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Plegaria a San Isidro
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Milagros Marcos Ortega

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Plegaria a San Isidro

Este cuatrocientos aniversario puede ser buen momento para aprovechar y hacer una reflexión sobre los retos que el campo tiene por delante como motor del mundo rural

Foto: Fiestas de San Isidro en Madrid: (EFE/Luca Piergiovanni)
Fiestas de San Isidro en Madrid: (EFE/Luca Piergiovanni)

Este año conmemoramos la festividad de San Isidro cuando se cumplen 400 años desde su canonización. En todo este tiempo ha habido de todo, buenas y malas cosechas, en que agricultores y ganaderos no han cesado de trabajar de sol a sol, afrontar dificultades y sobreponerse, una y otra vez, a heladas y granizos, a plagas, sequías e inundaciones, siempre con esperanza, siempre con la confianza de que San Isidro vela por ellos, siempre con la ilusión de poder agradecerle el 15 de mayo toda su protección.

Tras dos años en que la pandemia ha impedido que se haya podido llevar a cabo la celebración como el Santo como merece, este cuatrocientos aniversario puede ser buen momento para aprovechar y hacer una reflexión sobre los grandes retos que el campo tiene por delante como motor del futuro del mundo rural. Retos asociados a la disponibilidad de agua y regadíos modernos, a la innovación, a la digitalización, o a la internacionalización, como cualquier otro sector empresarial, pero también retos que en este ámbito van más allá de los que tienen el resto de sectores productivos debidos a lo imprescindible de este sector para nuestra supervivencia.

Foto: El agricultor Jesús Anchuelo. (A. F.)

El Santo consiguió que una ración, su ración, fuera suficiente y hasta sobrara después de compartirla con los mendigos a los que no dejaban acceder al gran almuerzo mencionado en su biografía. La pandemia nos ha permitido recordar aquel episodio, pues agricultores y ganaderos también hicieron el milagro asegurando en una situación tan complicada que no nos faltaran alimentos durante el confinamiento, lo que nos debería llevar a valorar su dedicación y su trabajo para garantizar algo tan sumamente imprescindible como es la alimentación de la humanidad y, en base a ello, abordar urgentemente los retos que aseguren su futuro.

San Isidro fue huérfano, empezó a trabajar con 10 años en el campo, labrando tierras, cultivando y cosechando. La situación que los jóvenes de hoy en día tienen es bien distinta: cada vez son jóvenes más formados y más profesionales los que eligen este noble oficio, pero en estos momentos el problema es que ya no lo hacen en número suficiente como para asegurar el relevo generacional. Este quizá sea el principal de los retos que tenemos por delante, ellos son el presente y el futuro, pero si no se actúa ya el problema de abandono de la actividad será irremediable.

Por eso, urge un cambio de mentalidad que derive en el merecido reconocimiento a agricultores y ganaderos como los grandes hombres y mujeres de negocios que son. Urge dignificar la profesión y asegurar las inversiones y medidas que den rentabilidad y hagan atractivo este oficio. Urge desarrollar una cultura de unión efectiva entre empresarios agrarios que ayude en la comercialización conjunta. Urge poner en valor e impulsar el cambio para aprovechar ese papel fundamental de agricultores y ganaderos, también en la conservación del medioambiente, desterrando de una vez por todas las injustificadas acusaciones cargadas de demagogia. Urge abordar todos estos retos y trasmitir una imagen positiva de la agricultura y ganadería, una imagen positiva de la vida en nuestros pueblos, aun a sabiendas de que si los cambios económicos son complejos, los culturales lo son aún más.

Foto: Talla de San Isidro Labrador, ángel y bueyes, de la Iglesia de San Juan Bautista de Amaya. (Wikipedia)

En este cambio cultural y de imagen está una de las más importantes claves para reorientar la realidad del momento en la que muchos jóvenes eligen irse a las grandes ciudades y muy pocos se quedan o vuelven a desarrollar su proyecto de vida en el pueblo.

Es evidente que hasta la fecha no hemos sido capaces de trasmitir el valor de la tierra, la calidad de vida del medio rural, el orgullo de pertenencia. No hemos sido capaces de conformar esa cultura de arraigo, ese cambio de imagen que, de alguna forma, debe venir de la mano de un reconocimiento que merecen y hoy no tienen quienes trabajan en el campo en el entorno rural. San Isidro puede velar por ello, pero somos, quienes creemos de verdad en las posibilidades y oportunidades de ese 84% del territorio rural que tiene España, quienes debemos actuar, reconocer los problemas y afrontar los retos sin demora, exigiendo a los responsables públicos aplicar cuanto antes las medidas para lograrlo.

Es bueno en un día como hoy, tener presente quienes somos, no perder de vista nuestras raíces, estar orgullosos de nuestras tradiciones, contarlas, defenderlas y celebrarlas con San Isidro, para avanzar con rumbo cierto. Quien no valora el pasado, carece de pilares sólidos sobre los que construir el futuro.

Este año conmemoramos la festividad de San Isidro cuando se cumplen 400 años desde su canonización. En todo este tiempo ha habido de todo, buenas y malas cosechas, en que agricultores y ganaderos no han cesado de trabajar de sol a sol, afrontar dificultades y sobreponerse, una y otra vez, a heladas y granizos, a plagas, sequías e inundaciones, siempre con esperanza, siempre con la confianza de que San Isidro vela por ellos, siempre con la ilusión de poder agradecerle el 15 de mayo toda su protección.

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