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Malos gobernantes para malos momentos
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Miriam González

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Malos gobernantes para malos momentos

La situación no es mejor en otros sitios. En el Reino Unido los científicos se han tenido que unir para poner en cuestión la arriesgadísima política del gobierno

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (3i), que preside la reunión de Consejo de Ministros. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (3i), que preside la reunión de Consejo de Ministros. (EFE)

El coronavirus es una catástrofe natural de proporciones globales, pero además desconocida. Todos somos conscientes de que después de los retos sanitarios vendrá otro enorme que es el económico. Pero aunque se tengan que tomar desde el principio medidas económicas, el reto sanitario es prioritario: no solo por el instinto social de salvar vidas, sino porque para poder hacer frente a un reto económico necesitamos que sigan funcionando los estados y una mala gestión sanitaria de una pandemia puede llevar a un colapso de los mismos. Del desbordamiento sanitario al pánico y la violencia hay solo un paso. Lo que va entre las fotos de las tumbas masivas en Irán a las de los enfermeros chinos quitándose las máscaras y descubriendo sus sonrisas mientras cerraban el último hospital temporal de Wuhan es la distancia entre un gobierno que toma decisiones duras pero efectivas y otro que reacciona mal y tarde.

La tónica general en casi todo el mundo (con algunas excepciones como Corea del Sur, Singapur o Alemania) es que la sociedad está yendo por delante del virus mientras que los gobiernos van por detrás de él. Siempre hay un pequeño porcentaje de desaprensivos que solo miran por si mismos y no cumplen las normas; pero en casi todos los países las empresas han optado por el teletrabajo, los colegios han cerrado, la gente se ha confinado en sus casas, y las calles se han quedado desiertas mucho antes de que lo pidiesen los gobiernos.

Hoy hay muchos presidentes y primeros ministros que están ahí simplemente por un voto de castigo al sistema precedente

A partir del día en el que se vio que el gobierno chino tuvo que tomar medidas draconianas ante el crecimiento exponencial del contagio, todos los gobiernos del mundo pudieron saber que había que reaccionar lo antes posible con medidas de distanciamiento social para que sus sistemas sanitarios no se colapsasen. Pero como los políticos que tenemos en los gobiernos pasaron por la crisis económica del 2008, su instinto primario, quizás comprensiblemente, ha sido proteger la economía retrasando las medidas de distanciamiento social al máximo. Ya sabemos todos que eso ha sido un gravísimo error de cálculo.

Uno de los mayores problemas es que esta catástrofe nos pilla en un momento político en el que, precisamente como consecuencia de la terrible crisis del 2008, en muchos países hemos elegido gobiernos no porque sus lideres sean los mejores para liderar al país, sino porque estábamos frustrados y hartos de los anteriores. Hoy hay muchos presidentes y primeros ministros que están ahí simplemente por un voto de castigo al sistema precedente: unos son mediocres, otros solamente efectistas, varios son mentirosos compulsivos, etc. En condiciones normales esos políticos nunca hubieran llegado a los gobiernos. Y más o menos logran capear las cosas cuando todo va bien, pero se convierten en parte del desastre cuando todo va mal.

"Pero hay pocos sitios que lleguen al nivel de incompetencia y falta de fiabilidad del actual gobierno de los Estados Unidos"

En España, como en Italia, el gobierno ha pasado de no hacer nada al pánico. Autorizar las reuniones masivas a principios de marzo cuando ya había contagios locales fue un error mayúsculo; las medidas siguen llegando tarde y mal; se siguen sin hacer los tests necesarios; y no hay más que ver las comparecencias de nuestro presidente para saber que, aunque seguramente tiene las mejores intenciones, está desbordado, y eso a pesar de que esto todavía va para largo. Gracias a Dios que algunas comunidades autónomas, de distintos signos políticos, empezaron a reaccionar mientras el gobierno estaba en babia.

La situación no es mejor en otros sitios. En el Reino Unido los científicos se han tenido que unir para poner en cuestión la arriesgadísima política del gobierno. Y mientras los británicos se coordinan por grupos de whatsapp para sacar a los niños de los colegios el primer ministro no solo no los cierra, sino que se dedica a avisar de que puede forzarles a abrir si ellos cierran de ‘motu propio’.

Pero hay pocos sitios que lleguen al nivel de incompetencia y falta de fiabilidad del actual gobierno de los Estados Unidos: en el país con más riqueza del mundo la pandemia les ha pillado sin capacidad para hacer tests y sin los protocolos y procedimientos necesarios en marcha. Cuando el presidente se dirige a la nación, anuncia medidas sanitarias, de seguros médicos y sobre colaboración con empresas que, o bien no están todavía en marcha, o que simplemente son mentira. Hasta hace unos días calificaba al coronavirus como el nuevo ‘engaño’ de los demócratas. Y mientras la población entra en pánico y se auto-encierra, él se vanagloria por Twitter de que está gestionando la crisis ‘muy muy bien’.

"Lo único que podemos hacer ahora es centrarnos en cumplir con nuestra responsabilidad, ser solidarios y dar pasos todos juntos"

¿Qué hubiese pasado en el mundo si esta desgracia nos hubiera ocurrido no bajo ese tipo de políticos, sino, por poner un ejemplo, durante el mandato de Obama? Muchos de los pasos y titubeos hubiesen sido los mismos, porque el inicio de una crisis siempre es difícil y equivale a conducir con niebla, sin saber el efecto de las medidas que vas tomando; y seguramente las medidas proteccionistas sobre material sanitario también se hubiesen tomado. Pero estoy absolutamente segura de que al menos se estarían coordinando a nivel internacional los esfuerzos para encontrar una cura y una vacuna; se hubiese intentado de manera coordinada ver cómo podemos aumentar rápidamente la producción de material respiratorio en todo el mundo; y desde luego se hubiese lanzado ya una iniciativa internacional para intentar atajar los efectos de la crisis económica. Si tuviésemos ese tipo de políticos en los gobiernos al menos sabríamos que están gestionando con competencia y nos podríamos fiar de ellos.

Ya sé que este no es el momento de pedir responsabilidades. Nadie las estamos pidiendo porque bien sabemos todos que en medio de esta película de terror hay que aceptar que estamos donde estamos. Lo único que podemos hacer ahora es centrarnos en cumplir con nuestra responsabilidad, ser solidarios y dar pasos todos juntos, por pequeños que sean, en la buena dirección.

Pero esto pasará, porque afortunadamente ya sabemos que, como hemos visto en China, del desbordamiento, antes o después, se sale. Y lo primero que tendremos que hacer en cuanto salgamos de esta pesadilla es preguntarnos en qué demonios estábamos pensando cuando pusimos, no ya nuestra economía, sino nuestras vidas, en manos de estos gobernantes.

El coronavirus es una catástrofe natural de proporciones globales, pero además desconocida. Todos somos conscientes de que después de los retos sanitarios vendrá otro enorme que es el económico. Pero aunque se tengan que tomar desde el principio medidas económicas, el reto sanitario es prioritario: no solo por el instinto social de salvar vidas, sino porque para poder hacer frente a un reto económico necesitamos que sigan funcionando los estados y una mala gestión sanitaria de una pandemia puede llevar a un colapso de los mismos. Del desbordamiento sanitario al pánico y la violencia hay solo un paso. Lo que va entre las fotos de las tumbas masivas en Irán a las de los enfermeros chinos quitándose las máscaras y descubriendo sus sonrisas mientras cerraban el último hospital temporal de Wuhan es la distancia entre un gobierno que toma decisiones duras pero efectivas y otro que reacciona mal y tarde.

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