Es noticia
Querido Gonzalo, descansa en paz
  1. España
  2. Tribuna
María José Menendez

Tribuna

Por

Querido Gonzalo, descansa en paz

Ya estarás con tu querido padre, Antonio, en el reino sin secretos al que van las buenas almas

Foto: Gonzalo Jiménez-Blanco.
Gonzalo Jiménez-Blanco.

Querido, Gonzalo:

Por mucho que hayamos pasado varios años tratando de acostumbrarnos a la idea de perderte, tus amigos, tus compañeros, todos los que te conocimos, estamos desconsolados.

En mi mente veo tus ojos claros, tan llenos de vida cada vez que los miraba (incluso hace pocos días, incluso en los peores momentos durante estos seis años atroces); y no puedo creer que se hayan cerrado para siempre.

Formo parte de una legión de personas perplejas, heridas, por el modo en que esa enfermedad injusta y cruel nos ha privado de tu compañía; personas que nos hemos rebelado una y otra vez, impotentes, ante el sinsentido de que un proceso degenerativo irreversible y destructor se haya desencadenado (recién cumplidos los cincuenta) precisamente en tu sistema nervioso: en el más alegre, en el más inteligente, en el más generoso de entre nosotros.

Has resistido a la adversidad de un modo heroico; todo con tal de estar un poco más a nuestro lado

Somos una legión de personas a las que has dejado inmensamente tristes, pero también inmensamente maravilladas. Porque en estos años tan duros jamás dejaste de sonreírnos, circularnos tus bromas, escribirnos mensajes, reír con nosotros. Si ya admirábamos tu chispa, tu bonhomía y tus logros intelectuales (Cruz de Honor de San Raimundo de Peñafort, Colegiado de Honor del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, Abogado del Estado, socio director de Ashurst, autor de trabajos con temática jurídica, literaria y artística), en estos años hemos aprendido a admirar tu pundonor, tu dignidad y tu esperanza.

Has resistido a la adversidad de un modo heroico, soportando estoicamente el malestar, los dolores, los mareos, la atrofia; todo con tal de estar un poco más a nuestro lado, de sonreírnos un día más con esos ojos que nos hablaban cuando tú ya no podías hacerlo. Inmovilizado y enmudecido, aún expresabas disfrute cuando nada parecía disfrutable. Hasta te disculpabas con nosotros, tus amigos, si de vez en cuando te encontrábamos un poco más débil al visitarte.

Dejas con nosotros una familia maravillosa que, luchando por ti y contigo, nos ha admirado a todos tanto como tú

Tu ejemplo ha sido una bendición y un regalo para todos: un recordatorio permanente de que no tenemos derecho a protestar por los pequeños contratiempos de cada día; la prueba de que solo se hunde quien no tiene la voluntad o los arrestos para permanecer a flote.

Ya estarás con tu querido padre, Antonio, en el reino sin secretos al que van las buenas almas (él, que intuyó tu enfermedad a pesar de que, como ya era muy mayor, la familia, tiernamente, le evitó el disgusto de saber lo que te pasaba). Dejas con nosotros una familia maravillosa que, luchando por ti y contigo, nos ha admirado a todos tanto como tú: tu mujer, María, tus tres hijos y tus hermanos, siempre alegres y a tu lado, siempre positivos y llevando las tertulias al borde de tu cama, y tu adorable madre, Lola, comprensiblemente rota de dolor por la enfermedad del hijo, pero al pie del cañón como la que más.

Y en nuestra mente seguimos y seguiremos viendo tus ojos claros, tan llenos de vida, chispeantes como siempre con un torrente de ideas.

Querido Gonzalo, descansa en paz.

Querido, Gonzalo:

Obituario