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Las mentiras en torno al caso de Lardero
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Las mentiras en torno al caso de Lardero

Instituciones Penitenciarias​ no concedió jamás la libertad condicional. Concedió un tercer grado restrictivo en virtud del informe ampliatorio de algunos profesionales miembros de la Junta de Tratamiento

Foto: Multitudinario homenaje en recuerdo de Álex, el niño de nueve años asesinado. (EFE)
Multitudinario homenaje en recuerdo de Álex, el niño de nueve años asesinado. (EFE)

Francisco Javier Almeida, el presunto asesino de Álex, es un depredador sexual, un psicópata sádico de los más peligrosos que existen´, con una carrera criminal espeluznante. Y si bien respecto del asesinato de Álex hay que mantener el 'presunto', no así en relación con la agresión sexual a una menor en 1989 por la que fue condenado a siete años de prisión, ni con la agresión sexual y asesinato de una mujer en 1998 que le mantuvo en la cárcel durante 22 años más. El 'modus operandi' descrito en esta última sentencia nos sugiere un ser con nulo pronóstico de reinserción. Un sujeto de sexualidad perversa, que erotiza el dolor de tal manera que disfruta y se excita infligiendo sufrimiento antes de matar.

El interrogante que desde hace unos días no cesa es ¿por qué lo hace? Sin embargo, no es esa la pregunta adecuada. Lo hace porque le gusta, porque le excita. La cuestión es ¿por qué le gusta, por qué le excita? Para responderla con rigor, hay que acudir a su disco duro, su temperamento, el sustrato de personalidad. Y cómo no, a su corteza prefrontal. Pero no voy a detenerme en ello, salvo para asegurarles que no se trata de un enfermo mental, sino de un enfermo de la emoción, del alma, un individuo que distingue el bien del mal, que sabe lo que hace, que lo hace porque quiere. En definitiva, un sujeto completamente imputable.

Foto: El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. (EFE) Opinión

Con un CI de 122, es calculador y manipulador. Con un comportamiento dentro de la cárcel intachable y una actitud impostada difícil de detectar, hizo buen uso de todos y cada uno de los 39 permisos de los que disfrutó mientras cumplía condena en El Dueso. Pagaba religiosamente a plazos, según sus posibilidades, la responsabilidad civil que se le impuso, realizó con esmero el curso destinado a agresores sexuales y consiguió trabajo. Aun así, no obtuvo la condicional hasta abril de 2020, apenas tres años antes de su futuro licenciamiento. El régimen general de cumplimiento permite acceder a ella una vez cumplidas las 3/4 partes de la condena, siempre que haya un pronóstico favorable. Almeida superó este requisito temporal en el año 2017.

Tras numerosísimos permisos no quebrantados, no consiguió ni tan siquiera el tercer grado (paso previo a la condicional) hasta el año 2020, en el que algunos miembros de la Junta de Tratamiento, dada su trayectoria penitenciaria aparentemente impecable, informaron a favor de la concesión. Otros profesionales de la junta votaron en contra y la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, a la hora de resolver el recurso del preso, solicitó un informe ampliatorio a redactar por los expertos que, basándose en la legalidad y en las circunstancias concurrentes expuestas, insistieron en que procedía tal progresión. Aun así, la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias otorgó un tercer grado restrictivo, sin poder salir de la sección abierta de la prisión de Logroño, salvo para realizar alguna gestión administrativa y siempre con permiso de la institución. Es decir, Instituciones Penitenciarias no concedió jamás la libertad condicional. Concedió un tercer grado restrictivo, en virtud del informe ampliatorio de algunos profesionales miembros de la Junta de Tratamiento.

Foto: Concentración en Lardero en el parque en el que se vio por última vez a Álex. (EFE)

Dos meses después, por auto de fecha 18 de abril de 2020, el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria de Logroño acordó progresar a la libertad condicional, y lo hizo imponiendo una serie de medidas y requisitos a cumplir, entre los que se encontraba la revisión y supervisión cada dos meses de Almeida. A pesar de ello, la institución penitenciaria, a través del Servicio de Penas y Medidas Alternativas, controló al liberado mes a mes al estimar necesario un mayor control, de tal manera que, desde abril de 2020 hasta octubre de 2021, se efectuaron 16 actuaciones por funcionarios encaminadas a comprobar dónde vivía, cómo vivía, qué hacía, dónde trabajaba, cómo trabajaba, por dónde se movía y, en definitiva, si estaba localizado, haciendo buen uso de la condicional y cumpliendo con las exigencias impuestas. Unas veces se trasladaba él a la sección abierta del centro penitenciario y otras muchas le visitaban, por sorpresa, los funcionarios encargados. Él pidió permiso para cambiar de domicilio y hasta notificó un cambio de teléfono. Lo que ya resultaba materialmente imposible era meterse en los más profundos rincones del cerebro de este depredador y prever que volvería a llevar a la práctica sus terribles fantasías sexuales y criminales.

Buscar ahora culpables no aligera el dolor de la sociedad en general y de la familia de Álex en particular, ni reduce la tragedia y el horror que ha causado este animal, el único culpable (presunto) del asesinato de Álex. Procede una reflexión serena, cabal, objetiva, desde la razón y no desde las entrañas. A las víctimas no se les puede pedir tal ejercicio de mesura, pero a los profesionales de la información y a los políticos sí. Linchar a los responsables de la Secretaría General de IIPP, incluso al Ministerio de Interior, no nos lleva a ningún lado. Acusarles de llevar a cabo una política de bonus por excarcelaciones y relacionarlo con casos como este es una sinvergonzada, porque quien lanza el bulo sabe y conoce que lo que existe es una orden de índices de calidad de los directores de las prisiones en la que se incentiva a las juntas de Tratamiento a que en condenas de menos de un año que no han sido suspendidas (pequeños hurtos, conducción bajo los efectos del alcohol, etc.) se clasifique a los internos en tercer grado para evitar los efectos negativos de la pena y de la prisión, y evitar el hacinamiento y la superpoblación carcelaria, para poder proporcionar una resocialización de calidad en casos en que la misma es primordial.

Foto: El hombre detenido por el crimen de Lardero. (EFE)

Utilizar el dolor y la tragedia para obtener rédito político es un hecho deleznable. Yo no soy sospechosa de afinidad alguna con la panda de incompetentes descerebrados que nos gobierna, suelo estar en desacuerdo con la mayoría de las cosas que hace y dice el ministro del Interior, de quien depende IIPP. Pero las cosas, en este caso, no se han hecho mal. La actuación de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias ha sido correcta, adecuada y legal. El cara a cara con el psicópata es una de las tareas profesionales más complicadas por las que tenemos que pasar muchos de los que hemos estado en contacto con varios de ellos. Te intentan engañar, manipular, llevar a su terreno. Nunca sabes a ciencia cierta si han conseguido colarte alguna.

Si Almeida, psicópata de libro, con un CI altísimo, no hubiera conseguido engañar a la institución, Alex estaría vivo, pero no les quepa ni la más mínima duda de que dentro de tres años hubiera violado y asesinado quién sabe a cuántas mujeres, porque es un animal no reinsertable. Lo que no existía en 1998, existe hoy: prisión permanente revisable y posterior libertad vigilada, a la que muy probablemente se someterá siendo octogenario, si es que tiene una larga vida.

*Bárbara Royo, abogada penalista y criminóloga.

Francisco Javier Almeida, el presunto asesino de Álex, es un depredador sexual, un psicópata sádico de los más peligrosos que existen´, con una carrera criminal espeluznante. Y si bien respecto del asesinato de Álex hay que mantener el 'presunto', no así en relación con la agresión sexual a una menor en 1989 por la que fue condenado a siete años de prisión, ni con la agresión sexual y asesinato de una mujer en 1998 que le mantuvo en la cárcel durante 22 años más. El 'modus operandi' descrito en esta última sentencia nos sugiere un ser con nulo pronóstico de reinserción. Un sujeto de sexualidad perversa, que erotiza el dolor de tal manera que disfruta y se excita infligiendo sufrimiento antes de matar.

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