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Despierta Madrid

Madrid es una comunidad de personas sabias en conocimientos que se preocupan y conocen la ciudad, que la disfrutan y la sufren y, sobre todo, que la respetan y la aman

Foto: La Gran Vía prácticamente vacía. (EFE)
La Gran Vía prácticamente vacía. (EFE)

"Las sociedades y civilizaciones cuyas ciudades se estancan no pueden ni desarrollarse ni florecer"
Jane Jacobs

La ciudad, como todas las estructuras sociales, tiene ideología. Aquella que dimana de las ideas que comparten y deciden la mayoría de los que la habitan en cada momento, y que se perfila con el paso del tiempo. La ideología a la que nos referimos dota a la ciudad de una identidad propia que la distingue del resto y que se manifiesta en las expresiones físicas del entorno, en su cultura y en el carácter social de sus habitantes. Madrid es el producto de una larga historia que se proyecta en su urbanismo y arquitectura, en su cultura en constante transformación que la singulariza y en la actitud de abierta y de desinteresada acogida, atributos de su universal cosmopolitismo.

Principios y valores humanos ordenan el flujo ideológico de la ciudad, y lo hacen atendiendo a las opiniones más ilustradas y comprometidas de sus deudos, como hicieron los sofistas en la Atenas del siglo V a. C., creadores de la matriz de la democracia tal como la conocemos. Madrid es una comunidad de personas sabias en conocimientos que se preocupan y conocen la ciudad, que la disfrutan y la sufren y, sobre todo, que la respetan y la aman. El afán de hoy es que esa fuerza vital de Madrid oriente la ruta que debe tomar la ciudad tras la horrible epidemia que hemos sufrido y que aún acecha, y que quedará grabada en la memoria colectiva para siempre como el temible covid-19. Hoy, como en el siglo de Pericles, necesitamos despertar de la pesadilla del ceniciento caballo del apocalipsis y salir con confianza, con firmeza, a la búsqueda de la maravillosa luz cargada de futuro que es propia de nuestra querida ciudad, como tantas veces han cantado los poetas y han reflejado sus pintores.

Foto: Controles de carretera evitan desplazamientos durante la Semana Santa.

Durante esta larga noche de cuarentena, Madrid se ha resistido a ser una ciudad anónima, desprovista de personalidad, a pesar de haber confinado la savia viva que a diario circula por sus calles y avenidas. Es cierto que han cerrado los "no lugares", no los de la 'Utopía' de Tomas Moro, sino de los que hablaba Marc Augé: aeropuertos, estaciones de ferrocarril, carreteras, parques, hoteles, centros comerciales, quedando desérticos por la ausencia del bullicioso tránsito de los madrileños. Estos espacios necesarios no son solo referencias de moderno desarrollo sino ámbitos para la relación humana que ponen de relieve la esencia comunicativa y alegre de Madrid. Todas esas estructuras vitales deben retomar el pulso cuanto antes para que los madrileños nos volvamos a reconocer sin las lacras del recelo creado por el virus en nuestra salud individual y evitar que se hagan irrecuperables en nuestra estructura ética y social. Demostraremos con actitudes comprometidas con las indicaciones de las instituciones que nuestra responsabilidad individual refuerza nuestros valores comunitarios.

Recuperaremos mucho más temprano que tarde todos los espacios de sociabilidad donde se cruzan los anhelos, pasiones, compromisos, alegrías y frustraciones de los madrileños. Tras la negra realidad del covid-19 rescataremos la ciudad para que siga siendo el marco fortalecido de convivencia que permite el conocimiento mutuo y facilita el crecimiento personal y colectivo. Madrid debe ser el ejemplo del informado y razonado optimismo ante el porvenir, con comportamientos que se ajusten a lo que proclamamos, de modo que volvamos a ser referencia para toda España por la certeza de nuestras convicciones ciudadanas.

Para enfrentar el drama del desempleo, Madrid tiene una sólida cartera de capacidades profesionales y empresariales

Los grandes retos que deben afrontar las ciudades europeas pasan por los tradicionales y propios de las grandes concentraciones (movilidad, vivienda, integración social, seguridad, etc.) y se suman otros nuevos que día a día van adquiriendo mayor relevancia. Así, la inmigración, la xenofobia, el desempleo, el descenso del nivel de vida de los ciudadanos, el incremento de las demandas de asistencia social, la preeminencia de los problemas medioambientales… son problemas comunes a casi todas las grandes ciudades europeas que a menudo se expresan de forma similar. La única manera de encarar la complejidad de estos desafíos es mediante programas integrales, a largo plazo, que definan con claridad y rigor en la formación de prioridades, de modo tal que evite el incremento de nacionalismos exacerbados que tantas tensiones producen en las sociedades democráticas como la nuestra.

Aunque Madrid concentra una buena parte del empleo de la CAM y aporta un dato muy significativo al empleo nacional, debe ser consciente de que miles de trabajadores se verán afectados por la crisis y que el desempleo será en la mayoría de los casos inasumible. Para enfrentar el drama del desempleo, Madrid tiene una sólida cartera de capacidades profesionales y empresariales, unas excelentes conexiones con el resto de España y del mundo, para fomentar, no solo en el sector terciario de los servicios en el que somos pioneros, sino en el del comercio, los servicios financieros de atracción internacional y una industria diversificada, tecnológicamente avanzada y sostenible a la altura de la gran ciudad que es Madrid.

Foto: La ministra de Hacienda, María Jesús Montero. (Efe)

La crisis se ha cebado más inmisericordemente con el sector servicios, que es históricamente una de las principales fuentes de empleo. Reforzar los flujos de personas de origen nacional o internacional desarrollará este sector, al que habremos de orientar no solo hacia el turismo, siendo este esencial, sino hacia servicios personales de alto valor añadido: sanitario, (de indiscutible prestigio, a pesar de la virulencia del covid-19 en nuestra ciudad), el educativo, cultural, de negocios y financieros, apoyados en nuestra magnífica red de centros sanitarios y universitarios, museos, hoteles, comercios, restaurantes, congresos y ferias internacionales.

Es una falsa dicotomía la de confrontar salud con economía como hacen algunos. La salud, la vida, es el fundamental de los derechos de primera generación, sirviendo de faro para los derechos sociales y económicos que forman detrás en importancia y reconocimiento. Cuando hablamos de economía lo hacemos porque, tras la pandemia, la sociedad tiene que recuperar las fuerzas perdidas y para ello hay que movilizar e ilusionar a la población y generar la confianza en nuestra ciudad de los agentes económicos para acelerar la recuperación de Madrid en beneficio de hoy y de las generaciones futuras.

Tras la larga noche oscura del covid-19, Madrid tiene que amanecer con fuerzas renovadas para, apoyándose en los aspectos antes señalados, reforzar su tamaño, estructura social y económica, su competitividad, y así mejorar los niveles de vida de los madrileños en marcos de convivencias más activos y abiertos. Para ello, Madrid debe hacer un nuevo esfuerzo en el desarrollo de conocimiento y talento para influir en los factores que, estando jerárquicamente por encima del nivel urbano, determinan su bienestar social.

Es necesario reforzar las vías de colaboración con un cierto sentido altruista entre el sector público y privado. Entre empresas y particulares

Madrid disfruta de una completa y plural sociedad civil que agrupa a ciudadanos y empresas de todo tipo con una alta capacitación que hay que aprovechar llamándolas a unir fuerzas con las instituciones públicas, y particularmente las madrileñas, para relanzar la recuperación de la normalidad económica y social perdida. Es necesario reforzar las vías de colaboración con un cierto sentido altruista entre el sector público y privado, entre empresas y particulares, para dinamizar la sociedad con nuevas iniciativas que redunden en beneficio de todos los madrileños. A partir de la red de las empresas locales con experiencia exterior hay que potenciar plataformas para el desarrollo de actividades multinacionales, buscando un elevado nivel de innovación tecnológica que conecte sólidamente con la revolución digital que tan vertiginosamente ha cambiado nuestra forma de vivir, trabajar, divertir y consumir. Y ha de hacerse sin olvidarse de las personas, de los ciudadanos, con la certeza moral de no dejar nadie atrás de acuerdo con una constitución no escrita de derechos y deberes digitales que protejan nuestros valores como sociedad democrática como madrileños libres. Potenciar la digitalización es básico para acelerar la reactivación económica y social y para no perder el tren de la historia como tantas veces hemos lamentado.

El zarpazo cruel del covid-19, como se ha dicho, ha dejado una estela de problemas que no es posible trivializar. El más grave, superada la crisis sanitaria, es el desempleo con la carga de pobreza e indignidad que conlleva, las desigualdades entre personas —cuyas familias están sufriendo una merma significativa de sus ingresos— y barrios corren el riesgo de aumentar, con la estela de injusticia que deja en nuestras conciencias y derechos, que no puede esperar a que sean solucionados con la mera mano invisible del mercado. En segundo plano, los desplazamientos al trabajo, al comercio y a reuniones sociales van a ser necesariamente por un tiempo un problema para nuestro sistema arterial de comunicación que habrá que gestionar con inteligencia y solidaridad. Nuestro espacio vital se ha visto agobiado y agotado por tantos días de confinamiento en situaciones muy complicadas de espacio privado para tantas familias humildes y público paralizado por la inactividad y cierre, que tampoco ha resultado igual para todos. Ante estas desigualdades estructurales de la sociedad, exacerbadas hoy más que nunca, la ciudad debe intentar comprender y subvenir las necesidades de los menos favorecidos.

Los madrileños tenemos que hacer lo posible por mejorar todo lo que esté a nuestro alcance, que no es todo, pero que puede marcar la diferencia. El poder de la ciudad también es relativo para abordar desafíos económicos, sociales o de otro tipo a los que hemos hecho referencia, pero puede actuar con inteligencia y prudencia para formular y aplicar estrategias y supervisar las actuaciones supralocales que pueden incidir decisivamente en la recuperación de la normalidad perdida. El poder de la ciudad de Madrid no depende solo, ni siquiera de forma fundamental, de sus presupuestos, sino el que le otorga su tamaño, su ciudadanía, su capitalidad, su estructura de gobierno y, sobre todo y destacadamente, su sociedad civil. Proponemos utilizar ese poder relativo para acrecentar su eficacia para revertir las desigualdades y deficiencias que ha generado el virus en nuestra ciudad. Convertirla en un proyecto de convivencia en la que las personas que la habitan establezcan vínculos que trasciendan sus entornos inmediatos para que se sientan orgullosos y satisfechos de amanecer un día más con la luz que siempre ha caracterizado a Madrid.

Queremos acabar con unos versos de un poema que Miguel Hernández dedicó a la ciudad de Madrid que da idea del coraje de sus moradores:

"Esta ciudad no se aplaca con fuego,

este laurel con rencor no se tala.

Este rosal sin ventura, este espliego

júbilo exhala"

*Juan Barranco Gallardo fue alcalde de Madrid desde 1986 a 1989.

*P. Pablo Mansilla Izquerido fue alto cargo del Ministerio de Sanidad entre 1982 y 1990.

"Las sociedades y civilizaciones cuyas ciudades se estancan no pueden ni desarrollarse ni florecer"
Jane Jacobs

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