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Frases como balas que deciden una campaña

Los datos muestran que durante estos días se han decidido muchos indecisos, y que su decisión intensifica los trasvases entre las seis fuerzas políticas en liza

Foto: Carteles electorales en Leganés. (A. M. Vélez)
Carteles electorales en Leganés. (A. M. Vélez)

Los manuales de campaña electoral afirman que la estrategia, sintetizada en el eslogan, ha de apoyar con hechos las promesas, y ser coherente para atravesar con éxito las múltiples vicisitudes que surgen en las semanas previas a las urnas. Todo parece indicar que los resultados del 4 de mayo reflejarán la medida en que los distintos partidos han aplicado este principio.

La de Madrid ha sido una campaña llena de tensión narrativa. Arrancó Ayuso con 'Libertad o socialismo'. Irrumpió Iglesias inmolándose para liderar el freno a una “derecha criminal”. Y todos los actores saltaron al terreno de juego para interpretar un guion en el que el clímax lo protagonizaron los debates y unas cartas con balas.

Vox debutó en Vallecas, donde su líder nacional fue blanco de unas pedradas a las que respondió acusando a Iglesias de enviar “sus matones a sueldo”. El bajo índice de fidelidad en sus votantes (en marzo, arrojaba solo un 43%) llevó a este partido a imaginarse un miedo en la gente —'Vota seguro' es su lema— que podía ser activado con un pertinaz cartel electoral que compara el coste que al Estado le suponen una abuela y un 'mena'.

Encapsulada en el eslogan 'Que hable la mayoría', la estrategia de Unidas Podemos refleja que este partido comenzaba el juego con la convicción de que su aspiración a dirigir el cortocircuito a la ultraderecha era compartida por muchos madrileños. Quizá las tibias valoraciones que su candidato recibiera en las encuestas del debate de Telemadrid sembraron dudas, y dos días después Iglesias ganaba presencia señalando a la ultraderecha por la amenaza recibida en una carta que contenía balas. El subsiguiente encontronazo con Monasterio en el debate de la SER supuso todo un hito de campaña.

“Estos sucesos lo cambian todo”, afirmó el presidente de Gobierno en el posterior mitin de Getafe. Tratando de hacer de la necesidad virtud, su partido había comenzado presentando a un candidato “soso, serio y formal” con la esperanza de atraer algo de los 600.000 votos de Ciudadanos, y de elevar el índice de fidelidad de sus votantes, que al comienzo estaba 30 puntos por debajo del que gozaba el Partido Popular. Prometió “gobernar en serio”, no subir los impuestos, y “con este Iglesias no”. Pero llegó la bala, y con ella se consolidó el cambio de guion anunciado poco antes mediante la invitación “Pablo, tenemos 12 días para ganar las elecciones”. En un evento en el que explícitamente se acusó a la ultraderecha de estar tras las balas y a la derecha de participar de criminalidad, Gabilondo, arropado por el Gobierno, afirmó que este “hito de campaña” reclama una amplia movilización contra el “Gobierno de Colón”. Ya no solo estaba en juego Madrid, sino toda una democracia.

Ciudadanos vio en ese rifirrafe ocasión para su mensaje. Vendiendo mesura sin la cual “el Gobierno acabaría en manos de los extremos”, 'Madrileños por Edmundo' se lanzó a la ardua tarea de combatir un índice récord de infidelidad (en ninguna de las encuestas ha superado el 20% el porcentaje de votantes naranjas que prometen mantenerse en su partido). Pero entró al trapo de las balas, y demasiado confiado en su mensaje, emplazó a todos los candidatos a apoyar “por obligación moral” su iniciativa de firmar, “en un momento de máxima tensión”, una carta por la moderación. El documento llegará al 4 de mayo conteniendo solo su firma.

Casi silenciosamente avanzaba por la izquierda Más Madrid. Su candidata se catapultó respondiendo a la idea de candidatura conjunta de Iglesias que “Madrid no necesita más testosterona”. A partir de ahí, ya solo tenía que mantener sostenido el pulso, y parece haber realizado lo suficiente para poder recoger migrantes de otras izquierdas.

Las encuestas —veremos si también los votos— parecen sentenciar a favor de Ayuso. A esta candidata, que había anunciado libertad contra comunismo, le bastó un intercambio con su asesor en el intermedio del debate para reducir la sacudida. Con la seguridad que da tener a favor todos los pronósticos, se atuvo al eslogan, explicando a su manera en qué consiste su propuesta de libertad. Y cuando le llega la bala, baja el diapasón, y como si recibiera nítidas las señales de la calle, respondió: “Serenidad. La gente no está en eso”. Continuó predicando libertad.

¿Se ha movido algo durante la campaña? Cuando se convocaron, más de un 40% de votantes mostraba la intención de cambiar en estas elecciones la opción de voto que había tomado en 2019. Pero la decisión no se toma hasta llegar a la urna y, mientras tanto, se mueve.

Lo que nos encontraremos en las urnas del martes será el efecto de, entre otros, la valoración de la gestión nacional y regional de la pandemia

Los datos muestran que durante estos días se han decidido muchos indecisos, y que su decisión intensifica los trasvases entre las seis fuerzas políticas en liza. Por la derecha, se incrementa el paso al Partido Popular tanto de Vox (40% de quienes lo votaron) como de Ciudadanos (más del 50%). Por la izquierda, Más Madrid se hace más atractivo no solo para votantes de Podemos (un 25%), sino también de PSOE (un 20%). Las encuestas, además, coinciden en atribuir en torno a un 5% los votantes socialistas que se pasan al PP. En definitiva, se ha incrementado algo la movilización de la izquierda, reducido la opción por los extremos (Vox y Podemos son los únicos que bajan en fidelidad de voto) y ligeramente aumentado el trasvase del PSOE al PP.

Pero no son las frases las que deciden una campaña. Lo que nos encontraremos en las urnas del martes será el efecto de un cúmulo de hechos: la valoración, positiva y negativa, de la gestión que Gobierno nacional y autonómico han hecho de la pandemia; tal vez la satisfacción de muchos dueños de locales que ven en Ayuso la salvación de su negocio; quizás el enfado, constatado en este mismo diario, de socialistas con el sanchismo por su conexión con Bildu y el secesionismo; algo de decepción de quienes ven en la dificultad de cobrar el tan proclamado salario mínimo interprofesional una promesa más, y probablemente también la reacción de quienes, efectivamente, no estaban en eso, pues no temiendo por la democracia, vieron la causa de la tensión en quienes utilizaron las amenazas de bala como recurso electoral. Y es que la comunicación política consiste en poner en valor la realidad, en una buena combinación de hechos con mensajes, de 'story-telling' con 'story-doing'; pero parece que algunos así no lo han entendido.

*María José Canel es catedrática de Comunicación Política en la Universidad Complutense de Madrid.

Los manuales de campaña electoral afirman que la estrategia, sintetizada en el eslogan, ha de apoyar con hechos las promesas, y ser coherente para atravesar con éxito las múltiples vicisitudes que surgen en las semanas previas a las urnas. Todo parece indicar que los resultados del 4 de mayo reflejarán la medida en que los distintos partidos han aplicado este principio.

La de Madrid ha sido una campaña llena de tensión narrativa. Arrancó Ayuso con 'Libertad o socialismo'. Irrumpió Iglesias inmolándose para liderar el freno a una “derecha criminal”. Y todos los actores saltaron al terreno de juego para interpretar un guion en el que el clímax lo protagonizaron los debates y unas cartas con balas.

Vox debutó en Vallecas, donde su líder nacional fue blanco de unas pedradas a las que respondió acusando a Iglesias de enviar “sus matones a sueldo”. El bajo índice de fidelidad en sus votantes (en marzo, arrojaba solo un 43%) llevó a este partido a imaginarse un miedo en la gente —'Vota seguro' es su lema— que podía ser activado con un pertinaz cartel electoral que compara el coste que al Estado le suponen una abuela y un 'mena'.

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