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En defensa de la carrera fiscal y contra las falsas oscuras conspiraciones
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Carlos García Berro

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En defensa de la carrera fiscal y contra las falsas oscuras conspiraciones

Mi verdad es la confianza en la profesionalidad de los nueve fiscales a los que apoyé en el Consejo Fiscal por considerarlos de un perfil más idóneo

Foto: La fiscal general del Estado, Dolores Delgado. (EFE)
La fiscal general del Estado, Dolores Delgado. (EFE)

Según el Código Deontológico Europeo de la Profesión Periodística (resolución aprobada por unanimidad en Estrasburgo, 1 de julio de 1993), “la emisión de noticias debe realizarse con veracidad, a través de las actividades verificadoras y comprobadoras oportunas y con imparcialidad en la exposición, descripción y narración de los mismos. Los rumores no deben confundirse con las noticias”. Por eso me sorprende sobremanera que tantos escriban sobre lo acontecido en la sesión del Consejo Fiscal del pasado 27 de octubre y me atribuyan una participación cuasi delictiva en oscuros contubernios sin ni siquiera haberme preguntado.

Tal cosa me ha pasado con 'El País', cuando en días consecutivos se publica “Carta abierta a la fiscal general del Estado” y “¿Quién acabó con el fiscal Stampa?”. Ninguno de ellos interrumpió la transcripción del soliloquio de quien fuere para preguntar por mi versión, aun a riesgo de atribuirme como vocal electivo del Consejo Fiscal por la lista de la Unión Progresista de Fiscales un comportamiento que, en el mejor de los casos, sería calificado como deshonroso e impropio por un ingenuo lector.

Antes de todo, siguiendo los principios de deontología judicial de la declaración de Londres de 2009 de la Red Europea de Consejos de Justicia, no está de más recordar que hay que mantener "el equilibrio entre la necesaria transparencia y el rechazo al voyerismo o exhibicionismo para que la Justicia no se convierta en espectáculo".

Lo que deseo exponer en estas líneas es aquello que los periodistas u opinadores no quisieron preguntar y ahora cuento

En este camino de transparencia no exhibicionista, lo que deseo exponer en estas líneas es aquello que los periodistas u opinadores no quisieron preguntar y ahora cuento. Los acontecimientos de la última semana han traído a mi recuerdo mi intervención en los albores del denominado caso Rato, actuación que generó no pocos titulares en diferentes medios de comunicación. El ruido mediático que se generó, con informaciones no siempre del todo veraces, me obligó a explicarme donde un fiscal debe explicar sus propios actos: en el despacho de su superior jerárquico. En aquella ocasión, fue en el despacho de la entonces fiscal general del Estado, Consuelo Madrigal, quien estuvo asistida en esa reunión de Alejandro Luzón. Y recuerdo perfectamente que al principio les dije que no podía contar LA VERDAD, así, en mayúscula, pues la verdad absoluta —de existir— la desconocía, pero que iba a explicar mi verdad, en minúscula. Y fue esa, mi pequeña y honrada verdad, expuesta con lealtad, la que me evitó mayores disgustos. Pues bien, si alguno de los tres escribidores de artículos me hubiera preguntado, les habría respondido con 'mi verdad', aun a riesgo de que esa verdad no fuera muy novelesca.

Mi verdad es la confianza en los fiscales como grandes profesionales. Así, por ejemplo, todos confiamos en el pasado en las compañeras que durante años llevaron la instrucción y enjuiciamiento de importantes casos de corrupción que generaron grandes titulares en los que no salían sus nombres. Es más, en el reconocimiento a su labor, nadie ha visto inmerecidas recompensas otorgadas por oscuros conspiradores.

Todos confiamos en el pasado en las compañeras que durante años llevaron la instrucción y enjuiciamiento de importantes casos de corrupción

Mi verdad es la confianza en la profesionalidad de los nueve fiscales a los que apoyé en el Consejo Fiscal, por considerarlos de un perfil más idóneo y de cuyos méritos y capacidades a nadie le interesa acordarse. La Fiscalía no es personalista, no es patrimonio de ningún fiscal. Más bien al contrario, es la unión de capacidades profesionales puestas al servicio de un fin común. Cualquier Fiscalía trasciende a sus fiscales, ninguno de nosotros es imprescindible. La seguridad en que la instrucción seguirá su curso es absoluta, no puede ser de otra manera. Pensar lo contrario es tanto como insultar a los demás compañeros.

Mi verdad es la confianza en los más de 2.500 compañeros y compañeras que a diario luchan en sus respectivas fiscalías para que en todos los procedimientos, sean o no mediáticos, la función del fiscal se vea satisfecha con la profesionalidad y el entusiasmo por el servicio público que nos caracteriza. Seamos conscientes de que las sombras de duda proyectadas por intereses particulares nunca han podido debilitar la gran fortaleza del Ministerio Fiscal, que es la unión de todos en el servicio público.

Y mi más íntima verdad es confiar en que puedo errar, pero no dejar de ser honesto. Quizá es que la honestidad ya no sea noticiable.

*Carlos García Berro es vocal del Consejo Fiscal, miembro de la Unión Progresista de Fiscales (UPF) y fiscal de la Audiencia Nacional.

Según el Código Deontológico Europeo de la Profesión Periodística (resolución aprobada por unanimidad en Estrasburgo, 1 de julio de 1993), “la emisión de noticias debe realizarse con veracidad, a través de las actividades verificadoras y comprobadoras oportunas y con imparcialidad en la exposición, descripción y narración de los mismos. Los rumores no deben confundirse con las noticias”. Por eso me sorprende sobremanera que tantos escriban sobre lo acontecido en la sesión del Consejo Fiscal del pasado 27 de octubre y me atribuyan una participación cuasi delictiva en oscuros contubernios sin ni siquiera haberme preguntado.