esta auténtica oportunidad de redención, tras 40 años de transición feliz y 300 años de decadencia, todavía es difusa. Veremos si España despierta y nuestros políticos hacen acopio de sentido de Estado primando el interés general sobre el sectarismo tactista. Fórmulas de gobierno de una gran coalición a la alemana, o una lista larga de pactos de Estados, los formatos son varios, pero mirar para adelante y para Europa, requiere inexcusablemente hacerlo alrededor del constitucionalismo. Por una vez, rompamos la tradición cainita y superemos el sectarismo centrífugo, nostálgico, destinado a la espuma del olvido.

Foto: Pedro Sánchez, con sus números dos y tres, Adriana Lastra y José Luis Ábalos, este 17 de mayo. (EFE)

Clave europea para componer internamente

La ausencia de Europa en los debates electorales ha sido un hecho revelador de la coyuntura que nos aqueja. Singular y meritoriamente, la inculpación a Europa como excusa por cualquier mal patrio, tan común en otros países, ha brillado por su ausencia. Ciertamente, la fortaleza y magnitud de la recuperación en nuestro país ha sido punta de lanza en el Continente gracias a la determinación con que se asumieron la contención de deuda, la competitividad y las reformas. Pero a riesgo de arroparnos al calor de las ramas y no ver el bosque, haríamos bien en echar la vista más allá de nuestras narices y ser conscientes de lo que se juega Europa en los próximos años. Hay que tener meridiano dónde estará nuestro interés patrio en el debate europeo propuesto por Macron para finales de año.

El panorama de partida es conocido: una unión monetaria sin unión fiscal ni política reales, un 'statu quo' cuya deriva estructural de fragmentación y divergencia cuánto peor va la economía menos discreción de política económica, ha quedado camuflada al amparo del ECB y un parcheo institucional. Sí, España ha crecido por encima de la media y se han creado 3 millones de puestos de trabajo este lustro, pero como resultado de aquella deriva los 300.000 millones de euros de excedente comercial en Alemania rindiendo al 0%, tienen como corolario un paro entre la juventud de la periferia superior al 30%, una auténtica tragedia generacional. A falta de unión fiscal real, se consuma la desvirtuación del BCE abocándolo a un tsunami de liquidez perenne. Sintetizando lo que ha dado de sí la bonanza del ciclo económico, hemos hecho pico conjunto en la recuperación con los tipos de interés al 0%. La disfuncionalidad estructural de la política económica europea en su actual diseño está sentenciada por los mercados de capital, esa institución desconocida pero preclara en el auspicio del futuro: postergación eterna en la subida de tipos de interés, primas de riesgo en máximos, bancos a una fracción de su valor en libros, etc. La realidad candente que amordaza Europa: el gigante económico y el enano político.

La realidad candente que amordaza Europa: el gigante económico y el enano político

Para España, la realidad estratégica es esta: nos va a todos infinitamente más en presentar un frente común constitucionalista a favor de esa unión fiscal y política, capaz de enfrentarse y financiar los problemas del siglo XXI: inmigración, defensa, cambio climático, desigualdad, evasión fiscal, digitalización, etc., que caer en un careo tactista, cainita, introspectivo, repitiendo así la Historia, en palabras de Bismarck, ser "un pueblo empeñado en destruirse a sí mismo". El margen de discreción en política económica real (monetaria, fiscal, cambiaría), la que acaba llegando al ciudadano, bajo el actual acuerdo del euro es tan ínfimo que hace del resto de políticas un simple manierismo, casi una futilidad.

Tras 9 años de crisis del euro y en un contexto en el que la política europea se cuece todavía a nivel nacional, es imprescindible asumir que somos, por derecho propio, por haber encarnado y validado la prescripción alemana a la crisis, los más legitimados para a solicitar la profundización en el proceso reformador europeo. Recordemos que ese parcheo institucional al albor del fragor de la crisis (ESM, OMT, unión bancaria incompleta, etc.) es pura contingencia creativa para paliar los vacíos legales de los Tratados… 'Solve et repete'. Aprendamos de Alemania. ¿No se caracterizó la política en la crisis del euro allí por las grandes coaliciones parlamentarias en torno al centro? ¿No se marcó el rumbo sobre la fortaleza de esa coalición? Resultó alentador leer en este mismo periódico, hace unos días, que PP y PSOE habían unido sus esfuerzos para recabar de Bruselas ajustes metodológicos para un calculo del déficit estructural que resultara más beneficioso... ¿Qué no plantearse, profundizando en ese espíritu, esta coyuntura histórica en Europa?

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters)

El cambio vectorial que se viene en Europa: ¿dónde queda la capacidad de reforma?

Cuando hace unas semanas desde el equipo del europeísta convencido Macron, único con un mensaje sensato y realista para catalizar ese espacio de soberanía europea imprescindible, se apuntó al PSOE que podría considerarse su inclusión en el grupo parlamentario en proceso de formación tras las elecciones al Parlamento Europeo, se revela sutilmente lo que se viene. Cuando en los debates europeos recientes entre los grupos parlamentarios el holandés socialista Timmermans se atreve a augurar una posible coalición de progresistas reformadores desde "Tsipras a Macron", se corrobora la inercia de un cambio tectónico que se hará evidente para el debate a fin de año.

Tras estos años de política de crisis en los que la gran coalición alemana liderada por Merkel (CDU-CSU-SPD) con Junker del PPE (centro derecha) como Comisario Europeo llevó la voz cantante, el tufillo de los tiempos apunta a un epicentro más escorado al centroizquierda. No es casual que en el debate hacia una unión fiscal que ha quedado a las puertas de la mutualización ("joint liability") en todos y cada uno de los frentes (bancario EDIS, seguro empleo, financiero eurobono), cualquier pretensión de avance sustancial choca con el reto de superar toda la lógica acreedor/deudor (y en un sustrato cultural, protestantes y católicos). No es casual que todas las reuniones recientes del Eurogrupo (ministros de Finanzas del euro) se pierdan en piruetas técnicas y semánticas para configurar un embrión de presupuesto europeo.

Pero ese escoramiento se nutrirá irremediablemente de un patrón alemán en torno al ordoliberalismo en el que la economía social y de mercado se interpreta como un equilibrio entre el liberalismo y un Estado proveedor de ley y orden, con mayúscula. Esto es, lo hará por y en base a un criterio de disciplina y compromiso férreos, único terreno fértil para el éxito de esa voluntad integradora. Es por lo que en el espectro político europeo, de puertas adentro, la izquierda radical ha quedado totalmente domada: un Tsipras "reformista" y europeísta, un gobierno portugués de coalición de izquierdas que catapulta a Centeno a ser jefe del Eurogrupo, incluso un Pablito Iglesias dando lecciones de constitucionalismo. España, que ha sido el paradigma entre los países deudores de que se puede cumplir con creces y recoger los frutos de la disciplina desde una posición política menos radical, está llamada a ser un actor clave del único argumentario viable para la unión fiscal: son mucho más importantes los nuevos objetivos de reforma, convergencia, y disciplina, que la cínica y malamente connotada "unión de transferencias". De hecho, ahí está la relación de intercambio: mayor flexibilidad presupuestaria para hacer de la política fiscal un recurso anticíclico.

España ha sido el paradigma entre los países deudores de que se puede cumplir con creces y recoger los frutos de la disciplina

Siguiendo la inexorable ley del péndulo político, la fisonomía de ese posible nuevo grupo parlamentario en el Parlamento Europeo en busca de un nuevo acuerdo para Europa, se funda sobre el cercenamiento del pacto fáustico entre las fuerzas constitucionalistas en Alemania a lo largo de la crisis y su propio populismo el AfD, al que nunca se enfrentó y que dio carta blanca a toda una narrativa —"unión de transferencias"—, asimilación grotesca de toda la periferia al caso del fraude griego, etc. No es mucho imaginar que tras las elecciones europeas Macron extienda la misma invitación hecha al PSOE, a los alemanes del SPD y tendremos el auténtico catalizador para cambiar el eje tectónico de la política europea, un torpedo en la línea de flotación del 'statu quo'. Expóngase además el contrasentido por parte de la coalición PPE cobijando ambiguamente a eurófobos del tipo Orbán húngaro, y tenemos el plato servido. Ahí tenemos a la heredera de Merkel en el partido CDU-CSU, AKK corriendo para desvincularse de la derecha radical. 'Excusatio non petita, acusatio manifiesta'.

Y así como la derecha europea tendrá que reconocer la realidad de la imposibilidad de seguir profundizando el proyecto político de integrar Europa, Merkel sin guion y perdiendo la iniciativa desde 2015 tras la crisis de refugiados, ese centro izquierda tendrá que asumir el tenor de los mimbres para formar el espacio incipiente de soberanía europea: disciplina y compromiso para poner Europa a la altura de su capacidad política. Desde catapultar al euro como un instrumento de política exterior (impensable sin un eurobono), pasando por una política de inmigración equilibrada para refundar Schengen con visos de Europa, frontera, defensa, o una política comercial y medioambiental europeas donde se aspire a establecer estándares internacionales, o una política industrial y de competencia favorable a la integración intraeuropea en todos y cada uno de estos frentes Europa tendrá que jugar en códigos de "real politics", y sobre una disciplina y compromiso cuyo perfil es históricamente más afín a la derecha.

Europa tendrá que jugar en códigos de "real politics", y sobre una disciplina y compromiso cuyo perfil es históricamente más afín a la derecha

El efecto colateral de estas dinámicas, por supuesto, también será revelar en toda su crudeza, el infantilismo, inconsistencia, e inocencia, de toda la miríada de partidos de derecha radical pseudo-xenófobos en Europa. Salvini llamando a la creación de una liga de partidos de ultra derecha xenófoba, con Orbán, Le Pen y demás, parece el cuento de 'Blancanieves y los siete enanitos'.

Redención histórica, de aquellos polvos estos lodos

Desde la profundidad de las corrientes subterráneas que marcan el signo de los tiempos y que apuntan al agotamiento del liderazgo anglosajón en la globalización, Trump y Brexit, y en el esfuerzo por conjurar la vocación universalista de Europa, la apelación al papel de España que fue su foco primigenio, es reconfortante. Paradojas de la Historia. Esta península en la península europea, que encarna en su sino trágico de identidad, el cruce de corrientes, culturas y razas, y forjó un modelo globalización en torno a la "Universitas Christianas", menos endogámico, más inclusivo, que el anglosajón, tiene la oportunidad de reencontrarse, reinterpretarse ahora a sí misma, desde esa mirada histórica.

Al fin y al cabo la afinidad con los preceptos de sociedad abierta propios del proyecto civilizatorio que es la construcción de Europa superando el nacionalismo centrífugo, nos sobreviene con toda naturalidad. La dignidad de la persona como piedra fundacional del liberalismo, vilmente soterrada en la interpretación de la Historia, se entronca ahora más claramente con la Declaración de Derechos Humanos de nuestros vecinos franceses, y es parte esencial constitutiva de un modelo Continental de construcción Europea frente al anglosajón que ha sucumbido a la nostalgia, versión nación, Trump, versión pueblo, Brexit.

Al fin y al cabo la afinidad con los preceptos de sociedad abierta propios del proyecto civilizatorio que es la construcción de Europa

Ahí está la alternativa. De un lado repetir fatídicamente las dos Españas siempre enfrentadas en la impotencia de asumir la modernidad, de conciliar las fuerzas de un pasado vetusto, multicultural, Mediterráneo y Atlántico, con los designios racionalistas, universalistas de la Ilustración. Impotencia para superar esa interpretación perdedora de la Historia que alimenta la diáspora de fuerzas nacionalistas, independentistas, en las mismas bisagras geográficas de nuestra unión a Europa. De otro, la oportunidad histórica de trascendernos y exorcizar dos siglos de enfrentamiento interno aportando decisiva y contundente al proyecto de integración política necesario en este siglo XXI, que es Europa. Sencilla y humildemente hemos de realizar que la naturaleza vehicular de nuestra identidad la hace portadora de algo mucho más grande de lo que cabe en nuestras propias costuras.

Ahí está el reto para nuestros políticos: PSOE, PP y Cs. Gánense el pan y hagan justo mérito a la fortaleza de la democracia representativa, tomen el reto estratégico de la coyuntura histórica. Superemos por primera vez el estigma de inmadurez y cainismo. Hagamos de la Transición un éxito sin paliativos y de los 300 años de decadencia, un hiato en la Historia: interpretémonos por y para Europa.

*Fernando Primo de Rivera García-Lomas es abogado, economista e inversor

Entre unas elecciones del 28-A y otras europeas la semana que viene es buen momento para husmear los vientos. Las elecciones del 28-A nos han dejado una composición parlamentaria que en estos tiempos europeos convulsos, en los que se dirime la lucha entre el pensamiento liberal basado en reglas sobre el que se cimenta la UE y el populismo variopinto, comunista, independentista o xenófobo lanza a nuestra democracia representativa, a nuestros políticos, el reto de interpretar los designios democráticos en un contexto histórico singular. Las similitudes del arco parlamentario actual con aquel de 1934 que precedió a nuestra guerra civil, resulta tan chocante como siniestra. Como si la marea de la Historia en toda su sabiduría volviera a dejar a nuestros pies la misma pregunta, el mismo enigma fatídico de sintetizar las corrientes atávicas con la modernidad, de interpretarnos. Toca a los políticos visualizar y actuar en consecuencia en la formación de grupos parlamentarios, y hacerlo desde las premisas de esa representatividad que les supone sentido de la responsabilidad y conocimiento de la realidad estratégica, Europa.

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