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Juventud, una carrera de obstáculos
Si la pandemia ha hecho que las personas mayores tengan miedo a la enfermedad, los jóvenes hace tiempo que tienen miedo a un futuro que les ha cerrado las puertas
Lo más determinante para tu vida es lo único que no puedes elegir: la familia en la que naces. Sobre todo, desde que hemos redescubierto que la brecha social existe y afecta no solo a los tradicionales niveles relativos de renta y riqueza, sino también a la esperanza de vida, a la respuesta frente a enfermedades —los efectos de la pandemia van por barrios— y a las expectativas de ascenso social, porque a pobreza, como la riqueza, se hereda. Si la pandemia ha hecho que las personas mayores tengan miedo a la enfermedad, los jóvenes hace tiempo que tienen miedo a un futuro que les ha cerrado las puertas.
Los jóvenes españoles son hoy más pobres que los mayores y, además, son más pobres que lo eran sus padres a su misma edad. Y esas dos brechas son más grandes en España que en otros países de la OCDE. Todos los indicadores que miden la renta o la riqueza de las personas así lo atestiguan. Y, por ello, la edad media de emancipación se ha retrasado y un 53% de jóvenes menores de 30 años sigue viviendo con sus padres. Si eres joven en España hoy, tienes más probabilidad de caer en la pobreza, de abandonar tus estudios antes de tiempo, de estar en el paro o de tener trabajos muy precarios, de no acceder a una vivienda, ni en alquiler ni en propiedad.
Los jóvenes, definición que llega en muchos casos hasta los 35 años, ganan menos y acumulan menos activos con sus ahorros que sus padres a su edad. La brecha de ingresos anuales entre generaciones se ha incrementado desde la crisis de 2008 y casi duplica la media de los países de la OCDE. Ingresan menos porque su acceso al mercado laboral es más difícil, como demuestran los siguientes datos: un 44% de jóvenes menores de 25 añosestá en paro; un 20% de los jóvenes que trabajan son trabajadores pobres, porque solo encuentran contratos temporales o trabajos a tiempo parcial que exigen, luego, horas de trabajo adicionales no pagadas, y un elevado porcentaje está sobrecualificado para los trabajos que desempeñan (es decir, serán la generación mejor formada, pero peor tratada). Repito, ingresan menos que los adultos, pero, también y sobre todo, menos que sus padres a la misma edad, como demuestran estudios de la OCDE y uno muy recomendable de la consultora McKinsey.
Los jóvenes, definición que llega en muchos casos hasta los 35 años, ganan menos y acumulan menos activos con sus ahorros que sus padres a su edad
Los análisis realizados sobre riqueza financiera reflejan, por otro lado, que solo un 44% de hogares jóvenes tiene su vivienda en propiedad, frente a un 65% en la generación anterior. En un reciente trabajo del Banco de España, se analiza el mercado de la vivienda en España en los últimos años y se evidencia cómo hay un colectivo con graves dificultades para acceder a una vivienda:los jóvenes con rentas más bajas. Y ello afecta, por razones distintas, tanto al alquiler como a la propiedad. A pesar de que las condiciones financieras de los créditos hipotecarios han mejorado, sigue existiendo un problema grave en el acceso inicial no financiado (la entrada), que golpea más a quienes no han tenido posibilidad de tener ahorros previos. Ello ha empujado a muchos jóvenes hacia el alquiler, con lo que ha subido su precio hasta hacerlo, de nuevo, inviable para los jóvenes de renta más baja.
En ese estudio, se analiza cómo nuestras políticas públicas de vivienda consumen menos recursos que otros países y están excesivamente sesgadas a fomentar el alquiler, condenando a muchos jóvenes a pagar una renta en lugar de una hipoteca, con lo que reducen su capacidad de acumular riqueza futura, ya que su ahorro anual no se destina a comprar un activo propio como la vivienda. Se calcula que más de un millón de jóvenes viven de alquiler no por decisión propia, ni por problemas para pagar mensualmente una hipoteca, sino por falta de políticas públicas que les permitan superar la gran dificultad que tienen para cumplir su deseo y comprar: el acceso, la entrada.
El Instituto de la Juventud acaba de publicar un informe que debería dar lugar a un debate monográfico en el Congreso, porque la conclusión es contundente: los jóvenes están siendo un colectivo golpeado especialmente por las consecuencias sociales del covid-19 —tal vez, añado yo, con los ancianos en residencias—, y eso a pesar del llamado, de forma presuntuosa, 'escudo social'.
Solo un 44% de hogares jóvenes tiene vivienda en propiedad, frente a un 65% en la generación anterior
A la vista de todo esto, ¿a quién puede extrañarle que nuestra tasa de natalidad vaya cayendo mucho más que en otros países de nuestro entorno? Sobre todo si introducimos la perspectiva de género, porque todo lo dicho se agrava, todavía más, en el caso de mujeres jóvenes.
La tesis que estoy defendiendo, que la juventud se ha convertido en una carrera de obstáculos que son más y más grandes en el caso de España, debería de ser uno de esos asuntos que interesan a todos y para el que deberían buscarse soluciones pactadas, porque van mucho más allá de las discrepancias entre partidos políticos.
El ciclo vital establece diferencias naturales entre jóvenes y mayores. No estoy hablando de eso. Hablo de que las crisis recientes, incluyendo la pandemia, han perjudicado de manera diferencial a los jóvenes, mucho más a los jóvenes de familias de rentas bajas. Y que las políticas públicas tradicionales, puestas en marcha hace 30 o 40 años, han dejado de funcionar de manera adecuada. Por ello, hace falta un enfoque integral que recupere garantías adecuadas a la igualdad de oportunidades entre jóvenes, hayan nacido en la familia que hayan nacido. Políticas de infancia, de educación, de formación para el mundo actual, de integración laboral y de acceso a la vivienda, en alquiler o en compra.
De hecho, estigmatizar —como hacen algunos— las ayudas públicas para la compra de vivienda es una medida regresiva, ya que perpetúa las desigualdades sociales al condenar a los jóvenes con menor capacidad de ahorro previo o heredado a no crear su patrimonio. Que nuestros jóvenes se sientan maltratados, excluidos de un futuro en el que temen vivir peor que sus padres, no es bueno para nadie. Y eso sí es un problema de país.
*Jordi Sevilla es economista y exministro de Administraciones Públicas.
Lo más determinante para tu vida es lo único que no puedes elegir: la familia en la que naces. Sobre todo, desde que hemos redescubierto que la brecha social existe y afecta no solo a los tradicionales niveles relativos de renta y riqueza, sino también a la esperanza de vida, a la respuesta frente a enfermedades —los efectos de la pandemia van por barrios— y a las expectativas de ascenso social, porque a pobreza, como la riqueza, se hereda. Si la pandemia ha hecho que las personas mayores tengan miedo a la enfermedad, los jóvenes hace tiempo que tienen miedo a un futuro que les ha cerrado las puertas.