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El odio: herencia del independentismo

Los independentistas han logrado transmitir a una parte de la población, los niños, los más jóvenes, que España les tiene aherrojados, sometidos, explotados y robados

Foto: Antidisturbios se enfrentan a los manifestantes a las puertas de un colegio electoral durante el referéndum del 1-O. (Reuters)
Antidisturbios se enfrentan a los manifestantes a las puertas de un colegio electoral durante el referéndum del 1-O. (Reuters)

La mayoría no lo vieron o no lo quisieron ver, pero cuando Jordi Pujol, desde su atalaya de nacionalista moderado y de derechas, caracterizó a “los andaluces” de hombres “semidestruidos” y “a medio hacer”, estaba empezando a poner las bases de lo que luego ha sido: una corriente política autoritaria que se manifestó con el tiempo corrupta, personal e institucionalmente, y que ha sabido contagiar a su izquierda, plagada de oportunistas (Ernest Maragall) y simplemente trastornados (CUP), lo peor de sus planteamientos racistas (“los genes de Junqueras”) y de sus firmes convicciones antidemocráticas.

En efecto, cuando en los días 6 y 7 de septiembre de 2017 (momento en el que se debió aplicar el artículo 155 de la Constitución) los independentistas aprueban en el Parlamento catalán sus 'leyes de plenos poderes' (léase: de transitoriedad jurídica y del referéndum), se consuma uno de los mayores atentados democráticos habidos en Europa en muchos años: quien ostentaba el poder en un territorio (Cataluña) en representación del Estado, arrasa con el ordenamiento jurídico vigente e impone —previo amordazamiento parlamentario de la oposición— a la mayoría de la población catalana la decisión política más trascendente que pueden tomar los habitantes de un territorio: su independencia.

Foto: Agentes de la Policía Nacional intentan retirar a los concentrados en el instituto IES Tarragona. (EFE) Opinión
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Después vendría la radical falta de dignidad de buena parte de sus líderes (solo soy una abuela, era una 'performance', no se trataba de una resolución definitiva, etc.), y la cobardía de algunos de ellos que de forma sorpresiva para sus mismos compinches abandonaron el barco y el territorio: no hemos huido, dijeron, sino que nos hemos trasladado a otros países para poder seguir la lucha desde allá; no somos prófugos de la Justicia, alegaron, porque nos hemos presentado ante la extranjera; no somos traidores, invocaron, porque lo hacemos todo por Cataluña, siempre por Cataluña… Aunque haya sido en contra de la mayoría de la población, de las instituciones y de los procedimientos democráticos, pero siempre interpretando el verdadero sentir del pueblo, el que está en sus raíces, el 'Volksgeist' catalán. Así, de repente, los que terminaron con la democracia en la principal instancia representativa catalana (también en el Estado corporativo se votaba) se convirtieron, según ellos, en represaliados: presos políticos unos, exiliados otros.

Mientras tanto, y por debajo de la alfombra, las escuadras independentistas ocupaban violentamente el espacio de convivencia, intimidando a las familias de los 'resistentes' (el humilde negocio de la madre de Albert Rivera, la vivienda del juez Llarena, los insultos siempre machistas a las mujeres que no estaban con ellos: zorras, putas y guarras) imponiendo sus 'cruces gamadas' (léase lazos amarillos) en los lugares públicos e instituciones en los que dominaban, convirtiendo a la policía autonómica en 'guardia de corps' del independentismo, y, sobre todo, extendiendo su peste doctrinaria entre la población más vulnerable (los niños, los adolescentes, los universitarios), carne de cañón de sus pretensiones.

Foto: Imagen de Reimund Bertrams en Pixabay. Opinión
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Aliñando lo anterior, toda una serie de personas (aunque continúan siendo nada más que una minoría, como han demostrado las elecciones municipales a pesar de los intentos de los independentistas de demostrar que lo blanco es negro) se lanzan a justificar lo que no es nada más que una sedición política continuada… Sin darse cuenta (siendo tan romos intelectualmente) que el actual estado de cosas nos lleva directamente al abismo; es decir: a despeñarnos a todos por el abismo. Más claro para los más brutos, que no son pocos: al enfrentamiento, al conflicto civil.

Esto no es un juego, no es una 'performance', aunque los irresponsables se empeñen en intentar hacérnoslo ver así; tampoco es un movimiento democrático, pues tiene más de fascista que de progresista. Por lo tanto, los 'rojos' de toda la vida (y los 'apuntados' de última hora, y dejo aparte a los insensatos con afán de protagonismo, alguno catedrático, que no cejan de vomitar insensateces en los periódicos), que se creen que apoyando las tesis independentistas son más de izquierda, yerran en el análisis (muy importante el histórico desde el inicio de la Transición) y en la solución.

Pero como esto es evolutivo y todos los días se unen nuevos actores al conflicto, es importante prestar atención a, seguramente, lo que es más importante pero siempre se posterga, en todo: me refiero a la educación. Verán: durante la lucha contra ETA no ha sido inhabitual encontrarse con militantes de la organización terrorista que habían sido educados, desde muy pequeños, en los principios pedagógicos más aberrantes del independentismo; en resumen: el odio a España, a los españoles.

Foto: 'Duelo a garrotazos' de Francisco de Goya.

Me explico: actualmente se encuentra en prisión, con una condena de 30 años que está descontando desde hace algo más de 15, una persona por facilitar la información necesaria a un comando etarra para que perpetrara un asesinato terrorista. Ese muchacho llevó a cabo su acción apenas alcanzada la mayoría de edad, pero saldrá de la prisión hecho un viejo, rota su vida y la de su familia. Eso sí, le recibirán, cuando llegue el momento de su liberación, con banderas en alto, pero derrotados. ¿Qué llevó a ese casi adolescente a hacer lo que hizo?

Es muy fácil el análisis si se contempla alguno de los dibujos que realizó de pequeño en la 'ikastola': un avión infantil, que llevaba en las alas una bandera vasca, bombardeaba un barco cuya superficie tenía pintada la bandera de España. Ahora la pregunta: ¿quién ha metido a ese muchacho en la cárcel? Sus maestros, sin duda, esos son sus carceleros y verdugos (y también los responsables políticos del 'independentismo moderado').

Foto: La presunta agresión ocurrió en el colegio público Font de l'Alba.

Durante estos últimos años, en Cataluña y especialmente tras el referéndum de octubre de 2017, los 'maestros' (algunos, muchos) han estado acosando a los niños, levantándoles en clase para ponerles en evidencia ante sus compañeros 'por españolistas' (lo de la 'maestra' que ha agredido físicamente a una niña por haber pintado esta la bandera de España… es únicamente la exacerbación de ese planteamiento), predican, enseñan, examinan… independentista, y todo ello sembrando continuamente el odio a esas bestias (presidente de la Generalidad dice) que somos los españoles; y, por supuesto, no han tenido problemas en pervertir historia, literatura, derecho y realidad (ahora la traición es lealtad, el saqueo de los fondos públicos, ejecución responsable de los presupuestos, la burla a las instituciones y al derecho, aplicación del verdadero ordenamiento, el que es el auténtico producto del pueblo y de su espíritu, es decir: el nazi).

¿Dónde nos va a llevar esto? Es evidente que a algo más que a una manifestación de planos emocionales (recuerdo las declaraciones de una muchacha adolescente entrevistada por una cadena el aludido día del 'referéndum', que enunciaba: por fin vamos a alcanzar la libertad, podremos expresarnos libremente, movernos a voluntad, no como hasta ahora…). Es decir: los independentistas han logrado transmitir, y lo siguen haciendo todos los días, a una parte de la población, los niños, los más jóvenes, que España les tiene aherrojados, sometidos, explotados y robados. ¿Qué harán algunos de esos niños dentro de pocos años, de muy pocos? ¿Quién será el que les meta en la cárcel?

Foto: El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, en un televisor. (Reuters)

Los independentistas han logrado fracturar la sociedad y eso durará mucho tiempo, décadas, seguramente tendrá que morir alguna de las generaciones más jóvenes para que esa situación espiritual se normalice en términos de convivencia, pero mientras tanto hay que evitar que la pestilencia se continúe extendiendo, pues de otra forma no terminaremos nunca. Hay que actuar.

*Francisco Javier Álvarez García, catedrático de Derecho Penal de la Universidad Carlos III.

La mayoría no lo vieron o no lo quisieron ver, pero cuando Jordi Pujol, desde su atalaya de nacionalista moderado y de derechas, caracterizó a “los andaluces” de hombres “semidestruidos” y “a medio hacer”, estaba empezando a poner las bases de lo que luego ha sido: una corriente política autoritaria que se manifestó con el tiempo corrupta, personal e institucionalmente, y que ha sabido contagiar a su izquierda, plagada de oportunistas (Ernest Maragall) y simplemente trastornados (CUP), lo peor de sus planteamientos racistas (“los genes de Junqueras”) y de sus firmes convicciones antidemocráticas.

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