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La 'consultocracia' no existe
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Verónica Fumanal

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La 'consultocracia' no existe

Desde la Asociación de Comunicación Política (ACOP), nos vemos obligados a defender una profesión que es tan necesaria como democrática y transparente

Foto: El director del Gabinete del presidente del Gobierno, Iván Redondo. (EFE)
El director del Gabinete del presidente del Gobierno, Iván Redondo. (EFE)

Hace unos días, el profesor Francesc de Carreras, al que profesamos una gran admiración, escribió una tribuna en El Confidencial titulada “¿Gobernados por una consultocracia?”. Empleó el concepto de 'consultocracia', un 'palabro' —como él mismo la definía— para referirse al poder de los consultores políticos. Tras este inicio, la tesis del artículo denunciaba el desplazamiento de los políticos por parte de los consultores, convirtiéndose en los que toman las decisiones, sin que votación ninguna los haya elegido para ello. Una especie de poder en la sombra, sin control democrático, sin nombre y apellido, ni límites institucionales. Además, y vinculado a esta tesis, en opinión de Carreras la profesión de “contornos imprecisos” ha “proliferado desmesuradamente” y relata una serie de supuestos objetivos del consultor que describen a una especie de “maquiavelos” escondidos que gobiernan a marionetas diseñadas y construidas para ganar elecciones.

Léanse el resto del artículo para tener la visión completa. Desde la Asociación de Comunicación Política (ACOP), no podíamos permanecer silentes ante una acusación tan grave hacia nuestro oficio. Siempre desde el respeto a la opinión de todos los opinadores que han cuestionado el trabajo de los asesores en comunicación política, nos vemos obligados a defender una profesión que es tan necesaria como democrática y transparente.

Foto: Fotograma del vídeo.

En primer lugar, tras el gran paraguas denominado #compol o asesores en comunicación política, existen multitud de profesiones y especialidades tan diversas como las de los 'pollsters' o especialistas en encuestas, 'speechwritters' o escritores de discursos, 'spin doctors' o especialistas en argumentación y mensaje… Y hemos querido ponerlos en inglés para evidenciar que los anglófonos tienen tan integrada la diversidad de estas profesiones que tienen un nombre para cada una de ellas. Ya se sabe que el primer paso para existir en el ideario colectivo es tener una palabra que lo denomine. Por lo tanto, las generalizaciones no son buenas, porque ponen en el mismo saco profesiones bien diferentes, que en ACOP tratamos de reivindicar y prestigiar.

En segundo lugar, como el nombre indica, los asesores asesoran, no imponen, y a pesar de que estamos de acuerdo en que la influencia es un gran poder que hay que utilizar con responsabilidad, queremos recordar que quien toma la decisión, tanto si gusta y es acertada como si no, son los representantes públicos, aquellos que han sido elegidos y que, a su vez, han elegido a sus asesores. Porque bajo el argumento del artículo citado, los ministros deberían ser elegidos democráticamente por los ciudadanos y, según la ley, esta prerrogativa es única y exclusivamente del jefe del Ejecutivo, quien los nombra con poder real para tomar decisiones políticas. Como suele decir un exministro, “la única condición para ser ministro es que el presidente te elija”.

Foto: Iván Redondo. Ilustración: Raúl Arias.

Que en la política tiene cada vez mayor peso la comunicación es un hecho innegable, pero de ahí a decir que eso es culpa de los asesores va un trecho no menor. Vivimos en la era de la comunicación instantánea, un fenómeno que engloba toda nuestra existencia, desde la política, la vital, la económica, la social… y que afecta también a las lógicas de los medios y a cómo analizan la propia comunicación. ¿O no están cambiando también los usos y formas de relacionarse de los jóvenes, pero también de los mayores, por su desarrollo vinculado a sus identidades digitales? Por supuesto que la dimensión comunicativa de la política es ahora mayor, pero hay que recordar una y otra vez que quienes marcan los objetivos políticos son los políticos. Sus asesores tratan de coadyuvarlos en su consecución, del mismo modo que asesores jurídicos les marcan los límites de lo que pueden y no pueden hacer. Son siempre los políticos quienes tienen la última palabra en la ejecución de cualquier decisión. De lo contrario, se estaría afirmando que los asesores coaccionan o doblegan la libre voluntad de sus jefes, y esto es una afirmación grave que no queremos intuir en aquellos que nos acusan de ser los verdaderos políticos.

Foto: Pedro Sánchez (PSOE), Isabel Díaz Ayuso (PP) e Ignacio Aguado (Cs). (EFE) Opinión

Existe mucho más debate que el que aquí se ha descrito y desde ACOP emplazamos públicamente a cualquiera que quiera saber sobre nuestra profesión a contactarnos para conocernos mejor, uno de los objetivos que nos hemos marcado como asociación. También se puede consultar el código deontológico que nos hemos autoimpuesto en ACOP y con el que nos comprometemos a promover la excelencia profesional entre nuestros miembros, así como a reforzar el compromiso con los principios éticos entre aquellos que trabajan en el ámbito de la comunicación política.

Por último, recordamos que son hombres y mujeres, con nombres y apellidos, quienes ejercen la noble tarea de asesorar a los políticos y líderes. ¿Todos con la misma calidad y deontología? Por supuesto que no, como en cualquier profesión. Sin embargo, son la amplísima mayoría quienes lo hacen con la mayor voluntad de servicio público y honestidad profesional. Los políticos y políticas no pueden saber de todo, por eso desde la Antigüedad se han rodeado de especialistas que les ayudan a ser mejores y a hacer mejor su trabajo, aunque no siempre lo consigamos.

*Verónica Fumanal, politóloga y presidenta de la Asociación de Comunicación Política.

Hace unos días, el profesor Francesc de Carreras, al que profesamos una gran admiración, escribió una tribuna en El Confidencial titulada “¿Gobernados por una consultocracia?”. Empleó el concepto de 'consultocracia', un 'palabro' —como él mismo la definía— para referirse al poder de los consultores políticos. Tras este inicio, la tesis del artículo denunciaba el desplazamiento de los políticos por parte de los consultores, convirtiéndose en los que toman las decisiones, sin que votación ninguna los haya elegido para ello. Una especie de poder en la sombra, sin control democrático, sin nombre y apellido, ni límites institucionales. Además, y vinculado a esta tesis, en opinión de Carreras la profesión de “contornos imprecisos” ha “proliferado desmesuradamente” y relata una serie de supuestos objetivos del consultor que describen a una especie de “maquiavelos” escondidos que gobiernan a marionetas diseñadas y construidas para ganar elecciones.

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