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Cooperación en educación, un camino transformador
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Ángeles Moreno Bau

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Cooperación en educación, un camino transformador

La Secretaría de Estado de Cooperación Internacional promueve una cultura de colaboración con empresas privadas españolas para transformar la educación de los países socios

Foto: Clases presenciales pese al covid en el sur de México. (EFE)
Clases presenciales pese al covid en el sur de México. (EFE)

Con ocasión del Día Internacional de la Educación, el 24 de enero, creo que debemos tener un especial reconocimiento, en primer lugar, a docentes, madres, padres, alumnos y autoridades educativas de todo el mundo por el esfuerzo que han realizado para garantizar una continuidad en el aprendizaje en un año escolar sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial.

Como consecuencia del covid-19, alrededor de 1.600 millones de niñas y niños tuvieron en 2020 que abandonar las aulas para recluirse en sus casas. Algunos aún no han retomado sus clases presenciales. Otros no han podido retornar a ningún tipo de enseñanza, ni presencial ni virtual. Según UNICEF, alrededor de 5,9 millones de estudiantes en Asia, 5,3 millones en África y 3,1 millones en América Latina no volverán a estudiar.

La educación primaria para ser efectiva requiere en los primeros años que el alumno esté en una escuela, en el entorno de su clase, con un grupo de compañeros, cinco días a la semana generalmente, con unos horarios estables, periodos vacacionales regulares, asignaturas y un sistema de evaluación. La experiencia durante la pandemia nos ha reafirmado en que esa estructura tradicional sigue siendo la deseable desde un punto de vista social, económico y educativo. Esencial también para que los padres, y sobre todo las madres, puedan seguir desempeñando sus labores profesionales.

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (d), escucha al alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida. (EFE)

Estas son las estructuras escolares estandarizadas desde los años 20 del siglo pasado y que, a pesar de la llegada de la digitalización a las aulas, debe seguir primando como estructura básica para garantizar el aprendizaje escolar.

El paso a la enseñanza digital ha permitido, a aquellos niños afortunados que han podido darlo, no interrumpir su escolarización. Pero la digitalización de la enseñanza, que la pandemia ha acelerado, ha venido también para quedarse. Más allá de garantizar la educación en tiempos de pandemia, internet, lo digital, son motores de progreso ampliamente respaldados por el ordenamiento jurídico internacional que reconoce "que la expansión de las tecnologías de la información y las comunicaciones y la interconexión mundial brinda grandes posibilidades para acelerar el progreso humano, superar la brecha digital y desarrollar las sociedades del conocimiento".

Hoy, fomentar las capacidades digitales de los niños es lo que los prepara mejor para vivir en el siglo XXI. La mentalidad digital es un conjunto de conocimientos y habilidades necesarios para navegar en la era digital, para competir en la aldea global, para ascender social y económicamente. El que la posea estará en el planeta que se está configurando para el presente y el futuro; el que no, quedará excluido del acceso a bienes, servicios y fuentes de conocimiento y progreso.

La crisis sanitaria es una auténtica amenaza para el futuro de millones de estudiantes


Además, como señaló el secretario general de Naciones Unidas en su Informe de Políticas de agosto de 2020, "la educación no solo es un derecho humano fundamental, sino un derecho habilitante con repercusiones directas en el ejercicio de todos los demás derechos humanos". Por tanto, constituye la herramienta más poderosa para combatir las desigualdades. Como bien común global, supone un impulso decisivo para avanzar en los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) y sumar su efecto multiplicador a la salud, la nutrición y el desarrollo económico.

Antes del cierre de los colegios el pasado mes de marzo, millones de niñas y niños en el mundo no tenían todavía acceso a una educación de calidad. Hoy, nos hallamos inmersos en una crisis sanitaria que es al mismo tiempo una crisis económica, educativa, de derechos y de igualdad, una auténtica amenaza para el futuro de millones de estudiantes.

La interrupción de los aprendizajes como consecuencia del covid-19, la brecha digital y el aumento de la pobreza que se está produciendo –según el Banco Mundial, 150 millones de personas más podrían caer en la pobreza extrema en 2021– serán devastadores en los grupos más desfavorecidos. Para las niñas y los niños puede desencadenar además un aumento del trabajo infantil, de la explotación sexual, el embarazo precoz y los matrimonios forzados.

El principio de la Agenda 2030 de "no dejar a nadie atrás" es el eje vertebrador de la reorganización de la nueva actuación escolar

Foto: Ranjitsinh Disale gana el Global Teacher Prize (Foto: Twitter)

La educación sigue siendo el principal mecanismo de igualación y ascenso social. Se debe invertir en ella y planificar adecuadamente. Si aprovechamos la atención que se le está brindando a nivel mundial, podemos salir reforzados de la crisis. Para ello, es condición 'sine qua non' proteger los presupuestos destinados al sector, mejorar la eficacia del gasto y lograr que las innovaciones educativas que se han producido a lo largo de 2020 alcancen también a los niños y niñas más vulnerables y marginados.

La Cooperación Española, en su Estrategia de Respuesta Conjunta a la Crisis del COVID-19, prioriza la protección y recuperación de los derechos de los más vulnerables, entre ellos los de los niños, las niñas y adolescentes, quienes han visto mermado su derecho a la educación, en especial los menores refugiados y desplazados, los que tienen alguna discapacidad y los que viven en contextos de crisis humanitaria.

También la Unión Europea está priorizando en su nuevo instrumento de cooperación el incremento de los fondos destinados a educación y a digitalización. Este es el viento favorable que hemos de aprovechar.

Fieles a la hoja de ruta que nos marca la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, y a consecuencia de la pandemia, la Cooperación Española ha incluido una nueva línea de trabajo dirigida a alcanzar una educación de calidad, inclusiva y equitativa para avanzar en la consecución del ODS 4, relativo a la educación de calidad, con el punto de mira puesto en la superación de la brecha digital.

El principio de la Agenda 2030 de "no dejar a nadie atrás" es el eje vertebrador de la reorganización de la nueva actuación escolar y la conexión de todas las escuelas a internet, incluidas las más apartadas. Se trata de una herramienta indispensable para avanzar en la igualdad de oportunidades en los aprendizajes y en la participación ciudadana a lo largo de la vida. Queremos que internet esté al alcance de todos los estudiantes del planeta y que se beneficien de todo su potencial.

Afrontar los retos comunes que nos plantea la transformación de la educación en el ámbito de la cooperación al desarrollo (ODS 4) requiere un enfoque de múltiples actores en el que concurran el capital privado, los conocimientos especializados, la innovación, los activos públicos y la experiencia de cada socio para lograr resultados sociales sostenibles. Por eso, la Secretaría de Estado de Cooperación Internacional está promoviendo una cultura de colaboración con las empresas privadas españolas que quieran sumarse a iniciativas encaminadas a favorecer la transformación de los sistemas educativos de los países socios para reducir la brecha digital y llegar a las poblaciones más desfavorecidas.

Foto: Imagen de la reciente Cumbre de Clima celebrada en Madrid

Contamos también con la experiencia y el trabajo directo de las ONGD españolas que, en alianza con la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), están incluyendo las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en los procesos de enseñanza-aprendizaje de los menores refugiados y desplazados, de los que tienen alguna discapacidad y de los que viven en contextos de crisis humanitarias.

Por último, esta hoja de ruta se completa con la asistencia técnica pública para el aprendizaje entre pares y el intercambio de experiencias y buenas prácticas entre funcionarios de las distintas administraciones públicas —central, autonómica y local— que impulsan la Fundación Internacional y para Iberoamérica de Administración y Políticas Públicas (FIIAPP), la Fundación Carolina y el Instituto Cervantes.

Celebramos el Día Internacional de la Educación apoyando la reapertura segura de los centros educativos y la igualdad de oportunidades de aprendizaje de calidad para todos los niños y niñas en nuestros países socios.

En un mundo hiperconectado y sujeto al impacto de las emergencias climáticas, nuestro compromiso va más allá y alcanza el desarrollo de sistemas educativos resilientes y preparados para asegurar la inclusión social y la formación de ciudadanas y ciudadanos libres y responsables. La mejora de la conectividad de las aulas, la formación de los docentes, la adecuación de los contenidos educativos digitales y el acceso a plataformas y dispositivos de los estudiantes vulnerables y desfavorecidos forman parte de este empeño.

Con ocasión del Día Internacional de la Educación, el 24 de enero, creo que debemos tener un especial reconocimiento, en primer lugar, a docentes, madres, padres, alumnos y autoridades educativas de todo el mundo por el esfuerzo que han realizado para garantizar una continuidad en el aprendizaje en un año escolar sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial.

Como consecuencia del covid-19, alrededor de 1.600 millones de niñas y niños tuvieron en 2020 que abandonar las aulas para recluirse en sus casas. Algunos aún no han retomado sus clases presenciales. Otros no han podido retornar a ningún tipo de enseñanza, ni presencial ni virtual. Según UNICEF, alrededor de 5,9 millones de estudiantes en Asia, 5,3 millones en África y 3,1 millones en América Latina no volverán a estudiar.

La educación primaria para ser efectiva requiere en los primeros años que el alumno esté en una escuela, en el entorno de su clase, con un grupo de compañeros, cinco días a la semana generalmente, con unos horarios estables, periodos vacacionales regulares, asignaturas y un sistema de evaluación. La experiencia durante la pandemia nos ha reafirmado en que esa estructura tradicional sigue siendo la deseable desde un punto de vista social, económico y educativo. Esencial también para que los padres, y sobre todo las madres, puedan seguir desempeñando sus labores profesionales.

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