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Iberoamérica: tiempo de integración, tiempo de acción
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Andrés Allamand

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Iberoamérica: tiempo de integración, tiempo de acción

Iberoamérica, que en los últimos años se muestra cada vez más fragmentada, debió impulsar más iniciativas conjuntas relevantes para enfrentar la crisis

Foto: Felipe VI, en el 30 aniversario de las cumbres iberoamericanas. (EFE/Mariscal)
Felipe VI, en el 30 aniversario de las cumbres iberoamericanas. (EFE/Mariscal)

La crisis del covid-19 ha puesto de manifiesto, una vez más, la incertidumbre e imprevisibilidad del escenario internacional y la necesidad de mejorar la coordinación de las respuestas multilaterales ante los problemas globales.

Iberoamérica, que en los últimos años se muestra cada vez más fragmentada, debió impulsar más iniciativas conjuntas relevantes para enfrentar la crisis. Sin embargo, más allá de algunos esfuerzos aislados, hay que reconocer objetivamente que se vio obligada a buscar soluciones nacionales con escasa coordinación regional.

Hoy, la región debe retomar la discusión colectiva sobre, entre otros temas, la recuperación de una economía próspera, inclusiva y sustentable, la respuesta ante el cambio climático, la preservación de la biodiversidad, el fenómeno migratorio, las brechas de género, los desafíos de la agenda digital y de la ciberseguridad o el futuro mismo del multilateralismo.

España ha reiterado su voluntad de retomar la 'relación especial' que debe existir entre ambas orillas del Atlántico

Esta reflexión puede ser aún más auspiciosa y productiva si tiene lugar en el espacio iberoamericano formado por España, Portugal, Andorra y las 19 naciones americanas. En estos días, se cumplen tres décadas desde que empezaron a celebrarse las cumbres iberoamericanas. Este es un espacio privilegiado para el diálogo y la concertación política, cuyo propósito debe ser acuñar soluciones orientadas a mejorar la calidad de vida de los pueblos que lo dan vida.

Sin embargo, hay otro aspecto que merece atención. España ha reiterado su voluntad de retomar la ‘relación especial’ que debe existir entre ambas orillas del Atlántico. El presidente Pedro Sánchez así lo expresó en la cumbre de Andorra en abril pasado: “España está comprometida a seguir contribuyendo en la construcción de consensos desde la base de los principios y el respeto que merecen nuestros países, socios y hermanos también, iberoamericanos”. Sin embargo, el alto representante para Asuntos Exteriores y de Seguridad, Josep Borrell, ha señalado que “a pesar de los esfuerzos, Latinoamérica no está en el radar de la UE”.

Desde la otra vereda, la región necesita imperiosamente, para ser un actor global y no periférico, coordinar sus políticas exteriores y aumentar su presencia y gravitación internacionales. ¿No hay ahí una enorme oportunidad para el espacio iberoamericano? Todo indica que sumar esfuerzos para ir avanzando hacia lo que algunos han llamado una 'segunda alianza atlántica' sería de alto interés para todos los involucrados en la iniciativa. Una Europa más cercana a Iberoamérica la haría más fuerte y viceversa. Y el protagonismo de España, Portugal y Andorra en tal empeño solo puede traer beneficios para las partes interesadas.

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En todo caso, y ello aporta solidez al esfuerzo, el punto de partida no solo son los evidentes intereses políticos y económicos comunes antes reseñados sino las identidades nacionales que, sin perjuicio de constatar sus rasgos diversos, arrancan de la confluencia de europeos, pueblos originarios y afrodescendientes que se agrupan en torno a dos idiomas y una rica cultura e historia —un hilo invisible— que se han profundizado en los últimos cinco siglos.

Sin embargo, es cierto que tal fortaleza natural —el poderoso ADN del ‘ser iberoamericano’— cada cierto tiempo es golpeada por un revisionismo histórico, cargado de matices ideológicos, que pretende juzgar con una mirada actual a hombres y mujeres que fueron moldeados por su tiempo y que actuaron en tales circunstancias. Pero es igualmente efectivo que al frente se alzan voces que defienden y proyectan la herencia de la Hispanidad. Sin negar las luces y sombras de nuestra historia común, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, expresó en su reciente visita oficial a Madrid que “España nos enseñó su idioma y su derecho, nos legó sus valores y su cultura y nos heredó esa pasión por emprender causas nobles con un idealismo propio del Quijote”.

Hoy estamos frente a una de esas causas nobles e idealistas: la de promover una Iberoamérica más unida y fuerte que, aceptando sus diferencias y la diversidad de concepciones político-económicas, sea capaz de liderar acciones autónomas y expresar opiniones comunes ante el mundo.

Es tiempo de que Iberoamérica dé un paso al frente definiendo el rol protagónico que está dispuesta a asumir en el nuevo escenario

Chile promueve una mirada fresca, ambiciosa e innovadora de las relaciones iberoamericanas y está convencido de que es en el futuro, y no en el pasado, donde se puede construir una nueva historia común. Tal empeño no solo debe nutrirse del comercio y las inversiones, que tienen un amplio campo de expansión, sino en la voluntad de expresar ante el mundo valores compartidos como la democracia, las libertades fundamentales y el derecho internacional y los planteamientos comunes frente a las desafíos y oportunidades del mundo de hoy.

En un cambiante paisaje internacional, de múltiples poderes y actores, es tiempo de que Iberoamérica dé un paso al frente definiendo el rol protagónico que está dispuesta a asumir en el nuevo escenario.

* Andrés Allamand es ministro de Relaciones Exteriores de Chile y candidato a dirigir la Secretaría General Iberoamericana (Segib).

La crisis del covid-19 ha puesto de manifiesto, una vez más, la incertidumbre e imprevisibilidad del escenario internacional y la necesidad de mejorar la coordinación de las respuestas multilaterales ante los problemas globales.

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