Es noticia
Europa: vergüenzas nacionales y prejuicios culturales
  1. España
  2. Tribuna
Fernando Primo de Rivera

Tribuna

Por

Europa: vergüenzas nacionales y prejuicios culturales

Este acuerdo de reconstrucción europea que se viene encima se centrará en la recuperación económica de la crisis, pero su característica distintiva será la mutualización

Foto: Pedro Sánchez, junto al resto de líderes de la UE, durante una reunión en Portugal. (EFE)
Pedro Sánchez, junto al resto de líderes de la UE, durante una reunión en Portugal. (EFE)

Estos días se dirime uno de los momentos más críticos de nuestra historia, quizá el más significativo desde que la Europa de posguerra inició su singladura hace 70 años. Solo en retrospectiva seremos conscientes. En las discusiones del Eurogrupo y el Consejo (países) para acordar cómo enfrentarse conjuntamente a los efectos devastadores de la crisis del coronavirus, llueve no ya sobre mojado sino sobre un auténtico cenagal. Y hay que actuar con una premura de semanas, quizá meses, máximo.

Foto: La canciller alemana, Angela Merkel, junto al líder del estado de Bavaria, Markus Soeder. (Reuters)

No habrá barra libre —solo pensar en esos términos es ya indicativo de lo envenenado que está el debate—, pero sí algún instrumento de reactivación económica con financiación mutualizada. Tanto la dimensión de la crisis como la oportunidad histórica así lo sugieren. La presión interna dentro de los propios países opositores es demasiado fuerte. Merkel lleva años preocupada por su legado histórico y Macron espera el momento. No se hace una unión fiscal de la noche a la mañana. El instrumento se ceñirá a la recuperación económica con una hoja de ruta común —qué, cómo, cuándo— sin rescindir la disciplina del conjunto. Esa línea roja de la financiación conjunta es catártica al impulso de integración europea y elevará la ejemplaridad pública a otro nivel. Las credenciales de nuestro divo monclovita y pandilla en esa mesa son pésimas y quizá un incentivo muy goloso para cambiar de socios.

La lista de enemigos declarados de Europa es larguísima: desde Putin, China, Trump, hasta el Brexit; pero los peores... nosotros mismos. La sarta de sesgos y prejuicios enraizados en psiques culturales de corte nacionalista, en acreedores y deudores, ha sido determinante para llegar a este debate crispado, tarde y desnudos. Ahora toca exponer las vergüenzas de unos y otros.

El legado de la dilación y las narrativas

Este proceso de integración en busca de una unión fiscal, completando la monetaria con un estrato de unión política propiamente federal, lleva literalmente congelado desde el 2015. Ya en su momento los presidentes de Europa (Consejo, Comisión, PE, ECB) emitieron su informe sobre el Estado de la Unión abogando por esa unión fiscal. Al cajón. Desde entonces "no hay adultos en la sala" y las reuniones recuerdan un tiovivo donde los interlocutores se agarran al balanceo de sus propios argumentos sin un mínimo de permeabilidad al de otros. La miopía de la lógica financiera a corto plazo entre acreedores y deudores tiene secuestrada la capacidad de reconfigurar los compromisos del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (marzo 2010) hacia algún nivel de mutualización. Es el mito de que con soluciones conjuntas se acaba la disciplina. Y la escala de una Europa federal, inexplorada.

Acreedores y deudores tienen parte de razón. Tanto el holandés Rutte quejándose por verse impelido a garantizar la deuda de "los que no cumplen", como el portugués Costa, calificando de "repugnante" sus declaraciones en el contexto de una crisis de esta naturaleza. Parece que una verdad superior y subyacente se escapa entre los dedos: el activo intangible por excelencia en democracia liberal, el marco institucional y el cemento de la 'bona fide' ('trust'), declarada en cualquier rincón del acervo comunitario. Si en estos momentos fatídicos hay un recurso primordial para salir con éxito de esta, es ese.

placeholder El primer ministro holandés, Mark Rutte. (Reuters)
El primer ministro holandés, Mark Rutte. (Reuters)

Se sabe que los países acreedores, léase Holanda y Alemania, tienen en la arquitectura del euro un sistema automático de enriquecimiento frente al exterior con una moneda común que les permite niveles de exportación impensables por su cuenta. De qué, si no, exportan la mitad de su PIB frente al 18% hace 20 años cuando no existía el euro? Apalancarse en el efecto depresivo sobre el euro de economías más débiles es parte clave de su modelo exportador. El gran pecado capital de las élites acreedoras ha sido ensalzar el "riesgo moral" de fórmulas de mutualización omitiendo esta particularidad técnica, pero tan decisiva. En su configuración actual el euro es un mecanismo de divergencia ahora velado por el Banco Central Europeo (BCE). Condenar públicamente expresiones peyorativas tipo "unión de transferencias", con la que se desvirtúa el debate de la unión fiscal, hubiera sido fácil. No se hizo. Merkel y Rutte llevan un quinquenio hipotecados a la extrema derecha populista por primar el discurso visceral fácil sobre la realidad científica —y a costa de Europa—.

El gran pecado capital de las élites acreedoras ha sido ensalzar el "riesgo moral" de fórmulas de mutualización

El terreno abonado por una narrativa de indoctrinación moral —verosímil, pero pseudocientífica—, arriesga a dejar Europa yerma. La conexión con prejuicios culturales de corte nacionalista, la predestinación protestante de corte divino por virtud del ahorro y del trabajo está documentada por la psicología social (Weber). La pulsión narcisista y excluyente se retroalimentan. Que con ello se hayan reventado los principios de cohesión y solidaridad recogidos en los Tratados parece 'pecata minuta', aunque haya sido un auténtico cáncer en la calidad de las discusiones. Sirva de testimonio la indiferencia ante tasas de desempleo del 30-40% entre la juventud de la periferia. Será que estos jóvenes no lo intentan lo suficiente.

Y en la línea del ensañamiento y la exclusividad, otra media verdad convertida en mito: que desde el estallido de la crisis del euro no se haya hecho nada —Rutte 'dixit'—. Como se ve en el gráfico anexo, la reducción de déficits públicos ha sido sostenida y recurrente en toda la zona euro dando carta de naturaleza a las prescripciones 'merkelianas'. Y lo ha sido hasta poner a todos los países de la zona euro en superávit por cuenta corriente: Europa competitivamente reposicionada. La respuesta a la crisis del euro es una auténtica declaración política de compromiso y solvencia por parte de toda la periferia deudora que no se vio contraprestada por el norte acreedor en el propósito de integrar Europa. Sedados por el BCE no se tuvo a bien ni siquiera plantearla en Bruselas-Frankfurt entre 2016 y 2019. Ahora debiera ser un crédito para esgrimir en esta mesa de la mutualización crítica.

placeholder La reducción de déficits públicos en la zona euro
La reducción de déficits públicos en la zona euro

Pero ni blanco ni negro. Así como la mayor parte de ese esfuerzo se acumula en los primeros compases de la crisis del euro, lo cierto es que precisamente desde la congelación del impulso integrador en 2015, el esfuerzo de convergencia remite notablemente. Unos hicieron, otros se miran al espejo, y Europa: la, la, la... El liderazgo de Merkel lidiando con dos crisis paralelas: el tercer rescate a Grecia y los brazos abiertos a un millón de refugiados sirios —palos dentro, rosas fuera— se desvaneció fatalmente. Fue un acicate a todos los populismos. Y ella lo sabe. En Alemania y Holanda el cordón sanitario a la derecha radical xenófoba no parece ser capaz de distinguir entre europeos y extranjeros —por ahora—.

La integridad de la mesa y el rigor de Ley

En el sur, los populismos mutan y se transforman ante el tétrico ritmo de una Europa en coma. En Italia el esperpento del Movimiento 5 Estrellas se aparcó pero Salvini sigue al acecho, arriba en las encuestas. En nuestra España, la figura de Sánchez, en modo "todo a su costa" y con socios pintorescos, es un exponente de la desafección con el proyecto de Europa. Ha preferido agitar los fantasmas del pasado y las fuerzas centrífugas: mirar para atrás y para adentro, que lo contrario. Es un verso suelto.

Sacar y construir Europa desde estos pozos y derivas va a exigir una transmutación de los códigos de ejemplaridad pública por y hacia Europa. La transversalidad de la crisis del coronavirus va a propiciarla y hay que llegar con lo mejor que tenemos. En la antigua Roma se suicidaban cuando se había fallado nefastamente a la "cosa pública" —algo que también ocurre en ocasiones hoy en Alemania, por cierto—. Que por A o por B, bajo un criterio europeo medio, buena parte del gobierno hubiera tenido que dimitir varias veces es más que una anécdota casual, es una referencia estridente.

placeholder Rueda de prensa de Pedro Sánchez el pasado mes de marzo. (EFE)
Rueda de prensa de Pedro Sánchez el pasado mes de marzo. (EFE)

Ver a Sánchez firmar con otros 9 países la carta al Consejo pidiendo la mutualización de esfuerzos le tocará pero suscita un desasosiego profundo. De la mano de secesionistas y comunistas está enfrentado en esencia con lo que significa Europa. Cree que la presencia de la figura bien respetada de Calviño —un nombre de resonancia surrealista en este contexto—, le sirve de salvoconducto en la mesa de la disciplina financiera. Muy largo se lo fía.

Que aún en estos momentos críticos de gestión de crisis e históricos con Europa siga despreciando una mayoría centrista y de concertación, y atado a sus socios de gobierno, es inaudito. Está justo en las antípodas de lo que se necesita. Quizá ya ni duerma. A poco sentido práctico que le quede, necesitará todo el empaque patrio posible y sospecho —a pesar de ser Sánchez— se pueda fermentar un cambio de pie.

Catarsis en proceso

Tras los fragores de la crisis y cruzándose ese límite de la compartición de riesgos, la exigencia pública va a transcender necesariamente el hermetismo de la soberanía nacional y la letra de los Tratados. Al otro lado de esa línea la lucha entre europeísmo y populistas nacionalistas será ya abierta y a muerte. Lo que ha sido históricamente un 'modus operandi' de la UE, el ejercicio de la diplomacia solemne y paciente, abrirá paso a un compromiso activo en la búsqueda de ejemplaridad europea. No solo ser, también estar y hacer.

Unos llegan tarde y otros llegan mal, y el margen para la negociación hacia la mutualización es estrecho por necesitar ser rápido y efectivo

Tan cierta y perenne es la tesis de que cada palo aguante su vela, como que es necesaria una estructura fiable y sólida que aguante todo los palos. Y sobre todo una tripulación comprometida. En la periferia deudora, el flirteo con el populismo de izquierdas ha sido común y contestatario con las normas de disciplina fiscal europeas. En todos sin embargo, el populismo de derecha sigue latente, como una bomba, precisamente por no fraguarse una Europa soberana de nivel federal que trascienda los relatos nacionales.

Lo cierto es que unos llegan tarde y otros llegan mal, y que el margen para la negociación hacia la mutualización es estrecho por necesitar ser rápido y efectivo. La remisión a ese fondo de 'bona fide' sobre lo que nos une es, por tanto, crucial. Con la neutralización racional de populismos de derecha, el norte acreedor tiene una partida pendiente con Europa. Con la integridad en el ejercicio de la cosa pública, el sur, y más manifiestamente Sánchez, tiene la suya. Se termina ya la época de los ensimismamientos introspectivos en Europa.

Reinterpretar la historia europea erradicando las claves nacionalistas desde un criterio de comunidad de valores e intereses, de pertenencia, es el espíritu que inspira Bruselas y todo el elenco institucional comunitario. El Consejo, el concierto de países, ha tenido una relación de preeminencia demasiado larga ya sobre él, y en ocasiones parasitaria. Este acuerdo de reconstrucción europea que se viene encima se centrará en la recuperación económica de la crisis, pero su característica distintiva, la mutualización, es una línea roja que pondrá la exigencia pública y el entendimiento en otro nivel. Es la simiente para estructurar un nivel federal de soberanía que es nuestro único recurso de supervivencia en el siglo XXI —lo único seguro—.

Estos días se dirime uno de los momentos más críticos de nuestra historia, quizá el más significativo desde que la Europa de posguerra inició su singladura hace 70 años. Solo en retrospectiva seremos conscientes. En las discusiones del Eurogrupo y el Consejo (países) para acordar cómo enfrentarse conjuntamente a los efectos devastadores de la crisis del coronavirus, llueve no ya sobre mojado sino sobre un auténtico cenagal. Y hay que actuar con una premura de semanas, quizá meses, máximo.

Unión Europea Eurogrupo Recuperación económica