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Covid, Beatles, crisis y jóvenes
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Rocío Martínez-Sampere

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Covid, Beatles, crisis y jóvenes

Lo que se ha roto -al menos en el mundo occidental- es la idea lineal de progreso, saber que las nuevas generaciones iban a vivir mejor que sus antecesores

Foto: Jóvenes manifestantes en el mayo francés de 1968. (EFE)
Jóvenes manifestantes en el mayo francés de 1968. (EFE)

Nunca dejas de sonreír cuando vuelves a mirar una foto de los Beatles, con sus trajes ceñidos y su porte inofensivo, y te explican cómo les tildaban de melenudos y rebeldes. Y es esa sonrisa la que, al menos en mi caso, me obliga a moderar mis instintos; cuando entiendo que nuestros abuelos miraron con la misma cara de asombro a Dani 'el Rojo' en el 68 con la que yo debo mirar a mis hijos mientras disfrutan viendo a The Grefg, Vegeta777 o AuronPlay en sus pantallas del móvil.

La incomprensión hacia las generaciones más jóvenes no es un fenómeno nuevo sino más bien una constante en nuestra historia. Una mirada entre complaciente y escandalizada hacia las épicas y los referentes políticos y culturales de las nuevas generaciones sin que ello haya supuesto que, cuando estas generaciones acceden a la toma de decisiones, el mundo vaya necesariamente peor.

Foto: Dos jóvenes usan tapabocas dentro de su casa, durante la cuarentena por el coronavirus. EFE

La discusión, adaptada, se repite. ¿Somos una generación que ha vivido en el estado del confort y no sabemos esforzarnos y luchar por nuestro futuro? ¿Estamos ante la generación 'naïf', como afirma 'The Economist'? ¿Pasó eso con el Brexit dónde los jóvenes se dejaron quitar una idea de país, europea, por no comparecer ante las urnas? ¿Vivimos en la precariedad eterna y no en la seguridad de nuestros padres? Preguntas como estas han ocupado mil conversaciones y deberían ocupar muchas más. Intentando descifrar si el hecho que nadie, absolutamente nadie, tenga una segunda residencia responde a un cambio cultural en el que acceder es mucho más importante que poseer o responde a una adaptación al imposible mercado de la vivienda. Intentando descifrar si el póster de Godard que hay en mi casa, pero también en casa de mis padres, podrá alguna vez estar en casa de mis hijos que nacieron con una pantalla en sus manos. Intentando descifrar si tiene el mismo valor que antes insistir en las trayectorias educativas establecidas cuando sabes, cuando sabemos, que la palabra garantía se ha borrado del diccionario.

Existe la sospecha fundada de que esta vez sea un poco distinto y necesitemos algo más que una adaptación cultural. La sospecha que estemos ante un cambio de latitud más que de magnitud. La crisis de 2008 evidenció que estamos en un cambio de época más que en una época de cambios. El capitalismo digital y la democracia sin intermediación pueden suponer fenómenos de tal calibre que nos obliguen a repensar las reglas y a ajustar las bases de muchas de nuestras políticas públicas. Sobre todo, para las nuevas generaciones, porque lo que se ha roto -al menos en el mundo occidental- es la idea lineal de progreso, saber que las nuevas generaciones iban a vivir mejor que sus antecesores. Y se han roto también las certezas. La incertidumbre es, y va a ser, una variable fija.

Existe la sospecha fundada de que esta vez sea un poco distinto y necesitemos algo más que una adaptación cultural

Los que nos negamos a aceptar que el futuro sea cuesta abajo, ¿qué podemos hacer?

Lo primero que nos parece esencial es entender un poco mejor de qué estamos hablando cuando hablamos de jóvenes o de millennials. Primero entender, luego proponer. Y puede parecer banal, pero pararse a poder saber, para poder pensar, es condición necesaria en este mundo acelerado y de falsa contundencia en el que nos movemos. Entender, conocer, saber para luego proponer. Este ha sido el guion del proyecto GENERA impulsado por la Fundación Felipe González con la colaboración de FEPS y la Fundación la Caixa.

Hemos publicado cuatro estudios disponibles en la web del proyecto. El primero nos detalla los indicadores reales de bienestar y progreso de cada una de las generaciones para un conjunto de países. El segundo, retrata las aspiraciones de la generación 'millennial' en España. El tercero compara esta generación en más de 20 países y nos indica que, probablemente, estemos ante la primera generación global de la historia. El último analiza la desafección política de los jóvenes en España, su relación con Internet, el nuevo consumo de los medios y las noticias falsas.

Hoy presentamos un nuevo informe elaborado por 40dB, ‘El impacto generacional del coronavirus’, para ayudarnos a entender cómo nos ha cambiado el covid-19, especialmente a los más jóvenes que han vivido dos crisis en una década.

Hay recorrido para proponer políticas para proveer más seguridad en un mundo donde la incertidumbre debe ser entendida como una variable dada

El informe muestra que los millennials son la generación más afectada por la pérdida de empleo y el recorte de horas de trabajo. Además, también es la más afectada anímicamente: el 80% se siente desanimado y pesimista. También creen, sin embargo, que se han puesto en marcha mayores medidas de protección social en esta crisis que en la anterior. Casi el 75% evidencia que las políticas sociales son más importantes que nunca, y más de la mitad apoya la necesidad de organismos como la UE y la OMS. Quieren política pues, aunque a la vez piensen que la crisis está demostrando la incapacidad de los políticos para gestionar problemas complejos.

Justamente por eso no estaría de más que, en paralelo a esta mayor capacidad de comprensión -necesaria-, los que se ocupan de gobernar nuestros asuntos colectivos propusieran nuevas políticas públicas destinadas a cerrar esta brecha tan generacional como estructural. Hay recorrido para proponer políticas públicas orientadas a proveer más seguridad en un mundo donde la incertidumbre debe ser entendida como una variable dada. Políticas destinadas a crear una mejor distribución y acceso a la riqueza que está mucho más desigualmente repartida que la renta (también en términos generacionales), políticas para reorientar los servicios al acceso (formación en capacidades transversales, por ejemplo), políticas que contemplen la economía de los datos como un nuevo factor de producción, o entender -como lo hizo Microsoft- que es más importante invertir en software que en hardware.

Nuevos retos globales como el cambio climático y la respuesta política de la Unión Europea nos dan, paradójicamente, una oportunidad. La oportunidad de las reformas. A la vez, el golpe que supone la pandemia nos da también la oportunidad de concienciarnos colectivamente sobre lo que es substancial y alejarnos de esta simplificación emocional en que se ha convertido lo que alguna vez llamamos política. Entender mejor lo que nos pasa y proponer reformas de país sigue siendo la mejor fórmula para que dejemos de perder energías en decidir si somos más nietos de la guerra civil que hijos de la transición y las dediquemos a ver cómo podemos ser y ejercer de ciudadanos en este futuro que ya está aquí.

Nunca dejas de sonreír cuando vuelves a mirar una foto de los Beatles, con sus trajes ceñidos y su porte inofensivo, y te explican cómo les tildaban de melenudos y rebeldes. Y es esa sonrisa la que, al menos en mi caso, me obliga a moderar mis instintos; cuando entiendo que nuestros abuelos miraron con la misma cara de asombro a Dani 'el Rojo' en el 68 con la que yo debo mirar a mis hijos mientras disfrutan viendo a The Grefg, Vegeta777 o AuronPlay en sus pantallas del móvil.

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