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El Jacobino, una isla dentro de la izquierda
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Juan Francisco Martín Seco

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El Jacobino, una isla dentro de la izquierda

La conversión al nacionalismo de la izquierda oficial ha sido sorprendente. Pero hay reductos de progreso que no están contagiados por este virus identitario

Foto: Guillermo del Valle, fundador de El Jacobino. (RTVE)
Guillermo del Valle, fundador de El Jacobino. (RTVE)

Quizás haya sido Antonio Muñoz Molina quien haya explicado de una forma más precisa el triste fenómeno que se ha producido de forma mayoritaria en la izquierda española cuando escribe: "Primero, se hizo compatible el ser de izquierda y nacionalista. Después, se hizo obligatorio. A continuación, declararse no nacionalista se convertía en la prueba de que uno era de derechas. Y con el abaratamiento y envilecimiento de las palabras, basta sugerir educadamente alguna objeción al nacionalismo ya hegemónico para que a uno le llamen 'facha' o 'fascista".

La conversión al nacionalismo de la izquierda oficial ha sido sorprendente, es por eso por lo que la plataforma El Jacobino se ha convertido en un extraño fenómeno, en una isla, pero también en una agradable sorpresa para todos aquellos que pensamos que el independentismo es incompatible con la izquierda. No soy dado a YouTube, por lo que conocí El Jacobino de manera casual. Tuvieron la amabilidad de proponerme una entrevista a propósito de la publicación de mi último libro, 'Una historia insólita: el Gobierno Frankenstein'. El hecho de que quisiesen hacerse eco de este libro era ya señal de por dónde discurrían su ideología y su pensamiento. Comprobé con gran satisfacción que aún había reductos de la izquierda que no estaban contagiados por el virus nacionalista e identitario.

Ellos mismos se autodenominan "una izquierda huérfana", y ciertamente es así desde el momento en que la izquierda oficial, aun cuando muchos de sus componentes no se declaren nacionalistas, mantiene con el soberanismo cierta complicidad o al menos un coqueteo culpable. Los promotores del Club de los jacobinos —que, supongo, han escogido el nombre en referencia a ese otro club de la Revolución francesa que tenía como domicilio un antiguo convento de dominicos de París (Saint-Jacques)— se declaran defensores de la igualdad de todos los ciudadanos y de la unidad y homogeneidad de la República (Estado), como un todo y por encima de los intereses de las partes.

Desde el canal El Jacobino, cosa extraña en la izquierda (en la española, no en la europea), se defiende el Estado como el principal instrumento con que cuentan las clases sociales menos favorecidas para remediar, aunque sea parcialmente, las desigualdades que crea el mercado.

Foto: Sergio del Molino. (EFE) Opinión

Es comprensible que antiguamente la izquierda desconfiase del Estado, cuando este era liberal, porque, tal como sostenía Marx, constituía el consejo de administración de la clase dominante. En España, existe una razón añadida, los 40 años de franquismo. Se quiera o no, el Estado se identificaba con la dictadura. Pero todo eso queda ya muy lejos y, tal como mantienen los actuales jacobinos, el problema radica ahora en la globalización y en el neoliberalismo económico.

En estos momentos, al menos en Europa, el Estado es social, democrático y de derecho y, aunque tal vez con defectos, constituye el único baluarte que puede frenar al poder económico en sus pretensiones. La globalización, sin embargo, ha roto este equilibrio; mientras los mercados se han hecho más y más grandes, el poder político democrático ha quedado encerrado en sus dimensiones anteriores, e impotente en buena medida para enfrentarse a las fuerzas económicas. Esta es también la crítica más profunda que se puede hacer a la Unión Europea, ya que mientras se da la unidad mercantil, financiera y monetaria, está muy lejos de lograrse la unidad política.

La izquierda en su conjunto debería haber tomado posiciones en contra de todo aquello que pueda debilitar al Estado

La izquierda en su conjunto debería haber tomado posiciones en contra de todo aquello que pueda debilitar al Estado, por lo tanto, de su fraccionamiento; tendría que combatir a todas las fuerzas centrífugas que pretenden romper la unidad política para constituir reinos de taifas. La lucha por la igualdad debe pasar forzosamente por la defensa de la integridad territorial. Es por ello por lo que cuesta tanto entender que, al menos en nuestro país, estos planteamientos hayan tenido que refugiarse en reductos como los de El Jacobino, mientras la izquierda oficial clama por el derecho a decidir, que es un eufemismo vergonzante del derecho de autodeterminación, reconocido por la ONU exclusivamente para las colonias, y resulta difícil que alguien pueda respaldar que las regiones más ricas de España, como Cataluña o el País Vasco, puedan ser tenidas por colonias.

Foto: Marine Le Pen entrará en España por la izquierda, dicen. (Benoit Tessier/Reuters) Opinión

Hacen falta muchos espacios como este de El Jacobino donde se pueda escuchar un discurso contrario al del nacionalismo y se manifieste el absurdo que significa que la izquierda lo apoye, o sea directamente su cómplice. ¿Cómo se puede defender desde una óptica progresista que las provincias del este de Alemania explotan a la rica Baviera, o la Italia del sur a la del norte, o Extremadura, Andalucía y Castilla-La Mancha a Cataluña y al País Vasco?

Se precisan muchas plataformas como la de El Jacobino en las que se preconice que la lucha por la igualdad en el plano personal pasa por la consolidación de la igualdad entre territorios, y al mismo tiempo se muestre la semejanza que existe entre el neoliberalismo económico y el nacionalismo. Los dos reclaman una falsa libertad que se apoya en sustraer la libertad a los demás. Los dos se basan en el egocentrismo y en el supremacismo. El primero reclama que el dinero se quede en el bolsillo de los ciudadanos; el segundo, en las arcas del correspondiente territorio. Ambos se oponen a la redistribución porque piensan que lo que poseen se debe a sus méritos y a sus excelencias personales o a los de su aldea y cortijo, y no a que para obtenerlo hayan necesitado la colaboración de toda la sociedad o de la nación en su conjunto.

Bienvenido sea El Jacobino. Muchos éxitos y ojalá cunda el ejemplo.

*Juan Francisco Martín Seco, economista.

Quizás haya sido Antonio Muñoz Molina quien haya explicado de una forma más precisa el triste fenómeno que se ha producido de forma mayoritaria en la izquierda española cuando escribe: "Primero, se hizo compatible el ser de izquierda y nacionalista. Después, se hizo obligatorio. A continuación, declararse no nacionalista se convertía en la prueba de que uno era de derechas. Y con el abaratamiento y envilecimiento de las palabras, basta sugerir educadamente alguna objeción al nacionalismo ya hegemónico para que a uno le llamen 'facha' o 'fascista".

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