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Elecciones en Castilla y León: la última frontera
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Andrés Medina

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Elecciones en Castilla y León: la última frontera

Los resultados del sondeo realizado por Metroscopia en Castilla y León hace apenas un mes plantean un nuevo dilema: ¿debería poder el PP compartir un Gobierno con Vox?

Foto: El presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco (2i), acompañado de los consejeros del nuevo Gobierno. (EFE/Nacho Gallego)
El presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco (2i), acompañado de los consejeros del nuevo Gobierno. (EFE/Nacho Gallego)

Las elecciones autonómicas en Castilla y León, convocadas hace unos días para el próximo 13 de febrero, no son unas elecciones cualquiera: pueden tener un impacto cualitativo relevante en la arena política nacional.

Aun con una probable clara victoria en estos comicios regionales ya convocados, el PP necesitaría la incorporación de los procuradores de Vox para alcanzar una mayoría de gobierno, según el sondeo realizado por Metroscopia en Castilla y León hace apenas un mes. En unas pocas semanas se puede llegar a plantear, por primera vez, un dilema hasta ahora solo latente, que puede marcar el próximo ciclo electoral en el conjunto de España (especialmente, tras la desaparición institucional de Ciudadanos): ¿debería poder el PP compartir un Gobierno con Vox?

Dentro del espacio político de la derecha, esta disyuntiva parece estar ya resuelta entre su electorado, no así entre sus dirigentes. Tres de cada cuatro votantes de PP y de Vox consideran que a ambas fuerzas les unen más cosas de las que les separan y que, por tanto, en el futuro deberían acercarse políticamente más, es decir, ambos electorados abogan por la cooperación más que por la competición entre sí.

Una posición tan clara de ambas parroquias puede deberse a la reacción negativa, y casi unánime, que les provoca la ruptura de límites en la política de pactos llevada a cabo por el PSOE durante esta legislatura. Entre el electorado de PP y de Vox genera un gran rechazo la relación del PSOE con Unidas Podemos, y, aún con mayor intensidad, la búsqueda de los apoyos externos de ERC y de Bildu. En otras palabras, al votante del ámbito de la derecha le cuesta entender por qué tiene que aceptar como indiscutibles los límites que pretende fijarle una izquierda a la que percibe como un árbitro moral de la democracia estableciendo fronteras para los demás que no se impone para sí misma.

Foto: Nadia Calviño, junto a Yolanda Díaz. (EFE/Javier Lizón) Opinión

Esta política de alianzas ilimitadas llevada a cabo por el PSOE, que tanta repulsa genera en la derecha (y que en los últimos comicios madrileños tuvo un efecto aglutinador en torno a la figura de Isabel Díaz Ayuso), también chirría a algunos sectores de la izquierda, especialmente, en el caso del electorado socialista.

Si bien es verdad que la inmensa mayoría de los votantes de PSOE y UP comparten ya con naturalidad el deseo de que las dos fuerzas que actualmente componen el Gobierno de coalición profundicen en su relación futura, también es cierto que existe una clara divergencia en cuanto a la incorporación de ERC y Bildu a la “dirección de Estado” (como en su día propuso el exvicepresidente Pablo Iglesias).

Actualmente, seis de cada 10 votantes socialistas consideran que PSOE y ERC deben estrechar lazos en el futuro, un síntoma de su gradual asimilación de la mayoría parlamentaria que posibilitó la moción de censura. Sin embargo, la relación con Bildu aún no es aceptada por la mayoría de los votantes socialistas: entre estos, solo uno de cada tres considera que ambos partidos tengan un ideario común y que se deba contar con ellos en el futuro.

Esta configuración asimétrica del mapa de pactos aceptables, en que los líderes políticos del bloque de izquierda van más lejos de lo que su electorado demanda y los del bloque de la derecha parecen quedarse cortos, en relación con sus votantes, tiene efectos electorales diferentes. Mientras que el voto estimado para el bloque de la izquierda se mantiene por debajo de su resultado de 2019, el correspondiente al bloque de la derecha, aunque al alza, parece no acabar de encontrar el mejor modo de optimizar la conversión de votos en escaños y, con ella, su posibilidad de lograr una mayoría parlamentaria alternativa.

Si finalmente el dilema se resolviera en favor de la entrada de Vox al Gobierno, solo quedaría un límite por superar: una coalición entre PP y PSOE, que es deseada por dos de cada tres españoles. Paradójicamente, una alianza hoy tan lejana como deseada.

*Los datos analizados en este artículo proceden del Pulso de España de Metroscopia realizado entre el 1 y el 3 de diciembre (1.300 entrevistas telefónicas, con un margen de error de ±3.5 puntos). Andrés Medina es el director de Metroscopia.

Las elecciones autonómicas en Castilla y León, convocadas hace unos días para el próximo 13 de febrero, no son unas elecciones cualquiera: pueden tener un impacto cualitativo relevante en la arena política nacional.

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