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Una pandemia silenciosa la del suicidio
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Una pandemia silenciosa la del suicidio

En 2019, se suicidaron más de 700.000 personas. Entre los jóvenes de 15 a 29 años, el suicidio es la cuarta causa principal de muerte

Foto: Foto: EFE.
Foto: EFE.

Sin salud mental, no podemos hablar de salud. Esta es la realidad de un fenómeno del cual nos resulta difícil hablar, conversar, cuidar, sacar del tabú y el estigma, del ocultismo, de las sombras que han envuelto el suicidio, alejándolo de la luz y mirada de la sociedad. Nos ha sido difícil normalizar y hablarnos de la muerte, nos es complejo educar a nuestros ciudadanos en el arte de acompañar el dolor y el sufrimiento para proteger la vida. Y de esos barros, estos lodos.

El silencio que envuelve el hablar del suicidio es cómplice del abandono a una mirada urgente y necesaria al dolor y la desesperanza que envuelve a las personas que piensan, sienten y a veces intentan suicidarse, hasta que en ocasiones lo consiguen. Hemos convivido con dos pandemias en 2020 y 2021, la del covid-19 y, durante toda la historia de la humanidad, otra silenciosa y amenazante, la del suicidio.

Foto: Andoni Anseán, presidente de la Sociedad Española de Suicidiología.

Una pandemia silenciosa la del suicidio, que lejos de la normalización en su presencia pública y expresión relacional, en los apegos, se vive silenciosamente en una intimidad que grita a voces ayuda. Una ayuda, una acción que necesita de medios humanos, materiales y económicos que generen esperanza y líneas de trabajo preventivo desde lo sanitario, lo social, lo tecnológico… Que prevengan las 10 muertes por suicidio de media que se datan en España, un millón de suicidios al año según la propia Organización Mundial de la Salud. Fueron 3.671 los suicidas que registra el Instituto Nacional de Estadística (INE) en el año 2019, de los cuales 2.771 eran hombres y 900 mujeres, entre ellos, 307 jóvenes.

El suicidio en España creció un 3,7% con respecto al año anterior, siendo la principal causa de muerte no natural en la población adulta y recientemente se ha convertido también en la principal causa de fallecimiento entre los jóvenes. La frustración generada en la población infanto-juvenil por la indefensión, la desesperanza y conductas de abuso y acoso vertidas en la red, ha incrementado en casi un 250% las ideaciones suicidas durante el confinamiento en el año 2020, datos obtenidos del Informe Teléfono Fundación Chat ANAR, además de la detección del incremento con respecto al año anterior de autolesiones tras el regreso a los centros escolares (246,2%) y los trastornos de la conducta alimentaria (826,3%).

Foto: Fuente: Flicker / COP Madrid

Y con estos datos, observamos que la normalidad social que envuelve la presencia en la vida de los ciudadanos sigue siendo el silencio y la inacción de políticas públicas en forma de un Plan Nacional de Prevención del Suicidio que reúna respuestas comunes y líneas de acción conjunta para reducir las tasas de muerte y los porcentajes que muestran el alcance del desafío y reto al que nos enfrentamos.

Normalizar el suicidio, hablar del suicidio, es salud. Y con ella, la salud mental podrá formar parte de ese espacio íntimo de las personas aquejadas de un sufrimiento que viven en silencio su dolor, mientras piensan en su muerte. En este sentido, la educación y la formación en todos los ámbitos de la sociedad son la pieza clave donde hacer fértil una tierra que hasta este momento parecía baldía en expresión, comunicación y donde solo parecía germinar un silencio cómplice.

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Foto: EFE.

En 'Hablemos de… Suicidio', desde el Colegio Oficial de la Psicología de Madrid creemos en la necesidad de naturalizar y humanizar el hablar del suicidio, de la salud mental, porque hablar con responsabilidad tiene un efecto protector, favorece la salida del estigma social y la comunicación entre todos los agentes de prevención, desde profesionales de la salud a los medios de comunicación, promoviendo, sin lugar a duda, una reducción de los comportamientos suicidas y una justicia social pendiente de reparar y sanar.

La pandemia del covid-19, sus miedos, temores, los duelos abiertos y en proceso de sanación, han sido compartidos y expresados en sociedad, donde se generó el dolor asociado a la enfermedad. El suicidio no es una enfermedad mental, pero también se genera, se desarrolla y mantiene en la sociedad, aunque en silencio; se vive en la más estricta intimidad en la mayoría de ocasiones. Por ello, iniciativas donde podamos hablar de prevención del suicidio de una forma continuada, profesional, científica, respetuosa, profundamente humana, nos permiten ayudar a disminuir las tasas de fallecimiento por suicidio, evitando juicios, tabúes y estigmas.

Foto: Foto: Unsplash.

Romper el silencio y normalizar la muerte, hablar del suicidio y aprender a acompañar el dolor son las asignaturas pendientes de una sociedad que ha temido sacar a la luz un fenómeno que ha convivido silenciosamente oculto en todas las sociedades; oculto, aunque muy presente y temido, pero silenciado.

Mantener una actitud proactiva, con políticas públicas de cohesión social, de acciones y planes estratégicos focalizados en los diferentes ejes de acción que influyen en la conducta suicida, es parte esencial de la solución para prevenir el suicidio. Empecemos por romper el silencio, por normalizar el hablar del suicidio. Ese es el primer paso de un largo camino que inicia su recorrido.

*Luis Fernando López Martínez. Psicólogo. Coordinador técnico del programa del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid 'Hablemos de… Suicidio'.

Sin salud mental, no podemos hablar de salud. Esta es la realidad de un fenómeno del cual nos resulta difícil hablar, conversar, cuidar, sacar del tabú y el estigma, del ocultismo, de las sombras que han envuelto el suicidio, alejándolo de la luz y mirada de la sociedad. Nos ha sido difícil normalizar y hablarnos de la muerte, nos es complejo educar a nuestros ciudadanos en el arte de acompañar el dolor y el sufrimiento para proteger la vida. Y de esos barros, estos lodos.

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