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La derecha: entre la razón y la emoción
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La derecha: entre la razón y la emoción

Los partidos de la derecha compiten en un triple eje: el del diagnóstico frente al tratamiento, el de la emoción frente a la razón, y el de la identidad frente a la gobernabilidad

Foto: El presidente de Vox, Santiago Abascal. (EFE/Marcial Guillén)
El presidente de Vox, Santiago Abascal. (EFE/Marcial Guillén)

“Mañueco, Vox y Soria”. Un nombre propio, un partido y una provincia resumen el resultado de unas elecciones en Castilla y León cuya principal consecuencia es el cambio dentro de la continuidad: la misma mayoría, y, a la vez, una nueva mayoría.

Con independencia de cómo se resuelva finalmente la investidura, el resultado consolida y profundiza el desplazamiento del centro de gravedad ideológico dentro del bloque de la derecha iniciado hace un año. Una de las lecciones que nos deja la reciente campaña autonómica en Castilla y León es que la frontera compartida entre PP y Vox parece cada vez más porosa. Ya sea por la selección de temas en campaña, por la gestión de los tiempos, o por la combinación de ambas, los datos de Metroscopia en la última semana permiten pensar que, si la competición hubiese durado más, Vox habría conseguido una mayor representación (en cinco provincias se ha quedado a las puertas de conseguir un procurador más) y el PP hubiera podido perder la condición de fuerza más votada (obtuvo solo 16.000 votos más que el PSOE).

Foto: García-Gallardo y Abascal, tras los resultados del 13-F. (EFE/Pablo Requejo)

Que la dinámica de la campaña electoral se desarrollase en clave de elecciones generales más que de autonómicas propició, en cierta medida, que el PP perdiera atractivo para una parte importante de los electores que pretendía captar. Antes del inicio de la campaña, uno de cada tres votantes de Vox en las elecciones generales en 2019 manifestaba su intención de votar al PP: dos días antes de la votación esa cifra quedó prácticamente en cero.

Sorprende ver, tras el escrutinio en Castilla y León, que algunas personas (entre ellas, algunos políticos) aún se asombren del éxito y de la penetración del mensaje de Vox en el cuerpo electoral. Es cierto que ha triplicado el número de votos con respecto a los anteriores comicios autonómicos, pero no es menos cierto que con respecto a las últimas elecciones generales en esa región, hace solo dos años, ha cosechado prácticamente los mismos. Sus actuales votantes ya estaban ahí, no han surgido inesperadamente de la nada. Simplemente les han dado razones suficientes para modificar la pauta con la que decidieron su voto, de autonómicas a generales.

Foto: antiago Abascal en un acto de Vox en Zamora. (EFE/Mariam A. Montesinos) Opinión
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En el conjunto de España, existe una parte importante del electorado, especialmente dentro del bloque de la derecha (aunque no solo), a la que la vida política de su país cada vez le interesa menos, le irrita más y le genera una creciente sensación de orfandad y desamparo. Y una de las causas de este desentendimiento ciudadano es la forma en la que los partidos en nuestro país se relacionan entre sí: desde la permanente confrontación y mutua descalificación, en lugar de la ansiada cooperación.

La legislatura actual será recordada en el futuro como la legislatura de la ruptura de límites. En el actual mapa español de alianzas y pactos entre diferentes fuerzas solo quedan dos límites por superar: un acuerdo de coalición entre PP y Vox, que puede ser alcanzado en las próximas fechas en Castilla y León, y un acuerdo entre PP y PSOE, el más deseado por los españoles y, quizá, precisamente por eso, el más lejano.

El eventual pacto de Gobierno entre PP y Vox en Castilla y León sería recibido con naturalidad por sus respectivos electorados, según los datos del Pulso de España de Metroscopia. El apoyo mayoritario entre esos votantes, tanto en Castilla y León como en el resto de España, se entiende porque observan cómo en el otro lado de la orilla ideológica ya se han superado todos los límites posibles. Una gran parte del electorado, tanto a uno y otro lado del arco ideológico, se siente agredida por una cierta izquierda que impugna su forma de pensar y de vivir, mientras al mismo tiempo traspasa todas las líneas rojas que en su momento prometió respetar.

Los partidos de la derecha compiten en un triple eje: el del diagnóstico frente al tratamiento, el de la emoción frente a la razón, y el de la identidad frente a la gobernabilidad. Si la competición interna en el bloque de la derecha pivota finalmente más hacia el diagnóstico, la emoción y la identidad, Vox crecerá.

Foto: La ministra de Política Territorial y portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez García (c); junto a la ministra de Igualdad, Irene Montero, y el ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta, durante la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros.

Actualmente en España, entre uno y dos millones de electores se sitúan en la zona de influencia compartida por PP y Vox, en busca del voto que sientan más útil para sus intereses. Si a la hora de decidir no existe sobre la mesa una razón mejor que el simple antisanchismo, como sucedió en Castilla y León en los días anteriores a la votación, para ese elector ambivalente los motivos para no votar a Vox pierden cada vez más peso. Es como si ante el dilema entre votar al PP o votar a Vox se preguntasen “¿por qué no votar a Vox?”, en lugar de buscar los motivos por los qué sí votar al PP.

Los más de 4 millones de votantes que conseguiría Vox en el caso de una inmediata convocatoria electoral nacional no serían nuevos ciudadanos, recién nacionalizados, procedentes de tierras lejanas: ya están aquí y crecen en número a medida que encuentran en el partido liderado por Abascal el mejor vehículo para canalizar sus diferentes y profundos malestares.

Foto: El candidato de Vox a la presidencia de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo (i), acompañado por el presidente del partido, Santiago Abascal. (EFE/Pablo Requejo)

Cuando un partido crece y supera determinado nivel tiende a hacerse más transversal y, por tanto, a difuminar las aristas de su contorno ideológico y a parecerse más al conjunto de la ciudadanía. Esto podría ocurrir ahora en el caso de Vox, pero por el momento esta formación presenta todavía algunos rasgos muy marcados que pueden lastrar su transversalidad: hoy es un partido excesivamente masculino (le dan su voto el doble de hombres que de mujeres), y están excesivamente infrarrepresentadas las personas de más edad. Algo que recuerda a lo que le sucedió, en el polo opuesto del arco ideológico, a Podemos en sus inicios.

La combinación de ambas particularidades permite a Vox ser en la actualidad la fuerza con mayor intención de voto entre los varones nacidos en democracia: una franja del censo electoral que engloba, nada más y nada menos, que a uno de cada cuatro electores.

Foto: El presidente del Partido Popular, Pablo Casado. (EFE/Zipi)

Además, Vox es la primera fuerza del bloque de la derecha entre los votantes que dicen llegar económicamente justos a final de mes. No son necesariamente personas con recursos escasos: se trata más bien de quienes se encuentran en un momento vital en el que su nivel de vida y las exigencias personales y familiares les hace llegar con apreturas a final de mes. Cerca del 40% de los votantes que hoy elegirían la papeleta de Vox son padres con hipoteca que pertenecen a la generación más bipartidista de la historia y que sienten atacada su forma de pensar y vivir.

En definitiva, nos encontramos ante el mismo bloque, pero un nuevo bloque: PP y Vox. Un desplazamiento hacia el extremo y un desplazamiento, también, de la razón (Ciudadanos) a la emoción (Vox).

*Andrés Medina. Director general de Metroscopia.

“Mañueco, Vox y Soria”. Un nombre propio, un partido y una provincia resumen el resultado de unas elecciones en Castilla y León cuya principal consecuencia es el cambio dentro de la continuidad: la misma mayoría, y, a la vez, una nueva mayoría.

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