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Íñigo Errejón

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El momento verde

El autor reflexiona para El Confidencial sobre el surgimiento de una nueva fuerza política medioambientalista en las pasadas elecciones del 4-M en Madrid

Foto: Cierre de campaña de Más Madrid. (EFE)
Cierre de campaña de Más Madrid. (EFE)

Las elecciones del pasado 4 de mayo en la Comunidad de Madrid arrojan un resultado terrible. El PP y Vox se han hecho con una mayoría absoluta muy holgada. Por una parte, han sabido traducir políticamente un ánimo social de no mirar atrás, de abandonar la vida de la pandemia. Por otra, el electorado madrileño ha querido castigar al gobierno nacional y se confirma una deriva social y cultural en Madrid: ya no es un 'laboratorio neoliberal', sino que el campo de batalla está marcado por el resultado exitoso de 26 años de gobierno del PP que a través de la fiscalidad, que se aprovecha de la extracción de rentas del resto de España, el urbanismo desintegrado de los lazos comunitarios abiertos y el ataque a los servicios públicos para retirar de ellos a las clases medias y trabajadoras con altos ingresos, ha ido generando un 'habitus' neoliberal.

Cuando se abren las urnas, los candidatos de la derecha, sean quienes sean, solo tienen que pedir a la ciudadanía, cada vez menos ciudadanía y más audiencia y clientela, que voten tal y como se comportan en su vida cotidiana. Que voten de acuerdo a cómo se conducen en el trabajo, la carretera, el centro comercial, las 'apps' de citas o el mercado inmobiliario, la soberbia frente al débil y la sumisión frente al fuerte. "Estás solo, desconfía del de al lado, o pisas o te pisan, cualquier asociación o comunidad es un timo o un lastre". Se trata de una transformación antropológica que no se revierte solo en campaña electoral y que no afectará solo a los madrileños. Seguir más allá en el análisis nos desviaría del objeto de este artículo.

Foto: La candidata de Más Madrid en las elecciones a la Comunidad de Madrid, Mónica García. (EFE)

No obstante, al mismo tiempo, ha emergido con contundencia Más Madrid como segunda fuerza y líder de la oposición al Gobierno del PP apoyado por Vox. Aunque inmediatamente después de la convocatoria electoral nadie nos esperaba e incluso algunos dudaban de nuestra supervivencia, Más Madrid, nacido hace tan solo dos años, llevaba soportando el peso de ser 'de facto' la oposición al Gobierno PP-Cs en la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid, había fortalecido su inserción territorial y su formación de cuadros distritales y municipales y ha realizado una campaña a contrapelo de las tendencias que parecían dominantes. En esa campaña ha destacado Mónica García, llegándose a hablar de 'efecto Mónica', como candidata que no solo enunciaba sino que mejor encarnaba el tono y los temas de una fuerza política verde que pretende hacer política de otra forma y traer la política de vuelta a la vida cotidiana. Más Madrid ha obtenido unos excelentes resultados y creemos que es necesaria una lectura correcta de los mismos.

Qué entendemos por una fuerza política verde

Cuando decimos 'una fuerza política verde' no estamos hablando solamente de una fuerza conservacionista del medioambiente, sino de una fuerza que participa de una ola global, y con mucha fuerza en Europa, que sitúa la destrucción del planeta y de nuestras condiciones concretas que permitían hacer vidas relativamente seguras y tranquilas como el principal reto que tenemos en el siglo XXI, que nos obliga a cambiar nuestra forma de producir, de transportar y transportarnos, de consumir y de relacionarnos entre nosotros y con la Tierra.

El ecologismo político, además, extrae dos lecciones valiosas de este reto: la primera es que, al igual que sucede con la robotización y el empleo o ahora con el covid, el cambio climático no tiene solución en términos individuales ni por los mecanismos habituales de mercado. Si seguimos como hasta ahora no vamos bien. Requiere un fortalecimiento de los lazos de empatía que hacen densas y poderosas a las comunidades, una recuperación de la idea del bien común y unas instituciones ágiles y con capacidad de enfrentar la transición ecológica, anticipándose y gobernando los cambios para que estos no se conviertan en más incertidumbre, violencia y miedo sino que puedan ser dominados por la capacidad humana democrática de planificar y cooperar.

El cambio climático no tiene solución en términos individuales ni por los mecanismos habituales de mercado

La segunda lección es que para lograrlo hay que articular mayorías transversales muy amplias, que en los términos actuales y no los del siglo XX, movilicen los afectos y las voluntades necesarias para la gran transformación que necesitamos. Como hemos visto en Madrid, no basta con ser agoreros o con agitar la evidencia científica, es preciso generar la creencia en que puede haber futuro y que este futuro es deseable, frente al frenético presentismo del adversario, que no es más que una huida hacia delante sobre otra, contra el planeta, contra los más débiles, contra nuestra propia salud física y mental y contra las siguientes generaciones. Es claramente el clima de época: el signo más claro de nuestro tiempo es que ya no existen películas o series de ciencia ficción optimistas.

Ser una fuerza política verde, en cualquier caso, no es solo proclamarlo. Es rescatar a la política de su secuestro por parte del odio y del ruido –que tras su grandilocuencia solo es un mecanismo de bloqueo que logra que nada cambie– y traerla de vuelta a lo que de verdad importa. Es entroncar las grandes cuestiones y los grandes valores en la vida cotidiana. Es hacer una revolución de las pequeñas cosas: reconstruir una comunidad de cuidados para no tener miedo al mañana, modernizar la economía con una industrialización verde con justicia social, liberar tiempo de vida para estar con quienes queremos, garantizar que comemos, respiramos y dormimos mejor. Tan sencillo y tan radical como eso.

Balance de una humilde trayectoria

Eso es justo lo que llevamos dos años haciendo en la medida de nuestras humildes posibilidades: en los ayuntamientos madrileños –en particular en la capital, donde somos primera fuerza– y la Asamblea de Madrid como Más Madrid, en el Congreso como Más País-Verdes Equo y en alianza con Compromís. Hace un año y medio, cuando entramos en el Congreso de los Diputados, algunos se preguntaban por el espacio de Más País y nuestra razón de ser.

Hoy para todos es evidente que gracias a nuestra existencia, aun con nuestra muy modesta voz, el país oficial ha girado la vista hacia la salud mental rompiendo un tabú y poniendo el foco en lo que de verdad importa en la vida de millones de españoles en el país real. Gracias a nuestra existencia se ha abierto un debate nacional sobre la reducción de la jornada laboral a 4 días o 32 horas semanales, para trabajar menos y trabajar todos, en mejores condiciones, más saludables, ecológicas y productivas, en una conversación que aquí ha incorporado a numerosas empresas y a los principales sindicatos y que ha puesto a España como ejemplo puntero en prestigiosos medios de comunicación internacionales. Gracias a que estamos se ha levantado la bandera de una mayor ambición y exigencia contra el cambio climático como exigen la comunidad científica, la juventud y las principales organizaciones ecologistas, y que esta puede ser una gran palanca para un 'estado emprendedor' –ese que está detrás del IPhone pese a la furia de los liberales– que lidere la transición ecológica que genere miles de empleos verdes. Porque estamos en el Congreso se discutió, antes de que Biden lo adoptara, la necesidad de liberación de patentes para la vacunación, y que necesitamos tener una farmacéutica publica española que retenga talento y nos dé soberanía tecnológica y la necesidad de una 'tasa covid' para que las grandes fortunas y grandes corporaciones contribuyan al esfuerzo nacional.

Hoy para todos es evidente que gracias a nuestra existencia, aun con nuestra muy modesta voz, el país oficial ha girado la vista hacia la salud mental

Por otra parte, incluso para quienes no piensan como nosotros es comprobable que el gobierno nacional no solo tiene enfrente el ruido y el odio de las derechas que han querido aprovechar la pandemia, sino que existe en el Congreso una fuerza verde que señala otro rumbo posible, propone ideas, pone tareas, acompaña cuando se avanza y exige cuando se retrocede o, como tristemente es habitual, los grandes anuncios no llegan a la vida cotidiana de los españoles.

Una fuerza para el siglo XXI

Las encuestas dicen que la próxima canciller alemana podría pertenecer a los verdes. Toda Europa está recorrida por una ola verde que es además la que mejor le disputa a los reaccionarios el ánimo social. Por doquier cunden la desconfianza, el miedo y la incertidumbre, la necesidad de pertenencia y de seguridad. La pandemia nos ha recordado que nuestros cuerpos son frágiles, nuestras sociedades son frágiles y el planeta es frágil. Los reaccionarios, unas derechas en una agresiva involución, tienen una receta frente al vértigo que provoca esa fragilidad: el 'sálvese quien pueda' en una huida hacia adelante en la que siempre haya alguien más débil en quien descargar la crueldad. Las fuerzas verdes proponemos otra: no es libre quien está solo, solo hay futuro si es en una sociedad responsable y fuerte, por ello hay que reconstruir el contrato social y la comunidad y reconciliarla con la tierra para ser más fuertes juntos, en una coalición de los frágiles que ponga la política y la economía al servicio del derecho de todos a una vida más tranquila, más segura, más libre y, claro que sí, más feliz.

El neoliberalismo no ha sido un paréntesis histórico. Ha transformado nuestros estados, nuestras economías y nuestros propios deseos. Pero hoy no tiene respuestas a los grandes retos que nos acechan. Hacen falta fuerzas radicalmente democráticas pero que entiendan que en política no existe la exterioridad absoluta. Que se hagan cargo de la época y de la composición cultural que heredamos. Para leer en el sentido común de nuestro tiempo las prácticas, las ansiedades y los deseos con los que trazar una propuesta de horizonte verde, igualitario y democrático. En los momentos excepcionales todos hemos visto emerger ya instituciones improvisadas de cooperación y empatía: en la ayuda a los que tenían dificultades en el confinamiento, en la colaboración de los vecinos para quitar la nieve de sus calles cuando los gobiernos se ausentaron, en la propia vacunación que por encima de los criterios mercantiles planifica el orden de administración de la vacuna con criterios de bien común. Nuestro reto es ni más ni menos que levantar los derechos y las instituciones que hagan de esas prácticas excepcionales los mimbres de la cotidianidad del futuro.

Ayer el admirado y querido Santiago Alba Rico me contaba una reflexión de Stephen Jay Gould: solo hay una situación no trágica en la que todo el mundo se comporta con reconocimiento mutuo entre desconocidos y con empatía, y es durante un eclipse, que nos conmueve y nos hermana. Hoy, ante los riesgos de eclipse ecológico y desgarro social, necesitamos regir nuestra convivencia por los mismos afectos y las mismas pautas, para que el futuro no sea una huida sino un horizonte que ganar juntos.

Las elecciones del pasado 4 de mayo en la Comunidad de Madrid arrojan un resultado terrible. El PP y Vox se han hecho con una mayoría absoluta muy holgada. Por una parte, han sabido traducir políticamente un ánimo social de no mirar atrás, de abandonar la vida de la pandemia. Por otra, el electorado madrileño ha querido castigar al gobierno nacional y se confirma una deriva social y cultural en Madrid: ya no es un 'laboratorio neoliberal', sino que el campo de batalla está marcado por el resultado exitoso de 26 años de gobierno del PP que a través de la fiscalidad, que se aprovecha de la extracción de rentas del resto de España, el urbanismo desintegrado de los lazos comunitarios abiertos y el ataque a los servicios públicos para retirar de ellos a las clases medias y trabajadoras con altos ingresos, ha ido generando un 'habitus' neoliberal.

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