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¿Qué nos espera en otoño?
No esperemos un otoño tranquilo, pero como se dice en economía, con todo lo demás constante, tampoco viviremos los peores meses de nuestras vidas, y decir esto es ya mucho pedir
Quizás la pregunta que encabeza esta columna sea más sugerente de lo que debiera. La economía, como ciencia social, es imprevisible, salvo que hablemos de pagar impuestos. Siento decir que, desafortunadamente, no voy a poderle ofrecer una respuesta clara a la cuestión que se plantea. Pero si todavía sigue leyendo, podrá acompañarme sobre algunos de los hechos que podrán suceder con más o menos probabilidad durante los próximos meses. Cuando hablo de probabilidad me estoy refiriendo a fenómenos que pueden suceder de manera más o menos plausible, sin que exista una seguridad plena de que finalmente ocurran.
Empecemos con lo que ya sabemos. Llevamos varios meses con una crisis energética no poco relevante, a lo que hay que sumar la reciente noticia de que Rusia cortará el suministro de gas a Europa hasta que no se levanten las sanciones impuestas por Occidente por su invasión a Ucrania. Si alguno ha visto alguna vez la película 'Rebelde sin causa', la situación le podrá generar, incluso, cierto tono de familiaridad. James Dean y Corey Allen conduciendo sus automóviles hacia el precipicio. El primero en saltar es la gallina. La moraleja es que dos bandos (Occidente y Rusia), con más bien poco que ganar y mucho que perder, prefieren aletargar el máximo tiempo posible el conflicto con tal de evitar hacer concesiones, de tal modo que sea el otro el que al final ceda.
También somos conscientes de que la política monetaria ha vuelto a una situación de normalidad, es decir, de tipos de interés en positivo. Lo excepcional es lo que hemos vivido durante la última década. Y aquí salen perdiendo tanto empresas y hogares, como los países más endeudados. España, que mantenía una prima de riesgo ligeramente por debajo de los 100 puntos a comienzos de año, ha entrado en el mes de septiembre rondando los 120. Italia, con incertidumbre política inclusive, nos dobla. Las potencias económicas mundiales rondan la recesión. Estados Unidos encadena dos trimestres con un crecimiento intertrimestral en negativo.
Organismos como la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) pronostican una caída de la economía española para el tercer trimestre, aunque seguiremos con un crecimiento positivo con respecto a 2021. Todavía tenemos un nivel de producción 2,9 puntos porcentuales por debajo de antes de la pandemia. A pesar de los nubarrones que se contemplan en el horizonte, creceremos alrededor de un 4%. El turismo ha ayudado. El internacional se ha quedado cerca de la afluencia de 2019, mientras que el nacional ha superado los niveles precovid. En otoño la historia puede que sea diferente, y sean las tensiones geopolíticas y energéticas las que comiencen a marcar la agenda económica.
Un poco de optimismo racional
Lo positivo es que los famosos cuellos de botella parece que empiezan a desatascarse, con una reducción de los costes del transporte marítimo, y la cotización de las materias primas mira hacia la baja. El gas sigue siendo la principal preocupación. Su tope funciona para lograr tarifas más baratas y obtener una menor volatilidad, pero es insuficiente para hacer frente al 'shock'. Es necesario ahorrar. Está claro que la energía que no se consume es la más barata. Cuestión diferente es si las medidas de ahorro promovidas por el Gobierno son eficaces y eficientes.
En un principio, el paquete de medidas va a lograr el deseado 7% de ahorro comprometido con Europa. Pero no deja de sorprender que la demanda de hogares y empresas, la convencional, según datos de ENAGAS, muestra una caída de más del 30% entre julio de 2021 y julio de 2022. ¿La razón? Familias e industrias se han tenido que readaptar para hacer frente a la factura eléctrica. El problema viene por el lado de la demanda de gas para la generación eléctrica. Con respecto al mismo mes del año pasado, el incremento es de más de un 125%.
No es que la demanda eléctrica se haya disparado, de hecho, más bien se ha reducido. Con el tope al gas, tal y como explica en un artículo Nemesio Fernández-Cuesta en El Confidencial, hemos empezado a exportar electricidad gracias al precio más barato dentro de nuestra excepcionalidad ibérica. Para hacer frente a la mayor demanda externa hemos necesitado unos 4.500 más GWh de gas. Sin ellos, la demanda de gas natural habría caído en casi un 10%, en vez de crecer en más de un 6% como así ha sucedido ya en el mes de junio. Es decir, muy previsiblemente sin la intervención gubernamental ya hubiéramos alcanzado el ahorro preciso.
La inflación es quien puede dar más quebraderos de cabeza de aquí a finales de año, en especial en Europa. La razón es que en este lado del charco la subida de los precios tiene un claro componente de oferta, a diferencia de lo que sucede en los Estados Unidos. Es decir, hasta que no desaparezca la guerra y las cadenas de suministro vuelvan a la normalidad, no volveremos a ver niveles de precios de tiempos normales. Sin embargo, la inflación parece que ha tocado techo. La variación mensual durante los meses de verano se ha estancado.
Quizás nos toque vivir una época que el presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, denominó como "el fin de la abundancia". Una alta disponibilidad y bajos precios de materias primas y energía y tipos de interés reducidos serán cosa del pasado. Pero tampoco conviene ser del todo agoreros, ya que como se ha comentado más arriba, ciertos elementos de la economía mundial empiezan a destensarse. En economía, las expectativas son muy relevantes, y más en un momento como el que nos ha tocado vivir. No esperemos un otoño tranquilo, pero como se dice en economía, con todo lo demás constante, tampoco viviremos los peores meses de nuestras vidas, y decir esto es ya mucho pedir.
*Santiago Calvo es doctor en Economía por la Universidad de Santiago.
Quizás la pregunta que encabeza esta columna sea más sugerente de lo que debiera. La economía, como ciencia social, es imprevisible, salvo que hablemos de pagar impuestos. Siento decir que, desafortunadamente, no voy a poderle ofrecer una respuesta clara a la cuestión que se plantea. Pero si todavía sigue leyendo, podrá acompañarme sobre algunos de los hechos que podrán suceder con más o menos probabilidad durante los próximos meses. Cuando hablo de probabilidad me estoy refiriendo a fenómenos que pueden suceder de manera más o menos plausible, sin que exista una seguridad plena de que finalmente ocurran.