Tribuna
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El monte rentable no arde
La pérdida de valor material de los aprovechamientos forestales ha llevado los montes y las poblaciones urbanas próximas a una situación crítica de alto riesgo
Los montes son una infraestructura básica del país. El monte en España supone el 56% de la superficie nacional: 27,9 millones de hectáreas, y somos el segundo país en extensión forestal de la UE, detrás de Suecia.
Determinadas corrientes de pensamiento han ido promoviendo, y ha arraigado en nuestra sociedad, la idea de que la protección absoluta y la ausencia de uso y aprovechamiento de los recursos naturales son la mejor manera de garantizar su conservación.
Los montes no han sido ajenos a esta situación. La pérdida de valor material de los aprovechamientos forestales y su sustitución por un valor ambiental que carece de mercado y de precio y no aporta beneficios a sus propietarios han llevado a los montes y a las poblaciones urbanas próximas a una situación crítica de alto riesgo para las personas y sus bienes ante la aparición de incendios, que trasciende el ámbito forestal.
Si a la ausencia de valor de las materias primas forestales añadimos un problema de falta de cultura forestal que hace creer que cortar árboles o aprovechar el monte atenta contra el medio ambiente, el resultado es más abandono de los montes y su consecuencia más grave, el incendio forestal.
Así, año tras año, la ausencia de aprovechamientos forestales acumula en los montes una biomasa que incrementa el riesgo y la dimensión de los incendios, como estamos viendo estos días, cuando una meteorología adversa facilita su propagación. No su aparición, porque los árboles no arden solos.
Al no poder actuar sobre la meteorología, nos queda actuar de forma preventiva sobre el factor humano y sobre el monte.
Sobre el factor humano, sabiendo que en el conjunto de España el 94% de los incendios son provocados, bien de forma intencionada o bien por negligencia. El resto es debido a los rayos como causa natural.
Sobre el monte, tenemos que actuar controlando el combustible y aumentando su rentabilidad. El aprovechamiento de la biomasa como energía renovable, aunque no es el único posible, es clave en estos momentos. Resinas, pastos, caza y hongos son otros recursos.
La energía renovable de la biomasa, tanto la térmica como la eléctrica, puede llegar a reducir en un 60% la superficie quemada.
El bosque español crece 46 millones de m3 al año, de los que solo se aprovechan 19 millones. El resto es capaz de generar 2.500 MW eléctricos con biomasa y 30.000 puestos de trabajo en el medio rural. Los matorrales para leña nos proporcionan 60 millones de toneladas anuales, de las que solo se aprovecha el 50%.
La biomasa proporciona la energía renovable más social, pues genera 10-12 puestos de trabajo por MW, en los territorios más despoblados.
La prevención de incendios por aprovechamiento de la biomasa forestal puede llevarse a cabo en entre dos y cuatro millones de hectáreas y crear, por cada millón de metros cúbicos de biomasa, 300 empleos directos.
En la España despoblada, el aprovechamiento de la biomasa forestal es una posibilidad real de generar economías locales, prevenir incendios forestales y luchar contra el cambio climático. Priorizar los puntos de evacuación de las plantas de biomasa, frente a la de otras energías renovables, es una necesidad con beneficios públicos generales.
Como señala el Colegio de Ingenieros de Montes, fomentar el uso de la biomasa reduciendo el IVA del 21 al 10% facilitaría la rentabilidad y un ahorro en el coste final del 8%, disminuyendo un 7% las emisiones de GEI y economizando, según la Asociación de Empresas de Energías Renovables, unos 3.600 millones de euros, si se alcanzan los objetivos de biomasa previstos en el PNIEC.
El monte útil, el monte rentable, no arde. No arde porque no está en riesgo, porque sus propietarios lo atienden, porque la gente lo usa.
Cuatro millones de propietarios de montes españoles, motivados e incentivados, suponen una enorme fuerza de lucha preventiva contra los incendios forestales, y en España tenemos muchos ejemplos de montes que no arden, públicos y privados, de coníferas y de frondosas. Observar qué ocurre allí, ver en qué condiciones se usan, gestionan y aprovechan, es un ejemplo a seguir.
Todos los montes son productores: de madera, resina, caza, paisaje, biodiversidad, agua o carbono, y todos generan rentas, aunque algunas, hoy, carezcan de mercado.
El reconocimiento del valor de los servicios medioambientales del monte, la búsqueda imaginativa de nuevas fórmulas de puesta en valor de sus externalidades positivas, creando mecanismos para el pago por el uso de estos bienes, que a todos nos benefician, pero que nadie pagamos, entendemos que es una acción de justicia para todos aquellos que trabajan para que el monte sea útil para la sociedad.
A mayor rentabilidad, menor riesgo. Gestionemos el futuro.
* Carlos del Álamo Jiménez es ingeniero de Montes.
Los montes son una infraestructura básica del país. El monte en España supone el 56% de la superficie nacional: 27,9 millones de hectáreas, y somos el segundo país en extensión forestal de la UE, detrás de Suecia.